Repasando los discos que hemos comentado en el blog a lo largo de estos años vemos que la inmensa mayoría son trabajos de los que tenemos una buena opinión. Eso es algo lógico porque no merece la pena perder tiempo comentando algo que no nos ha gustado habiendo tanta buena música de la que hablar. Bien es cierto que no hemos queremos pecar de conformistas resaltando sólo discos notables ya que una de las cosas que intentamos es ofrecer una imagen lo más completa posible de los artistas que aquí aparecen y eso incluye el dedicarle un espacio también a discos no tan inspirados de nuestros músicos más habituales.
Hay otro tipo de entradas en las que también nos hemos encontrado con discos que no han sido de nuestro agrado: aquellas centradas en lanzamientos recientes que, por la importancia del artista de que se trate en cada momento, merecen una atención por nuestra parte independientemente del nivel del disco en cuestión. No es el caso del disco que hoy comentamos.
Hoy tenemos aquí un trabajo que entraría en la primera categoría pero inaugurando un nuevo punto de vista: el de los trabajos que sólo cabe calificar como de errores. Discos a los que no encontramos explicación, alineaciones cósmicas por las que, incomprensiblemente, a un artista se le pasa por la cabeza publicar algo, ninguno de sus allegados considera oportuno impedirlo y en la discográfica de turno no hay nadie con el criterio suficiente para detener el desastre.
Estamos en 2006 y la carrera de Jean Michel Jarre lleva unos cuantos años dando tumbos desde su ruptura con Disques Dreyfus. En este tiempo ha habido lanzamientos sin ningún tipo de promoción, trabajos muy menores para compañías tecnológicas como Bang & Olufsen o conciertos editados únicamente en formato de descarga digital como el recientemente comentado aquí “Printemps de Bourges”. En 2004 y tras firmar con Warner había aparecido AERO, un recopilatorio bastante interesante, con viejos clásicos regrabados y un puñado de temas nuevos pero que no cubría las expectativas acerca de lo que Jarre sería capaz de hacer en su nueva discográfica. Y lo cierto es que la campaña que se diseñó para lanzar el nuevo disco fue bastante imaginativa y prometedora. Se creó un videoclip promocional del que se colgó un extracto en youtube en el que no figuraba el nombre del músico. Sólo en las etiquetas aparecían varios para jugar al despiste. Entre ellos los de David Guetta, Bob Sinclair, Jean Michelle Jarre (con el error intencionado en el nombre) o Martin Solveig. La idea era la de distribuir también un single promocional por las distintas emisoras de radio para ver qué recorrido tenía ese primer tema del disco sin el apoyo del nombre de su autor.
Ignoramos si se llevó a cabo esta parte de la campaña y, en caso de que así fuera, si esa primera pieza tuvo algún tipo de repercusión porque lo cierto es que poco después de aparecer el fragmento del videoclip en internet, los rumores acerca de la autoría de Jarre terminaron pronto con la pretendida sorpresa. No tardó mucho en aparecer el corte completo y en anunciarse la publicación del nuevo album que llevaría por título “Téo & Téa”, dos personajes de dibujos animados que protagonizaban el videoclip y también el difuso concepto alrededor del que parecía girar la temática del disco: las relaciones personales y el amor en la era de la realidad virtual.
Jarre durante la promoción de "Teo & Tea"
La cosa, ya desde el primer extracto que se hizo público, no pintaba demasiado bien. Una musica simple, con una fuerte componente bailable, que no parecía encajar demasiado con o que esperaba de Jarre su seguidor medio pero al fin y al cabo, no era más que un adelanto. Todo iría a peor. Cuando apareció el disco completo, el estupor entre la práctica totalidad de los que lo iban oyendo se extendía mezclado con una importante carga de incredulidad: ¿eso era lo nuevo de Jarre?. Un análisis tema por tema como el que solemos hacer aquí no sería más que una sucesión de improperios por nuestra parte con lo que nos lo ahorraremos por esta vez. Baste con señalar que el disco no había por donde cogerlo. Ritmos baratos, melodías que muchos principiantes descartarían sin dudarlo y una producción escuálida indigna de un artista de la trayectoria de Jarre. Apenas alguna cosilla de “Fresh News”, el corte que abre el disco, ciertos detalles en “Touch to Remember”, tema en el que Jarre rescata el “Speak and Spell” (antiguo juguete electrónico que “leía” con voz robótica los textos que se introducían en él mediante un teclado) o el ambiente creado en “OK, Do it Fast” son rescatables en un disco en el que encontramos recursos tan vergonzantes como los gemidos de Anne Parrillaud (pareja del músico por aquel entonces) en “Beautiful Agony”, el coqueteo con las músicas de película tipo “James Bond” (en ambas partes de “Partners in Crime”) o la simple imitación del estilo de sus compatriotas de AIR en “In the Mood for You”. Cortes como “Chatterbox” rozan lo ridículo, “Gossip” no es más que un politono con ínfulas y “Vintage” se mueve en el terreno de la autoparodia. Tampoco “Melancholic Rodeo” (título que se especuló con que sería también el del disco) ofrece nada potable.
