Quizás el debate ya esté servido, ayer mismo 19 ecólogos (que no ecologistas) publicaron un pequeño artículo en la revista nature con el fin de poner un punto de vista científico y objetivo sobre las actuales políticas de gestión medioambiental y el conservadurismo injustificado.
Lejos de las imposturas más conservadoras a nivel de gestión y conservación los autores manifiestan que aunque si es cierto que muchas especies invasoras ocasionan daños ecológicos irreparables, otras especies foráneas no representan la amenaza apocalíptica con la que normalmente están siendo vilipendiadas, o al menos, no existen datos que respalden esta afirmación.
Los autores citan que aunque es cierto que muchos ecosistemas pueden ser especialmente vulnerables (lagos o islas por ejemplo) a la intromisión de especies foráneas, en otros muchos casos los beneficios por los costes de erradicación de determinadas especies no lo son tanto si consideramos el papel que adquieren las nuevas especies en los entornos en los que se introducen y su relación beneficios/daños a la biodiversidad, la salud humana, el medioambiente y la economía.
Uno de los ejemplos que mejor citan es la intoducción en el S.XIX en EE.UU (Texas) de algunas especies del género Tamarix (tarajes), usualmente los tamarix o tarajes son más resistentes a los periodos de sequía que las plantas nativas por lo que en la década de los años 30 fueron declarados enemigos Nº 1 por los ganaderos. Posteriormente en los 70's, se declaró especie objeto de erradicación sin éxito alguno y en los últimos años (2005-2009) las administraciones americanas han gastado en torno a 80 millones de dólares en su erradicación sin éxito alguno, paradojicamente estas plantas son ahora el hábitat preferido de anidación del autóctono papamoscas de wilow (Empidonax traillii).
El artículo sigue con una serie de citas de especies "invasoras" en los EE.UU, en concreto algunas madreselvas (Lonicera sp) euroasiáticas que mantienen un status de erradicación por parte de la administración y que sin embargo no está apoyado por datos empíricos, de hecho hay estudios que demuestran que donde hay madreselvas se observa un incremento en la biodiversidad y biodensidad de ciertas aves paseriformes así como una mayor dispersión de las semillas de la flora autóctona.
Siempre me he considerado muy conservacionista en este sentido, pero sugerir que para la conservación es más importante centrarse más en las funciones de las especies, y menos en su origen, me parece un buen apunte para que nuestras administraciones tomen nota (sobre todo si la especie tuvo presencia histórica) y no hagan como en el caso de los castores reintroducidos cuya incipiente vuelta a la península se vio cercionada antes de que pudiera evaluarse su viabilidad.
La mayoría de los casos que conocemos de especies invasoras son claramente perturbadores para los ecosistemas de acogida, nadie lo duda, y por lo que he podido leer los autores tampoco defienden un laissez-faire, ni instan a que se anulen las políticas de erradicación, simplemente apuntan a una muy buena dirección, --basar la gestión en planes de pruebas empíricas sólidas y no en afirmaciones infundadas-- tal y como podría demostrarse si se analizaran en este sentido muchas especies que consideramos propias y sin embargo no lo son, como el Camaleón (Chamaleo chamaleo), el gamo (Dama dama), el muflón (Ovis orientalis musimon), y/o el faisán(Phasianus colchicus).
Referencias del artículo:
- Don't judge species on their origins. Nature Volume: 474, Pages: 153–154 Date published: (09 June 2011) Aquí.
Publicado originalmente en el Ojo de Darwin