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LA AMÉRICA DE EDWARD HOPPER - Sin cordones

Por Loscriticones
LA AMÉRICA DE EDWARD HOPPER - Sin cordones

En cierta ocasión participé en un sencillo test de sensibilidad para bestias junto a otros chimpancés. Ellos y yo sólo mostramos señales de aguda emoción frente a cuadros de Edward Hopper con lo que quedó confirmado que ellos eran gente seria, que yo era un animal y que Hopper es un genio.

Y la tal Eva Hibernia ha elegido precisamente su pintura para encarrilar una obra de teatro, idea que me parece desde el principio muy simpática. Lo primero es recrear los celebérrimos ambientes y luces hopperianas: éxito inmediato alcanzado desde la primera escena y con una escenografía sencilla, transportable, barata, cómoda y modular, muy ikea. Bien por la Hibernia y el teatro posibilista (la pasta y el arte con frecuencia viajan en vagones separados).

En la obra sólo participan dos actores (de nuevo la convierte en modular, barata, transportable etc bien ) que representan algunos personajes más y plantea, gracias a dios (o sea a Valle) un teatro auténticamente contemporáneo, es decirse, fragmentario, arborescente, fractal, en el que los tiempos avanzan y retroceden simultáneamente, en el que las cosas ocurren en el presente, en el pasado y en el futuro, en el que los géneros se mezclan y se hibrida el teatro con la poesía, el cuento, el cine y la música. Se trata de una obra en que la reflexión probablemente apunta a la construcción del yo, de la individualidad, del peso de la infancia (Hibernia es argentina “marcándote el camino”, ya sabés), del paso del tiempo, el personal y el histórico, de la evasión y de la reclusión en la realidad o en la imaginación.

Bien por todo ello, sin embargo, no dejaré de reconocer que a la entrada del teatro deberían hacer como en Alcalá Meco donde a los visitantes no les dejan entrar con cordones y objetos cortantes, ya saben, pillé a una octogenaria, vecina de butaca, intentando hacerse con los míossin duda para acabar con su sufrimiento. Pobre, la cacé a tiempo, yo los necesitaba tanto como ella. El caso es que a mitad de la obra no esperas nada más de la vida y deseas acabar con todo mordiéndote las uñas y devorándote por las falanges, deseas que descarrile el teatro, el planeta y la galaxia para poder bajarte y terminar ya, cuanto antes… querido lector, lo que quiero decir es que a lo mejor la obrita se te hace un punto larga, embrollada, caótica, absurda, llena de incomprensibles tránsitos entre acentos que pretenden ir del porteño al castellano pero que con frecuencia acaban en Cantinflas explicándote un chiste, peceras en las que cae un llave (oh!), guantes semióticos, letras flotantes… digamos que alguien por ahí se ha metido una sobredosis de psicoanálisis y no quiero señalar…

Es así el arte, como la línea: para lucir hay que sufrir, hay que arriesgarse a escribir y montar otro teatro y sobre todo hay que arriesgarse a verlo (osadía notable en ocasiones, siempre sin cordones). Pero que no quepa duda de que existe público y crítica a los que les ha gustado la experiencia completa… y no todos consumen tantas drogas.

ARM

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