Revista Cine
Jeffrey Beaumont (Terciopelo azul —Blue Velvet—; U.S.A., 1986)
Publicado el 11 enero 2012 por ManuelmarquezJeffrey Beaumont ha vuelto a Lumberton: la hospitalización de su padre le obliga a retornar de la universidad para incorporarse al negocio familiar, una de esas tiendas rurales en las que se puede encontrar casi de todo. Una vida rutinaria y placentera, sin mayores sobresaltos. Pero, un día, mientras pasea, y de forma totalmente casual, Jeffrey se encuentra en el suelo, entre la hierba, una oreja humana. Un hecho inquietante, y que hace a Jeffrey ponerse en guardia, moviéndole a hacer averiguaciones alrededor del mismo: algo que empieza como una suerte de juego, un divertimento con el que sacudirse de encima el mortal aburrimiento que se cierne sobre él y los que le rodean, y que no hace más que abrir una caja de Pandora repleta de una maldad estrambótica (y peligrosa…).
En su viaje a esos mundos nocturnos y subterráneos, en los que todo dista de la apacibilidad luminosa que Lumberton muestra en su plácida vida diurna, Jeffrey cuenta con la compañía —y la complicidad— de Sandy Williams, la hija del detective a quien ha hecho partícipe, inicialmente, de su macabro descubrimiento y con la que irá tejiendo una relación que, arrancando de la fascinación por los secretos compartidos, va pasando, de forma paulatina, a un destilado de sentimientos mucho más profundos (y, recíprocamente, correspondidos). Es así como surge una bonita historia de amor, plena de dulzura y armonía.
Pero sobre esa historia se yergue una amenaza: las investigaciones de Jeffrey le ponen en contacto con Dorothy Valens, una mujer turbia y misteriosa, cantante en un club nocturno y víctima de una extorsión despiadada por parte de un violento grupo mafioso, que la mantiene en un estado de desequilibrio mental más que notorio. Y de ese contacto surge una atracción tan lúgubre y morbosa como la atmósfera en la que Dorothy se mueve, y que empuja a Jeffrey a transitar terrenos de sexo y violencia que él ni siquiera podía imaginar que existían; unos terrenos en los que no se siente cómodo, y contra los que muestra un rechazo racional absoluto, pero de los que parece incapaz de alejarse, atraído gravitatoriamente por una especie de agujero negro insondable.
Sometido a la tensión entre esos dos polos de atracción —el tierno y puro, que representa Sandy; y el sórdido y peligroso, que encarna Dorothy—, Jeffrey habrá de elegir. En esas tesituras, los hombres buenos siempre eligen el camino adecuado, y nuestro amigo no resulta una excepción. Pero hay sombras que oscurecen la mirada, y dejan en ella un poso amargo, a la par que acechante, que ya jamás se puede abandonar.
* David Lynch desplegó todo su imaginario, violento y turbador, en este film, 'Terciopelo azul' (Blue velvet); un referente que marcó el sendero por el que, derivando en mil y un meandros de fantasía enloquecida, transitó la práctica totalidad de su filmografía posterior.