James Joyce, genial creador de obras como “Ulises”, “Dublineses” o “Finnegans Wake”, falleció hace hoy 75 años en Zurich, pocos días antes de cumplir los 58. Protagonista de una accidentada biografía, y vilipendiado en el pasado, en la atualidad James Joyce es considerado uno de los escritores irlandeses más notables del siglo XX, pero para acercarse a Joyce se necesita tiempo y capacidad de comprensión. Una aproximación a la accidentada biografía del autor irlandés permite valorar con mayor precisión la complejidad de su obra.
Nacido James Augustine Aloysius Joyce el 2 de febrero de 1882, en una pequeña localidad del sur de Dublín, era hijo de Hon Stanislaus, vendedor de licores, y dueño de un garito próximo a su casa. Su padre era un borracho y un gandul, estereotipo que serviría al futuro escritor como modelo para el Earwicker de “Finnegans Wake”.. El pequeño James estuvo interno en un colegio de jesuitas, que se vio obligado a abandonar tras la ruina del padre, cuando contaba nueve años.
Por aquel entonces James y sus nueve hermanos, vivían en Bray, junto al mar, en una casita barata que el escritor describirá meticulosamente en “Retrato del artista adolescente”.
Arruinado el padre, los Joyce se ven obligados a volver a Dublín, donde el niño ingresa en la escuela gratuita, también religiosa, de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. En 1899, James descubre nuevos horizontes. Con 17 años se inicia en el sexo, en la escritura y en la heterodoxia. El prototipo católico y conformista de los irlandeses le incomoda y decide abandonar su país, cosa que hace en 1902 a los veinte años. Instalado en París, inicia los estudios de Medicina pero las mujeres y la literatura, por este orden, pasan a ser su asignatura preferida. En octubre vuelve a Dublín, donde descubre que su familia se halla sumida en la más absoluta miseria. En esos tiempos conoce a Synge y al terrorista Cassey que le inspira al Kevin Egan de “Ulises”. Un año después su madre fallece y el escritor en ciernes inicia el esbozo de “Retrato del artista adolescente”.
De vuelta en Dublín, empieza a abusar del alcohol. Enamorado de Nora Barnacle, se une a ella y un año después nace su hijo George. Sigue bebiendo. En 1906, tras trasladarse a Trieste, acaba y publica los relatos de Dublineses. Se separa de Nora y huye a Roma, convertido en un dipsómano. Allí llegará a amanecer tirado en la calle. En sus cada vez más espaciados ratos de lucidez planea escribir la vida de un judío dublinés para lo cual redacta una carta a su tía Josefina pidiéndole planos, revista y periódicos de Dublín con los que documentarse.
Debutó como escritor con el poemario “Música de cámara” (1907); luego publicó el libro de cuentos y epifanías “Dublineses“ (1914), “una parábola del destino humano desde la infancia hasta la muerte”, cuya primera edición ardió inédita en manos de su impresor; la novela de vocación autobiográfica “Retrato del artista adolescente” (1916), que provino del manuscrito inconcluso Stephen Hero (1944), del cual también salió el material de los tres capítulos iniciales de Ulises; la obra de teatro “Exiliados” (1918), y “Poemas a penique” (1927).
Ulises se está engrandando. James tiene 24 años y continúa emborrachándose a diario. Arruinado y amenazado por la ceguera y el reúma, regresa a Trieste en busca de Nora, que acaba de parir a Lucía, su segunda y última hija en la sala de indigentes de un hospital público. La reconciliación dura poco: los celos, las borracheras, y las continuas peleas provocan de nuevo su huida, esta vez a Dublín. Allí, abroncado por sus hermanos, decide volver a Trieste en busca de Nora.
Abrumada por los continuos ataques de celos que devoran al escritor, Nora vuelve a Dublín. En Trieste Joyce se enamora de una joven judía alumna suya. Tras superar el enamoramiento se centra en la escritura. Termina “Exiliados” y empieza “Ulises”. Se va a vivir a Zúrich huyendo de la guerra y contrae el glaucoma que le hace perder el ojo izquierdo. Publica “Retrato de un artista adolescente” y se vuelve a enamorar. Finalizada la guerra, el escritor se instala en París. Empieza a ser conocido. En octubre de 1920, la revista Little Review, en la que publica su cuento Nausicaa, con lenguaje explícito, es objeto de una denuncia por parte de la Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio.
“Lo malo es que el público pedirá y encontrará una moraleja en mi libro, o peor, lo tomará de algún modo serio, y, por mi honor de caballero, no hay en él una sola línea en serio”, dijo Joyce a la escritora estadunidense Djuna Barnes en vísperas de la publicación de Ulises (1922), esa novela–monstruo que transcurre durante una exhaustiva jornada, el 16 de junio de 1904, conocida como Bloomsday, y cuyos dos primeros ejemplares, editados en Francia por Shakespeare & Company, propiedad de Sylvia Beach, llegaron a las manos de su autor el mismo día que cumplió 40 años.
La residencia del escritor se convierte en el punto de encuentro de escritores de habla inglesa en París, entre ellos Samuel Beckett. El éxito le ronda al fin. Pero la fortuna le esquiva: sus problemas oculares se manifiestan con virulencia y su hija Lucía, víctima de un desengaño amoroso, pierde la razón. Pocos meses después fallece su padre.
Joyce y Nora cambian su unión libre en matrimonio legal y en 1932 Lucía ingresa en un manicomio. Ese mismo año se entabla en Estados Unidos el primer pleito contra el Ulises.
Libro insólito, de imaginación prosaica, que perfecciona la técnica de la “corriente de conciencia”, a decir de Henry James, o del “monólogo interior”, como lo definió Valérie Larbaud, estuvo prohibido bajo el cargo de obscenidad en EU hasta 1933, y en Inglaterra pudo publicarse en 1936. El poeta José María Valverde, autor de la segunda traducción al español de Ulises que se publicó en 1976, anotó que el libro de Joyce era un “monumento de humor, como el Quijote, es decir, de distanciamiento, de toma de perspectiva más amplia, de ironía crítica y sin moralejas ante el hombre en general”.
En 1934 Lucía empeora. Joyce, alcoholizado, trabaja en “Finnegans Wake”, que se publica en 1939. El 17 de diciembre de 1940 Joyce, vuelve a Zúrich, huyendo de nuevo de la guerra. Veintisiete días después fallece, el 13 de enero de 1941, pocos días antes de cumplir 58 años.
Aun cuando Joyce sea uno de esos escritores que casi todo el mundo conoce, son pocos los que lo han leído. Lo cierto es que es una figura de culto. Aquellos compatriotas que tanto le agraviaron en el pasado reverencian hoy su memoria. Erigido en un símbolo, Irlanda se beneficia del Bloomsday, toda una industria en torno al escritor, con “tours literarios”, camisetas, grabados de su casa y de su trabajo y el consecuente merchandising.
El gran Joyce en su tumba se carcajea sin duda al comprobar que tal y como el predijo:
“No hay pasado ni futuro, todo fluye en un eterno presente”.
Fuente: La Vanguardia – El Comercio.pe – Excelsior.
En Algún día: James Joyce.
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