Desde el punto de vista musical, el desastre era mayúsculo pero eso no fue todo. El disco iba a presentarse en una serie de “showcases” en los estudios Alfacam de Lint (Bélgica), en el club parisino “Le Queen” y en el VIP Room de Cannes. El espectáculo fue bochornoso con un Jarre realizando un “playback” descarado mientras daba saltos como un adolescente. Una imagen que vista hoy, da cierta grima y que marca un mínimo en la carrera del músico.
Pero faltaba aún un episodio más grave y que sólo la escasísima repercusión del disco permitió que no terminase del todo con la reputación de Jean Michel Jarre. Entre la lista de instrumentos utilizados para la grabación del disco estaba la “groovebox” Roland MC 808. Una especie de caja de ritmos avanzada que incluye un “sampler”, un secuenciador, y un montón de bases pregrabadas. Unas semanas después de la aparición de “Teo & Tea”, un usuario de la misma subió a youtube un video en el que se demostraba que, al menos seis de los trece cortes del disco, no eran más que algunas de las más de 600 demos de fábrica que incluía la máquina . No hablamos aquí de una sencilla base rítimica sino de progresiones completas de acordes, percusiones, bajos, acompañamientos, variaciones de todo tipo, etc. Todo el armazón de una composición al que Jarre, aparentemente, se limitó a añadir una sencilla melodía y algún efecto por encima, caso de “Chatterbox”, “Touch to Remember” o “Beautiful Agony”, a eliminar algúna secuencia (“Fresh News”), cambiar una linea de bajo (“In the Mood for You”) o modificar ciertos timbres (“Melancholic Rodeo”). El escándalo fue notable entre la comunidad de seguidores de Jarre aunque no trascendió mucho más allá. Se quiso ofrecer una explicación por parte de la productora del músico indicando que Jarre y Roland llevaban un tiempo colaborando y que el músico había realizado varios patrones y sonidos para la marca que habían sido incluidos en varios de sus aparatos. Sin embargo, en las instrucciones que acompañaban a la “groovebox” aparecían acreditados los autores de cada uno de los patrones y no se mencionaba a Jarre, algó que sí ocurría con otros productos de Roland en los que Jean Michel había hecho alguna contribución.
La clave, probablemente, estuviera en un DJ y productor holandés. Jarre contactó con Tim Hufken a través de Roland para quienes trabajaba elaborando sonidos y bases rítmicas para varios de sus productos, entre otros, la MC 808. Aunque en una entrevista posterior en Fairlight Jarre, el músico afirmó que no era el creador de ninguno de los presets que Jarre usó en “Teo & Tea”, particularmente de los más polémicos, lo cierto es que su nombre aparece en los créditos del disco bajo el ambiguo epígrafe de “colaborador artístico”. En la misma entrevista, el holandés comentó que Jarre le pasó varias maquetas muy esquemáticas y le pidió que les diera forma buscando un estilo bailable y le puso como ejemplo la versión de “Living on Video” hecha por Pakito, un DJ francés de cierta popularidad en aquellos años. Con decir que el nombre artístico del “músico” estaba inspirado en “Paquito el chocolatero” y que en el tema que Jarre tomó como ejemplo, Pakito incluía “samples” de Chimo Bayo nos podemos hacer una idea de lo que el músico francés pretendía que fuera “Teo & Tea”.
Hufken declaró que como no le gustaba el estilo de Pakito, trató de obviar la recomendación y de darle a su trabajo una orientación más cercana a lo que él pensaba que debía ser el estilo de Jarre en 2007. Algún otro colaborador cercano de Jarre en la época (además de Hufken, participaron en el disco Claude Samard y Francis Rimbert) comentó “off the record” que le recomendó no publicar el disco con su nombre y lanzarlo como un experimento sin más. Incluso el propio músico terminó por reconocer tiempo después que “Teo & Tea” fue un error y lo achacó a su turbulenta situación personal por aquel entonces.
Así explicaba el músico su nuevo trabajo en el kit para la prensa:
El desastre fue tan absoluto que lo único que músico y discográfica pudieron hacer para paliarlo fue lanzar una regrabación del clásico “Oxygene” meses después a la que seguiría una extensa gira tocando el disco en su integridad en riguroso directo (o, al menos, en lo más parecido al directo que Jarre ha tocado nunca). Tras aquello el músico francés se embarcó en una interminable serie de conciertos tocando sus grandes éxitos en lo que parecía que iba a ser una especie de semi-retiro nostálgico pero las cosas cambian de forma inesperada y en los últimos años hemos asistido a una resurrección artística muy dificil de prever tras los meses que siguieron a “Teo & Tea”. Tanto es así que estamos a una semana escasa del posible lanzamiento (o de su anuncio) de un nuevo trabajo del músico que promete mantener el interés de sus recientes proyectos pero eso será materia de otra entrada (esperemos) muy pronto.