Pues nada, aquí voy, con algo de retraso y reseñando otro episodio de Juego de Tronos, serie que finalizó en su primera temporada el pasado 19 de junio y de la que me quedan por comentar éste octavo episodio y dos más, hasta completar los diez de los que ha constado esta temporada.
Octavo episodio que comienza justo donde nos dejó el anterior, con Ned apresado y acusado de traición al nuevo rey, que ahora es nuestro querido y alabado Joffrey (aclararé que esto lo digo con total y sangrante ironía dirigida para los neófitos y recién llegados). Además, todos los hombres y el séquito de Eddard Stark están siendo masacrados por los Lannister, en lo que constituye una vil maniobra de la reina Cersei en ese "juego de tronos" en el que ella está dispuesta a ganar a toda costa. Es en ese momento cuando incluso el entrenamiento de Arya con Syrio Forel es interrumpido por la guardia Lannister y el aguerrido braavosi se enfrenta a los hombres de la reina para que Arya gane tiempo en su huida.
“What do we say to the God of Death? Not Today”
Sin tiempo para más, lo siguiente que vemos es a un Eddard Stark recluido y aún conmocionado por su arresto, siendo visitado en su celda por el eunuco Varys, siempre sibilino y de intenciones veladas, que le confiesa que únicamente sirve al Reino. De ahí, viajamos hasta el Muro, donde la Guardia de la Noche ha encontrado los cuerpos de dos hombres pertenecientes a los exploradores de Benjen Stark, que sigue en paradero desconocido. Además, a Jon Nieve se le comunica la noticia del arresto de su padre acusado de traición y de conspirar contra el rey.
Mientras tanto, en Desembarco del Rey, la reina Cersei convence a Sansa para que envíe una carta a su hermano Robb pidiéndole que le rinda pleitesía a Joffrey. Con la ayuda del Consejo, sobre todo con un Maestre Pycelle especialmente hiriente, Sansa accede y lo siguiente que vemos es a Robb leyendo dicha carta en Invernalia. Cabezón como buen Stark que es, Robb pasa de capitulaciones y decide ir a por todas contra los Lannister.
Tyrion y Bronn recorren juntos el largo camino a casa una vez que han abandonado Nido de Aguilas y se topan de lleno con un grupo de salvajes, capitaneados por Shagga, hijo de Dolf. Tyrion hace de nuevo gala de una brillante y avispada oratoria para salir con vida del envite y así, escoltado por un mercenario (Bronn) y por un escuadrón de salvajes de las colinas a los que le ha prometido tierras y oro, hace una entrada no demasiado triunfal en el campamento Lannister, donde su padre Tywin y su tio Kevan se encuentran ultimando detalles de la inminente guerra. A pesar de todo, Tyrion brilla con luz propia. Que sí, que los Lannisters (algunos) son odiosos, crueles y carecen de escrúpulos, pero como villanos son lo más, y no hay nada más que echar un vistazo a sus armaduras o al campamento que tienen montado. Una pasada.
En cuanto al resto, mención especial para los acontecimientos sobrenaturales que tienen lugar en el Muro, donde esos cuerpos encontrados en la nieve por los hombres de la Guardia de la Noche cobran vida y uno de ellos está a punto de acabar con la vida del Lord Comandante. Por suerte para él, entre Jon y Fantasma salvan la situación y a todos les queda claro que la única forma de acabar con estas criaturas es usando el fuego. Y hablando de fuego, al otro lado del mar tenemos a Daenerys y Khal Drogo con su séquito habitual continuando ese peregrinaje a través del desierto y hacia ninguna parte, esta vez con algo más de acción y contenido (que se lo digan al pobre infeliz que se queda sin lengua) y con la aparición de un personaje que precipitará una serie de acontecimientos clave: la guapísima (y aquí estoy otra vez haciendo uso de la ironía) Mirri Maz Duur, una especie de "bruja avería" a la que Daenerys se empeña en salvar con toda su buena fe. Ya veremos lo que acarrea semejante decisión.
El final del episodio acontece en el flamante salón del Trono de Hierro, donde ya se sienta ufano y orgulloso el rey Joffrey, que anuncia a su abuelo Tywin Lannister como nueva Mano del Rey, además del relevo forzoso de Sir Barristan, al que pretenden jubilar mandando a un retiro en la cosa. La última escena es para Sansa Stark de rodillas ante Joffrey y pidiéndole clemencia para su padre, Eddard.
Aunque mucho me temo que el 99% de los que leeís este blog ya sabreís de antemano el desenlace de Juego de Tronos (tanto en su versión escrita como en la adaptación a la televisión), no es un mal cliffhanger para este octavo episodio, preludio de los dos últimos de la temporada e inmediato precursor de un episodio, el noveno, realmente espectacular y lleno de emociones fuertes...