Pollo con ciruelas (2006) cuenta la historia de un brillante músico con una frustrada vida familiar. El protagonista se cobija en las suaves notas de su tar, instrumento de cuatro cuerdas, para escapar de la rutina en la que se encuentra postrado. El problema viene cuando su objeto más preciado es destruido en una pelea matrimonial y no encuentra salida. El músico después de intentar buscar un remiendo a la situación decide esperar a la muerte.
No hay sorpresas ni intrigas en este cómic profundamente arraigado en la tendencia costumbrista que lleva consigo la pluma de Satrapi. La historietista iraní vuelve a Teherán de nuevo para ilustrar esta novela. Eso sí, en un contexto anterior a sus obras ya publicadas. El argumento no parece deslumbrante a simple vista y, está bien decirlo, no tenemos una historia cálida y con buen final. Aún así, la grafista es capaz de seguir iluminando el sendero del cómic procedente de Oriente (aunque escrito desde Europa). Esta historia donde el eje principal es la incomprensión entre la sociedad, la propia familia y las convenciones sociales plantea el eterno debate sobre la búsqueda de la felicidad. Y de lo mejorcito de la novela es la valentía a la hora de aceptar los hechos y plantarles cara. Satrapi no entiende de medias tintas.
La rendición a esto se plasma en una salida forzosa, llena de esperas, no por ello edulcorada, plagada de fantasmas y poca lucidez del protagonista que nos habla sobre la necesidad y el anhelo a ser queridos. El título es tomado del plato preferido del protagonista que, a decir verdad, no guarda especial significado en la obra (más allá de ser un pequeño momento). También es preciso comentar que es la primera novela de corte adulto de Satrapi en la que no emplea su propia biografía como argumento principal. Eso sí, cuenta con un pequeño cameo en la obra coincidiendo con una impresión sospechosa de que Satrapi no ha hecho bien las cuentas en lo que a años se refiere del presente a la ambientación de la novela.
María José Gata
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