Revista Coaching

L de LIBERTAD

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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Ser libre no es únicamente romper las cadenas, sino vivir de una manera que respeta y realza la libertad de otros (Nelson Mandela)

Quien no se arrodilla antes Dios, termina arrodillándose ante los hombres (Fyodr Dostoievski)

El hombre deja de ser libre cuando deja de creer en su libertad (Giacomo Casanova)

Como lo decía mi anterior artículo, el karma se ha considerado siempre lo opuesto a la libertad o al libre albedrío. El karma es lo que tiene que ser, lo que está preparado, la misión que hemos venido a cumplir en esta vida. Pero cuando hablo del karma, algunos me preguntan: ¿entonces todo está prefijado, no hay nada que podamos hacer? Y se frustran, imaginando nuestra triste existencia en la que todo se guía según un orden preestablecido, donde hagamos lo que hagamos, nos sentimos atrapados por nuestras propias cadenas o las leyes férreas del universo: el maldito karma.

No es así, les replico. En el universo hay un equilibrio que es necesario para que la justicia se haga de forma que tal vez ni siquiera seamos capaces de percibir, pero hay un componente de libertad, de elección. Como seres racionales que somos, a diferencia de las plantas o incluso animales, podemos decidir. Y ésta viene a ser nuestra mayor ventaja y a su vez el mayor inconveniente.

Somos libres para progresar, para aprender, para preocuparnos por crecer y hacer el bien. Somos libres de sentirnos felices y superarnos incluso cuando las circunstancias de la vida nos muestran su cara más trágica. Pero también somos libres de degradarnos, de hacer el mal, de rechazar, guardar rencor, contraer enfermedades que ni siquiera nos venían dadas…

Es difícil, claro está, saber dónde termina el karma y dónde comienza nuestra libertad. Como seres humanos que somos, hemos venido a este mundo por una razón, bien sea a hacer felices a otros, a dar vida a generaciones futuras, o bien a exculpar nuestros pecados y pagar el precio de otras vidas mal llevadas. Pero seguimos teniendo el componente de libertad.

Porque lo más destacable de la libertad, es que ésta está relacionada con nuestra conciencia. No es la libertad del cuerpo, si no, ya podíamos haber nacido como animales para dar rienda suelta a nuestros instintos. Y no es que haya que menospreciarlos, pero entender que hay algo que prevalece, que está por encima de ellos: nuestra conciencia, nuestra razón, algo que nos hace diferentes, algo que nos permite progresar y crear, algo profundamente valioso y perfecto, que sólo puede tener un sentido: hacer felices a los demás, a través de la creación de nuestra felicidad propia.

Como ejemplo, tengo ante mis ojos a una antigua compañera de trabajo de Alemania que perdió a su marido por una enfermedad incurable hace no mucho. Ambos no tendrían más de 30 años y se habían casado hace tan sólo un año. Me llamó la atención su fortaleza, el ser capaz de compartir con todos en su muro de facebook todo lo referente al fallecimiento y el funeral de su marido, el seguir posteando y compartiendo fotos de ambos, semanas después de una pérdida irreparable, que sumiría en la desesperación más profunda a la gran mayoría. Al principio me chocó su actitud, pensé que yo no sería capaz de actuar de esta manera. Después me pareció admirable lo fuerte que puede llegar a ser el ser humano, la grandeza que hay en él, la capacidad de afrontar y superar situaciones límite y no caer, sino levantarse y seguir avanzando.

Ésta es nuestra libertad. Y es admirable. No la libertad que muchos podrían entender por libertinaje, por el haz lo que quieras sin más, sin pensar en las consecuencias. O la supuesta libertad de robar, de ser violentos, de hacer daño a los demás o a sí mismos. La libertad, como dijo el recientemente fallecido Nelson Mandela, no es únicamente romper las cadenas, sino vivir de una manera que respeta y realza la libertad de otros.

Y también es libertad entenderse uno mismo, conocerse, acercarse a su naturaleza espiritual, y aquí subrayo otra frase de un escritor ruso de todos los tiempos, Fyodr Dostoievski: El que no se arrodilla ante Dios, termina arrodillándose ante los hombres. O dicho de otra manera: el que reniega de la espiritualidad, acaba siendo esclavo de otros o incluso de su propio cuerpo o mente. La verdadera libertad está en liberarse de las ataduras materiales… labor compleja, pues vivimos en un mundo material. La única manera de ser libre, dicen los Vedas, de vencer nuestro karma, es practicando la vida espiritual. La libertad es liberarnos de las ataduras, materiales y emocionales.

Y para terminar, añado una frase más, que en apariencia tiene muy poco que ver con el mundo espiritual, porque fue pronunciada por el archiconocido aventurero y mujeriego Giacomo Casanova: El hombre deja de ser libre cuando deja de creer en su libertad. Frase que al parecer utilizó cuando estuvo recluido en una cárcel. Me gusta esa idea porque nos transmite que estés donde estés, si quieres, puedes sentirte libre, porque tu libertad es tu voluntad, es tu propósito, independientemente de las circunstancias externas que te rodean. Tu libertad es tu propio ser, es decidir que puedes ser feliz aquí y ahora, es tu conciencia, es lo que te hace humano.


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