Revista Cultura y Ocio

It’s A Sin – Pet Shop Boys

Publicado el 16 febrero 2018 por Srhelvetica

DICCIONARIO TSWL DE TÉRMINOS MUSICALES PARA LEGOS EN LA MATERIA: EL MIDDLE EIGHT

Aunque no tengáis ni repajolera idea de música, como un servidor, seguro que ya os habéis fijado: en la estructura de algunas canciones hay un momento distinto justo antes del último estribillo del tema, una secuencia de notas que difiere de todo lo escuchado anteriormente  y que propulsa la canción con energías renovadas hasta su conclusión. Esto no es nada nuevo, ni mucho menos: a finales del siglo XIX y principios del siglo XX existió un grupo de productores musicales en la ciudad de Nueva York que detectaron la eficacia de esta fórmula y de algún modo contribuyeron a afianzarla como parte fundamental (que no imprescindible) de la estructura de cualquier canción con pretensiones de hacerse popular. Ese grupo (ojito que hablamos de gente como Irving Berlin o Gerge Gershwin) hoy en día se conoce como Tin Pan Alley, y fueron ellos los que de alguna forma pusieron nombre al invento: el middle eight.

Vayamos por partes: antes de la explosión del rock and roll acontecida en los años 50 y el posterior despegue de la música pop como la fórmula más exitosa, comercialmente hablando, la cosa no se organizaba de forma tan clara como hoy en día, en estrofas y estribillos. En aquellos años anteriores a la gran depresión, las composiciones se organizaban según una estructura AABA de 32 compases, donde a cada letra “A” y “B” correspondían ocho compases(los compases, por si alguien no lo sabe, son segmentos musicales de igual duración), y sí, lo habéis adivinado: donde los ocho compases del anómalo “B” podían con rigor ser considerados los “ocho compases de enmedio” o middle eight.

Esa estructura, de alguna forma, se acabó trasladando después a la composición de las canciones pop, de modo que hoy en día no extraña a nadie encontrar una sección musical distinta justamente detrás del segundo estribillo, según la estructura (no quiere decir que sea invariable, pero sí la más común):

ESTROFA / ESTROFA / 1er ESTRIBILLO / ESTROFA / 2º ESTRIBILLO / MIDDLE EIGHT / 3er ESTRIBILLO

Como puede deducirse de lo anterior, no es exactamente lo mismo el middle eight que el puente: este último no deja de ser una secuencia de “ascenso” hasta el estribillo que parte de la estrofa, generalmente repetida cada vez que se da esta transición a lo largo de una canción, mientras que la gracia del middle eight es justamente su singularidad: la de adentrarnos en un territorio inexplorado y fascinante que ¡tachán! nos plantará de forma sorprendente ante el espectacular número final. Digamos que si el puente funciona de “conector” entre estrofa y estribillo, la función del middle eight es justamente la contraria, la de romper el aburrimiento con una sección musical que contrasta con todo lo escuchado hasta el momento, y proponernos una “reinvención” del tema justo cuando los más escépticos estábamos dando todo el pescado por vendido.

Luego está el espinoso tema de los solos: a todos se nos vienen a la cabeza muchas canciones de los años ochenta que justo antes de su clímax trataban de apabullarnos con el virtuosmismo de sus intérpretes, ejecutantes extasiados de interminables solos de guitarra (ay, los heavies) o saxo. Pues tampoco: un solo es un solo y un middle eight es un middle eight, oiga, y tampoco se trata de fardar de middle eight como si aquello le fuera a dar por sí solo un plus de pedigree al tema…. Lo escribían los divertidos Bill Drummond y Jimmy Cauty en su libro “The Manual: How To Have A Number One Hit The Easy Way“: lo de ensamblar un buen middle eight no es cosa sencilla en absoluto, hasta el punto de recomendar su uso únicamente a los auténticos artesanos en la cuestión compositiva.

Vamos con algunos ejemplos que sí fueron exitosos. Empezando, ya que hablamos de pop, con unos de los más fabulosos compositores de canciones de pop de la historia. Esto que viene a continuación (atención al minuto 2:58) es el archiconocido middle eight de “Super Trouper“, de los suecos ABBA.

