En plena cuenta regresiva hacia las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, los hacedores de Zero Dark Thirty se desprenden de la dimensión política que siempre negaron y que sin embargo les sirvió tanto en términos promocionales durante más de un año. Por lo pronto, atrás quedaron las acusaciones mediáticas de connivencia con la administración Obama, que habría consistido en la entrega de datos confidenciales últiles a la recreación cinematográfica de la captura de Osama Bin Laden a cambio de la realización de una película solapadamente proselitista a favor del actual jefe de Estado norteamericano y de su anhelado segundo mandato. Ahora, en cambio, la estrategia de prensa pasa por pisar a fondo el acelerador del lobby oscariano.
De ahí la supuesta filtración mediática del nuevo cronograma de estrenos que la distribuidora Sony Pictures habría elaborado la semana pasada, y que The Hollywood Reporter difundió como primicia no confirmada el miércoles 24 de octubre. Al parecer, y siempre dentro del territorio estadounidense, la ficción de Katheryn Bigelow y Mark Boal desembarcaría el 19 de diciembre como estaba previsto, pero sólo en salas de Nueva York y Los Ángeles.
En una segunda etapa, el lanzamiento se extendería “a diez o doce mercados” el 4 de enero y recién abarcaría todo el espectro nacional el 11 del mismo mes: un día después del anuncio de las candidaturas a la 85ª edición de los premios Oscar y un día antes de la entrega de los Golden Globes.
Además de aprovechar el potencial publicitario de ambos galardones (evidentemente nadie duda del derecho adquirido a por lo menos una nominación y/o distinción), la gente de prensa de Zero Dark Thirty busca preservar al film de la poco estimulante competencia con los tanques del entertainment que se estrenarán alrededor de las fiestas navideñas: El hobbit. Un viaje inesperado de Peter Jackson (cuyo trailer ya se exhibe en algunas salas porteñas), This is 40 de Judd Apatow, Los miserables de Tom Hooper, Django sin cadenas de Quentin Tarantino, Parental guidance con Billy Crystal y Bette Midler, The guilt trip con Barbra Streisand y Seth Rogen.
Con el antecedente de la doble victoria de Vivir al límite en la 82ª ceremonia de los Oscar, Sony Pictures, Bigelow y Boal prefieren invertir todas sus energías en asegurar el voto de la Academia. Posicionar a TDH entre las preferencias de los espectadores y el statu quo hollywoodense parece convertirse en prioridad número uno, ahora que las brasas de la barbecue electoral norteamericana empiezan a apagarse y entonces, al menos en este caso, la discusión política deja de estar al servicio del marketing cinematográfico.