Es primavera y empieza la magia… las viñas están en el momento más hermoso del año, ese momento en el que vuelve la vida después del duro invierno.
En esta ocasión no nos vamos a acercar a ningun vino, ni a ningún productor, tampoco vamos a hablar, nos vamos a acercar (y mucho) a la planta, en el momento que personalmente más disfruto, su brotación, justo después del hinchado de las yemas, ese punto en el que empiezan a aparecer las primeras hojas y todo adquiere una textura mágica, como si la viña fuese de algodón.
La intención de las fotografías de mostrar las texturas “algodonosas” de los brotes iniciales me obligó a acercar la cámara a la viña mucho más de lo que habitualmente hago cuando salgo a fotografiar una finca y desde esta nueva “perspectiva” he podido observar otro elemento enormemente fotogénico, en el que nunca había reparado lo suficiente: el atado y las cicatrices que el invierno deja en los mimbres que lo forman.
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