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No se si os he hablado alguna vez de Roger, un compañero de mi época de Intercom, y del cual todos decíamos que era uno de los mejores en consultoría tecnológica. La razón de esta especie de rango que adquirió venía de un análisis que hico sobre la tecnología Palm, si mal no recuerdo. Este informe parece ser que era de una claridad, precisión y de tal fina inteligencia que lo colocaba en el Olimpo de los consultores, justo al lado de McKinsey.
Lo hilarante del tema, es que cuando rascabas un poco y preguntabas -cosas de ser psicólogo, que te da por preguntar- muy pocas personas habían leído el dichoso documento. En realidad, no llegaba ni a un dos por ciento de la empresa había tenido la ocasión de leerlo, y pondría la mano en el fuego porque de ese porcentaje, solamente dos personas eran capaces de entender las ramificaciones y consecuencias de lo que decía.
Esto me viene pintiparado, reconozco que tenía ganas de colar esta palabra, para hablar de las modas que nacen, crecen, se reproducen y mueren con la gente afirmando eso de si ya lo decía yo que esto no llegaría lejos. El problema es que hasta que no mueren, todos se convierten de forma irremediable en expertos, consejeros y visionarios de esa moda.
Como he tenido la suerte de empezar mi carrera en el mundo más ligado a operaciones, siempre lidiando entre técnicos, comerciales y clientes, he sido bastante más sensible a las diferencias que vendíamos a los clientes y la percepción que ellos tenían, y ligado a los límites que la tecnología. No voy a decir que fuera fácil, pero si aprendí bastante y sobretodo, a tener cierto escepticismo ante las promesas que se pudieran hacer sobre la evolución de internet, de hecho, ante cualquier tipo de predicción.
El problema más importante al que nos enfrentamos en este mercado tan competitivo, es que una vez una moda se instala tienes dos opciones, o bailas la música que suena -a pesar de que sabes que es una moda y sus beneficios son muy discutibles para una mayoría- o te dedicas a perder clientes, que encantados como roedores ante el son del flautista cambian de proveedor sin más miramientos.
Es una decisión ética bastante compleja, porque en muchos casos sabes que no va a funcionar, y sólo en una pequeña selección de tus cliente podrá beneficiarse. Y en el caso que se puedan beneficiar, la inversión que han de realizar supera con creces las capacidades financieras que tienen.
También ocurre que puedes explicar las posibilidades y riesgos, pero como las personas somos como somos, el cliente solo escucha los beneficios e ignora los riesgos y el esfuerzo. El resultado es que acaba en otro lado, sin resultados, y absolutamente quemado para el sector. De hecho, más de uno ha vuelto y están tan quemados por los que les ha pasado, que cuesta Dios y ayuda el interesarles de nuevo en el mundo online.
Pero me estoy alejando mucho de mi idea original, aunque la verdad es que Pol me está esperando para hacer el café, así que voy al grano. ¿Cuando sale una moda la adoptáis o preferís una mentalidad más critica, y en resumen más beneficiosa para vosotros y vuestros clientes?
(Me doy cuenta que la pregunta es un crimen a la objetividad, no me lo toméis demasiado en cuenta).
Película: Beetlejuice
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