Quattro Musser es un adolescente estadounidense de 17 años. Nunca ha probado alcohol, no ha aprendido a conducir y no sale con chicas.
Tampoco ha tenido nunca un trabajo de verano. “Parece un tanto gracioso salir con chicas en la secundaria. O sea, ¿cuál es el plan? ¿Continuar saliendo durante la universidad para al final casarse? Parece poco realista”, afirma convencido el muchacho.
Dice que no conoce a nadie que quede con sus amigos únicamente con el objetivo de emborracharse: él y sus amigos dedican su tiempo libre a actividades como la escalada o las discusiones de libros.
Y este adolescente, que podría parecer una excepción, no es el único que lleva ese estilo de vida. De acuerdo con los resultados de un reciente estudio de científicos estadounidenses, cada vez más adolescentes se mantienen alejados de los ‘ritos de iniciación’ que tradicionalmente marcan la entrada a la edad adulta.
El aplazamiento de la edad adulta, en cifras
Los expertos analizaron las encuestas de 8,4 millones de jóvenes estadounidenses de entre 13 y 19 años llevadas a cabo entre 1976 y 2016. Este análisis a gran escala demostró que el número de estudiantes de secundaria que han probado alcohol, han tenido alguna cita romántica o han desempeñado algún trabajo ha disminuido significativamente en los últimos 40 años, y el cambio más radical se observó en la última década. El diario ‘Chicago Tribune’ analizó los resultados e intentó encontrar explicaciones a este fenómeno.
Es cierto que cerca de la mitad de los jóvenes todavía se comportan según el viejo patrón, pero el número de los que retrasan el paso a la edad adulta va en aumento. Entre 1976 y 1979, por ejemplo, el 86% de los estudiantes de secundaria habían tenido alguna cita romántica, una cifra que en el período de 2010 a 2015 era del 63%. Durante los mismos márgenes temporales, el porcentaje de adolescentes que alguna vez habían realizado algún trabajado remunerado cayó del 76% al 55%, mientras que el número de aquellos que había probado el alcohol disminuyó del 93% al 67%.
Esta disminución ocurrió independientemente de los factores raciales, geográficos y socioeconómicos, lo que podría indicar una tendencia mundial.
La influencia del entorno
Jean Twenge, autora principal del estudio, afirma: “La gente dice ‘eso es porque los adolescentes son más responsables, o más perezosos, o más aburridos’, pero están pasando por alto una tendencia más general”. Según ella, los jóvenes están menos interesados en las actividades asociadas con la edad adulta, como tener citas, conducir o encontrar trabajos, porque en la sociedad moderna no tienen necesidad de hacerlo.
Según una teoría evolutiva, la “estrategia de vida” de una persona se desacelera o se acelera dependiendo de su entorno, de tal manera que, mientras que la exposición a un entorno “duro e impredecible” fomenta un desarrollo más rápido, un entorno seguro y rico en recursos tiene el efecto opuesto.
Hace un siglo, cuando la esperanza de vida era más baja y menos personas tenían estudios universitarios, el objetivo era sobrevivir y no, por ejemplo, aprender a tocar el violín. Si viviéramos en aquella época, empezaríamos a tener hijos más jóvenes y tendríamos muchos hijos, que a su vez también empezarían a procrear a una edad más temprana, ya que “habría más enfermedades y menos recursos”.
“Criados con atención”
Según el antiguo modelo, llamado en el estudio ‘modelo acelerado’, un adolescente se plantearía más seriamente casarse y encontrar un trabajo estable porque ser capaz de proveer recursos sería una cualidad crucial a ojos de las potenciales parejas. Pero EE.UU. está avanzando hacia un modelo más lento, y el cambio es evidente en todo el espectro socioeconómico, señala Twenge. “Incluso en las familias en la que los padres no tienen educación universitaria (…) ha arraigado la idea de que los hijos deben ser criados con atención”, afirmó la investigadora.
Según el estudio, el aplazamiento de la entrada a la vida adulta no puede atribuirse a un aumento de los deberes y las actividades extraescolares, puesto que los adolescentes de hoy en día dedican menos horas a estas tareas que los jóvenes de los años 90. Tampoco se puede culpar a Internet o a los teléfonos inteligentes, ya que el declive comenzó antes de que estuvieran ampliamente disponibles.
Aunque el estudio no analizó a los niños menores de 13 años, Twenge dice que sospecha que el desarrollo de este ‘modelo lento’ tiene sus raíces en la primera etapa de la infancia. En las últimas décadas los padres se han vuelto más restrictivos respecto a las actividades independientes de sus hijos menores. La tendencia incluso está codificada en las leyes de algunos estados de EE.UU., que, por ejemplo, prohíben a los niños salir en público o quedarse en casa sin la compañía de un adulto.
Referencia: actualidad.rt