Revista Cultura y Ocio

Kurt Weill, cronista de la corte de los milagros

Publicado el 14 febrero 2010 por Sonicreducer
Kurt Weill, cronista de la corte de los milagrosSu obra más memorable, escrita entre las décadas de los veinte y treinta del siglo XX, fue pródiga en asuntos que más tarde el rock, interesado en retratar la vida en los márgenes de la moral y la ley, recogió. Sus personajes más célebres son prostitutas, padrotes, tahúres y ladrones.
En el mundo de Kurt Weill la maldad es inherente al ser humano y lo difícil, de verdad, es elegir la bondad como fórmula rectora de la existencia. Sin embargo, sus creaciones, acaso por señalar que los que conducen nuestros pensamientos y acciones son, ante todo, los demonios, exudan humor, lozanía y una vigencia que se robustece cada vez que alguien interprete “September Song”, “Alabama-Song” o “Surabaya-Johnny”.
Este año se cumplen ciento diez del nacimiento y sesenta del deceso del autor de One Touch of Venus. La oportunidad se presta, entonces, para echar un vistazo al pasado y advertir que la fusión de géneros que Weill practicó —uniendo en piezas de tres o cuatro minutos jazz, canciones folclóricas europeas y música clásica—, lo convirtió en rector de la música popular del siglo pasado y de éste, sin que su nombre, pero sí su huella, haya trascendido.
En su momento, críticos y compositores contemporáneos de Weill lo calificaron desdeñosamente por ser “demasiado moderno y atonal”. Él, por su parte, sin prever la resonancia de sus ideas, rompió moldes en el teatro musical, entonces muy cercano a la gente de la calle, otorgándole un nuevo contenido a los marcos genéricos que estaban de moda en aquellos años. Así, en La ópera de los tres centavos trazó sobre estructuras de tango los deseos sexuales y criminales de un truhán, con un fox-trot acotó la impotente ambición de un criminal en su celda y consiguió que en una canción de dulce armonía, una voz femenina, igualmente melosa, cantara con júbilo sobre bombardeos, venganza y genocidio. Luego de eso, West Side Story parecería un juego de niños.
Tales hallazgos encontraron lamentablemente un dique de contención y de intolerancia cuando el 31 de enero de 1933, Adolf Hitler asumió el poder máximo en Alemania. Junto a Berthold Goldschmidt, Stefan Wolpe, Alexander Zemlinsky, Franz Schreker, Paul Hindemith y Erwin Schulhoff, entre otros, Kurt Weill recibió un nuevo epíteto: el de hacer “música degenerada” (entartete musik), con su consiguiente proscripción en salas de concierto, salones de baile, cabarets y cafés.
Para unos llegó el exilio y para los más desafortunados la muerte en los campos de concentración. Weill permaneció dos años en París y luego radicó, hasta su deceso, en Nueva York, donde le dio un nuevo carácter al teatro musical que alumbraba todo Broadway.

Kurt Weill, cronista de la corte de los milagros En la imagen: Weill con Lotte Lenya, musa e intérprete

Hoy, los hijos espirituales de Kurt Weill abundan. El que más sombras porta (Bobby Darin, domesticado intérprete emergido tras que Elvis Presley se fue a cumplir con el servicio militar) puede incluso jactarse de haber sido el primero que le dio a “Mack The Knife” un primer lugar en las listas de popularidad. Luego llegaron Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Lalo Guerrero (su versión a “Mack The Knife, traducida certeramente como "Macario El Carnicero" es una obra maestra por la fidelidad de su espíritu) Judy Garland, The Doors, Judy Collins, Tony Bennett, Nina Hagen, Liza Minnelli, Bette Midler, Marianne Faithfull, Lyle Lovett, Miguel Ríos, Ana Belén, Stan Ridgway, Nina Simone, Jessye Norman, Elvis Costello y Ute Lemper.
Si uno es asiduo a la música que se asoma, con vértigo, al foso más oscuro del ser humano, bien merece atención el primer autor que con canciones memorables indicó qué hondos son esos abismos.
Addenda: El sábado 20 y domingo 21 de febrero, de 13:00 a 15:00 horas, el autor de este blog y Jaime Zarzosa ofrecerán en el programa In Crescendo, de Amigos de la Música, en el 102.9 de FM, en Cuernavaca, Morelos, un repaso a la obra de Kurt Weill.


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