Revista Opinión

Introducción: si yo digo moda, tú dices…

Publicado el 17 abril 2016 por Braveronica @braveronica

III

La moda es ese concepto que se viene asociando con lo frívolo, lo superficial y lo egocéntrico. De hecho, cuando se analiza la palabra moda se tiende a pensar en belleza, modelos, cánones, prendas de vestir, exclusividad, lujo, colecciones y diseñadores.

Y, ¿qué hay más allá? ¿Qué sucede si damos un paso más y no nos quedamos en las tendencias, en las pasarelas o en el esplendor? Es entonces cuando la moda adquiere más sinónimos, otras concepciones equivalentes que radican en extremos opuestos: en lo positivo, pero también en lo negativo.

De esta forma, se llegan a conclusiones inquietantes ante las que no es posible evitar un cosquilleo de repulsión debido a que en el fondo, el objetivo de  la industria textil es que se compre la mayor cantidad posible en un reducido espacio temporal; fomentar el gasto y el exceso y obtener así beneficios de manera rauda y sencilla. El resultado de ello crea en el ciudadano presumido y elegante (entendido éste como persona que disfruta arreglándose) la necesidad de adquirir nuevas prendas para no sentirse desfasado, pues a medida que aparecen nuevas colecciones las anteriores van quedando obsoletas, lo que provoca que muchas veces las prendas no lleguen a lucirse en más de una ocasión. A estas alturas resulta un reto negar que la moda es economía pura, dinero en movimiento e intereses que salvaguardar.

Y, ¿en qué se apoya esta industria para llegar a una masa mayor de consumidores? En la publicidad, claro está. Estamos ante un tipo de promoción que, aún a día de hoy, radica en el sexismo y en el fomento de la delgadez como canon de belleza.

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Campaña de Tom Ford criticada por su sexismo. La imagen habla por sí misma.

Tampoco conviene olvidar que puesto que nos hallamos ante un gigante que fomenta el gasto a partir de incrementar de manera constante el número de piezas en sus colecciones, éste va a buscar los instrumentos que le permitan alcanzar dicha meta al menor coste. Entra en escena la mano de obra barata que trae consigo explotación de los trabajadores, deslocalización industrial y trabajo infantil. Sólo así se cumplen las expectativas de las empresas textiles.

A lo largo de las próximas entradas se ampliarán por separado estas polémicas con el fin de analizar este ámbito y tomar conciencia de temas a los que no siempre se da la importancia que requieren. La moda pasa a un segundo plano porque parece que sólo interesa a un pequeño segmento de la población, y sin embargo, nos encontramos ante contenidos que afectan a la sociedad en su conjunto. La eliminación de las injusticias y las desigualdades entre sexos debe ser llevada a cabo en todos los sectores y la industria de la que hablamos también ha de ser incluida.

No obstante, y a pesar de todo lo presentado hasta aquí, la moda no debe ser menospreciada porque en resumidas cuentas representa la forma de expresión de una sociedad determinada en un espacio y tiempo específicos; y eso es arte, es historia y es cultura.


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