En su momento ya hablé del karma en este blog, pero es que la K no da mucho de sí y el karma es uno de los aspectos básicos del vedismo. Y como se trata de un tema tan complejo, que engloba tantos aspectos y que darían para un libro entero, voy a centrarme esta vez en uno solo, que considero importante y que tal vez interese a mis lectores.
El karma y la pareja
Está claro que no se nos ha enseñado nada de lo que es importante (o si se ha hecho, no se le dio la forma adecuada para que lo quisiéramos oír). La educación sexual, especialmente en los jóvenes, es un aspecto de vital importancia, pero nadie nos ha enseñado o se ha preocupado de educarnos adecuadamente en nuestra adolescencia, por lo que es fácil seguir el camino de todos: básicamente el de los medios de comunicación, de las revistas, películas y series, shows televisivos. Los padres no cuentan: cuando uno es adolescente, lo último que escuchará es una voz “aburrida” de aquellos que sólo ven peligros a nuestro alrededor, la voz que infunde miedo y suena a carca y antigua.
Pues bien, como dije en uno de mis primeros artículos, el karma está ligado a nuestras relaciones más íntimas en la vida. No a los políticos o empresarios (que también, pero en mucha menor medida), sino a nuestros familiares, y en una medida algo menor a nuestras relaciones de trabajo o amigos. El karma más inmediato son nuestros padres, hermanos, abuelos, hijos, nietos… Por una u otra razón (que proviene de nuestras vidas pasadas) nos ha tocado relacionarnos tan de cerca con lo que llamamos nuestra familia. Se trata algo que no podemos cambiar: hemos nacido en un momento y lugar determinados, y no depende de nosotros que nuestros padres o hijos sean de una manera u otra.
Pero sí depende de nosotros elegir a nuestra pareja. A pesar de que también se trata de una unión kármica, o predeterminada, será nuestro nivel de conciencia el que determine si nos conviene o no estar con esa persona. Resulta que las relaciones kármicas más intensas se basan en los chakras inferiores (el chakra raíz y el sacro). Al tratarse de chakras más bajos, de donde toda la energía parte, si se crean relaciones íntimas en las que el sexo está presente, se intercambia el karma de forma intensa. De ahí que incluso un fortuito encuentro sexual con un desconocido creará una unión kármica que perdurará por años, aunque no volvamos a ver nunca más a esa persona. Es decir: a mayor cantidad de parejas sexuales, mayor cantidad de intercambio de energía kármica potente (es decir, la que se crea en los chakras inferiores, chakras que generan la energía sexual, y no es que estos chakras sean negativos en sí, pero son los que llevan una carga kármica más arraigada). Así nos puede pasar que algunas veces nos sintamos mal o tristes sin razón aparente, y lo cierto es que esto puede deberse a que la pareja sexual de nuestro pasado se encuentre así y nos transfiera su energía. No olvidemos que la vida, el mundo y todo lo que nos rodea es un intercambio de energía constante.
¿Y qué mensaje, sin embargo, nos manda el mundo en el que vivimos? Lógicamente me refiero al mundo occidental y liberal: olvídate de todo, acuéstate con quien quieras y cuando quieras, eres libre. Ah, la ansiada libertad… Escribiré sin duda sobre ella. Porque es cierto: somos libres, tan libres que hasta podemos elegir nuestra propia caída, nuestras propias enfermedades, dolores, problemas. La libertad, queridos amigos, tiene un precio. Pero el único que puede regularla somos nosotros mismos: a través del despertar de nuestra conciencia, del conocimiento… Lógicamente no todos estamos preparados. Yo, desafortunadamente, cometí mil errores de esos en mi pasado, pero tengo una excusa, que la mayoría de todos tenemos: la ignorancia. Si no sabes, si te informan mal, si crees que lo que la mayoría dice o hace es lo mejor, no vas a adivinar qué es lo correcto, cuál es la verdad.
Ahora, pasados tantos años de ensayo y error, de aprendizaje, de búsqueda (búsqueda y aprendizaje que formarán parte de mí hasta el final de esta vida y espero que también de las próximas), me doy cuenta de por qué ciertas cosas como virginidad, pureza, austeridad… todo aquello que cualquier religión defiende, tiene sentido. Lo que pasa es que vivimos en un mundo en el que se ha usado la religión como medio de control, de autoritarismo, de meter miedo. Y el ser humano huye de todo lo que sea impuesto, así los jóvenes y no tan jóvenes de hoy se proclaman abiertamente ateos y se sienten orgullosos de ello. La religión ha estado demasiado comprada por el poder, ha ejercido de poder y ha inculcado el miedo y la culpa. Pero el miedo y la culpa no dan pie al crecimiento, al progreso, a lo nuevo.
Ni yo ni nadie tiene el derecho de juzgar (aunque aun estoy en el proceso de conseguirlo). Porque para empezar, somos profundamente imperfectos en nuestro interior y en nuestros actos. Hay cosas que intento cambiar en mí y algunas las voy notando: es hora de perdonarnos y perdonar a otros. Es hora de ser más humildes y menos orgullosos. Es hora de perder el miedo y desechar la culpa que nos hunde en nuestras propias miserias. No importa lo que hayamos hecho (y si es algo realmente grave, nuestro propio karma nos encontrará), siempre y cuando busquemos cambiar, progresar, conocer. Si el dolor que hemos causado es grande, es hora de arrepentirnos. Si hemos intercambiado el karma negativo con demasiadas personas, es hora de darnos cuenta de que éste no es el mejor camino para ser feliz. Es hora de aceptar el pasado, incluso el presente, que es una mera consecuencia de nuestro pasado. Es hora de enfrentar el futuro sin miedo, con amor, gratitud, fé, bondad, confianza. Aceptarnos y aceptar a los demás no significa rendirnos. Rendirse es estancarse, es quedarse en la ignorancia, es rechazar nuestras propias emociones, es no ser honesto con uno mismo.
En mi siguiente post hablaré del karma y libertad, porque la libertad, como ya mencioné, es un arma de doble filo: puede llevarnos a vencer nuestro karma y crear un presente y futuro mejor, pero también puede llevarnos a la ignorancia, añadiendo más karma negativo al que ya tenemos.