Ayer veíamos dos escenas (una de “Rey de Reyes” y otra de “Jesús de Nazaret”) que ponían de manifiesto cómo pudo desarrollarse la amistad entre estas dos mujeres: la Madre de Dios y la primera que vio a Jesús resucitado. Hoy quiero compartir con vosotros dos escenas de la miniserie “Jesús” que apuntan en otra dirección más emotiva, y en la que la Virgen toma claramente la iniciativa.
La primera escena narra el encuentro de las dos. Vemos el final de uno de sus discursos ante la multitud. Una mujer exclama conmovida: “Bendito el vientre que te llevó y el pecho que te alimentó”, y Jesús responde: “Benditos sean aquellos que escuchan la palabra de Dios y la obedecen” (Lc 11, 27-28). Esto podría parecer un desaire hacia su Madre, una ocasión desaprovechada para lanzar un piropo a María; y así lo cree María Magdalena, presente en ese discurso. Cuando, en la siguiente escena, se encuentran por primera vez en un fuego de campamento, por la noche, María le sorprende por su bondad y su confianza. La Magdalena confiesa ser “una ramera”, pero la Virgen sonríe y le dice: “Yo no juzgo”. Aquella manifiesta su temor ante Jesús (algo extraño emana de su interior), y la Virgen le hace ver que “eso es porque… en su interior hay algo más grande que en ningún hombre”. Y le invita a dar un paseo que, indudablemente, cambiará su vida…
La segunda escena acontece poco después. María Magdalena sigue a Jesús, pero a escondidas. María la ve y sale a su encuentro para presentársela a Jesús; y acontece un diálogo que sella su definitivo compromiso de seguirle. Porque Jesús le hace ver que le conoce y que le ha perdonado, y ella se siente al fin libre. Como decía san Josemaría, “A Jesús siempre se va y se vuelve por María”. Este pasaje es un buen ejemplo de ello…
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El lunes comentaré la amistad entre María y la Magdalena en la película que mejor lo ha reflejado: “La pasión de Cristo”, de Mel Gibson, con la que cerraré esta pequeña trilogía.