Vamos con otro ejemplo muy citado a la hora de referirse a célebres middle eights: el que acontece a los 1:51 minutos del famosérrimo “Monkey Gone To Heaven” de los Pixies. Oh, si aquello del “If Man is 5, if Man is 5, if Man is 5 Then the Devil is 6, then the Devil is 6 The Devil is 6, the Devil is 6 and if the Devil is 6 Then God is 7, then God is 7, then God is 7!” Sí, ESO que te desgañitabas cantando como si fuera una cosa profundísima y te fuera la vida en ello ¡eso era un middle eight!

Born To Run” de Springsteeen es otro de los casos más citados: atentos a lo que ocurre a partir de su minuto 2:12, porque esto es algo así como que te toque un helado extra en el palito del suculento helado que te acabas de meter entre pecho y espalda.

Algo parecido a lo que sucede en otras muchas canciones con secciones hoy legendarias: desde “Suspicious Minds” de Elvis Presley (o como hacer aterrizar una vigorosa canción en la resbaladiza pista de una balada a partir del minuto 1:45 de vuelo, y luego volver a dejarte arriba con cara de qué-ha-pasado-aquí) hasta el “America” de Simon & Garfunkel, o la maravilla que acontence en pleno revolcón Marvin Gaye – Tammi Terrell (hablo de la inmortal “Ain’t no Mountain High Enough“). Y luego, claro está, hay muchos otros temas muy conocidos que suelen citarse a la hora de abordar la cuestión, si bien es verdad que se escapan de las reglas compositivas más clásicas. Así, no es inhabitual encontrar citas al middle eight de “Good Vibrations” de The Beach Boys, o el sorprendente giro (2:20) que transforma “A Day In The Life” (a priori, una composición típicamente lennoniana) en otra cosa maravillosa y sorprendente, cantada por Macca. Sin embargo, por aquello de que tanto a Brian Wilson como a los de Liverpool todo esto de la estrofa y el estribillo se les quedaba muy, pero que muy pequeño, vamos a dejarlo en que se trata de “secciones distintas” de temas muy complejos que ni siquiera ocupan el clásico emplazamiento, detrás del segundo estribillo, y que sean los expertos los que dictaminen si aquello le corresponde una etiqueta u otra. Además, ya está bien de tanto ejemplo: vamos a zanjar definitivamente la cuestión con el que es, para mi gusto, uno de los ejemplos más magistrales de empleo de este recurso compositivo.

It’s A Sin“, de los fantabulosos The Pet Shop Boys. Todo el mundo la conoce: esa chiflante canción que contraponía órganos de iglesia con una letra que de modo explícito criticaba el juicio moral que establece la doctrina católica sobre algunos comportamientos (y muy en particular, sobre las relaciones homosexuales). En su secuencia armónica y sus magnificos arreglos, el fastuoso estribillo suena ciertamente como una sentencia de condenación, y en la reiteración de las palabras “It’s a, it’s a, it’s a, it’s a sin” uno puede perfectamente imaginar el tumulto de antorchas y horcas, los dedos acusatorios señalando antes de dar inicio a la lapidación colectiva. No es desde luego mi canción favorita de los londinenses, pero sí que resulta insuperable en lo que respecta al middle eight: al finalizar el segundo estribillo, el ruido de la turba se desvanece y el foco pasa del tribunal de acusaciones al reo confeso, apenas iluminado entre las tinieblas.

Father forgive me
I tried not to do it
Turned over a new leaf
then tore right through it.

Whatever you taught me
I didn’t believe it
Father you fought me
‘cause I didn’t care
and I still don’t understand

Qué PA-SA-DA. En apenas unos segundos la canción no sólo ha virado en lo musical (de un tema de baile a una composición intimista para la que, por cierto, se grabaron fragmentos de una Misa en el Oratorio de Brompton), sino que ha pivotado 180 grados para mirar al otro protagonista de la historia, y darle una voz propia, más allá de lo que le enseñaron a repetir. Y como si se tratara del último turno de palabra del acusado que sabe que, haga lo que haga y diga lo que diga, será condenado, acelera el ritmo al llegar ese último verso “cause I didn’t care / and I still don’t understand” , para hacerlo sonar como un grito desesperado. Detrás de algo así, claro está, sólo puede esperarnos el más placentero de los martirios…

Anuncios &b; &b; Publicado en: Greatest HitsEtiquetado: 1987, Actually, Parlophone, Pet Shop Boys, Synth-PopEnlace permanenteDeja un comentario

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