Revista Expatriados
El 1 de abril de 2012 tuvieron lugar elecciones parciales en Birmania. Por primera vez en más de 20 años Aung San Suu Kyi y su Liga Nacional por la Democracia pudieron hacer campaña electoral en libertad. Los resultados fueron apabullantes: de 46 escaños en ambas cámaras del Parlamento que se disputaban, la LND conquistó 41, dos fueron para otros dos partidos y los tres restantes quedaron vacantes. Pero en política toda victoria tiene su lado oscuro. Ahora Aung San Suu Kyi debe realizar uno de los ejercicios políticos más complicados que hay: pasar de ser un símbolo nacional a ser una líder política más.
Durante 20 años Aung San Suu Kyi fue el símbolo de lademocracia y la libertad en Birmania. Pagó ese simbolismo con su libertad: estuvo detenida durante más de 15 años, la mayor parte del tiempo sometida a arresto domiciliario y en la última etapa con sus contactos con el exterior muy restringidos. Era una situación peligrosa que exigía mucho coraje y Aung San Suu Kyi lo tuvo. Pero también era una situación poco complicada, una situación de blancos y negros, donde los mensajes y los objetivos estaban claros. Ahora que Birmania está en plena transición y tiene un Presidente que no es un demócrata, pero tampoco es un dictador, Aung San Suu Kyi debe moverse en un terreno lleno de grises. Es decir, tiene que convertirse en una política al uso con lo que eso implica de componendas, de bandearse en situaciones donde todo no es enteramente bueno ni malo, de estrechar la mano de tipos infumables, pero que puede que estén defendiendo coyunturalmente lo mismo que tú… La pregunta es: ¿está logrando Aung San Suu Kyu realizar esa arriesgada transformación en líder política? ¿O está haciendo eso que hacen los políticos tan a menudo: cagarla?
Yo diría que en términos generales está pasando el examen con nota alta, aunque ocasionalmente la cague. Eso sí, ya querría yo que nuestros políticos tuviesen cagadas de la magnitud y frecuencia de las suyas.
Su primer acierto fue aceptar la mano que le tendía el Presidente Thein Sein y reunirse con él en agosto del año pasado. Dadas sus experiencias con la anterior junta militar, Aung San Suu Kyi hubiera estado autorizada a cerrarse en banda, pero optó por darle un voto de confianza. Al término de su encuentro, Aung San Suu Kyi declaró que Thein Sein quería un cambio positivo y real. Es decir, optó por confiar en el Presidente y puso su prestigio en juego para contribuir a los cambios que Thein Sein estaba introduciendo en el país. No es casualidad que poco después de esa entrevista, durante el otoño de 2011 los países occidentales comenzasen a enviar delegaciones de alto nivel al país.
El Presidente Thein Sein convocó elecciones parciales para el 1 de abril de 2012. Aung San Suu Kyi hubiera podido enrocarse, recordando que ella había ganado abrumadoramente las elecciones de 1990, cuyos resultados el régimen no respetó, o sacando a colación las irregularidades que acompañaron a las elecciones de noviembre de 2010. La apuesta era arriesgada: participando, confería legitimidad a las elecciones e incluso ponía en peligro la unidad de su partido, porque no todos los veían tan claro. Optó por creer en Thein Sein, renunciar a la legitimidad que le daba su victoria de 1990 e integrarse en el nuevo juego político. La apuesta le salió bien.
Tras las elecciones parciales de abril, se ha convertido en la líder del principal partido de la oposición y, por el momento, es la persona con más probabilidades de ganar las elecciones previstas para 2015. Prometedor. Pero tiene que caminar por el filo de la navaja. Muchos siguen viendo en ella al símbolo, sin darse cuenta de que ha tenido que bajar al terreno sucio de la política. No pocos de éstos quedarán defraudados. La propia Aung San Suu Kyi, que durante tantos años tuvo claro quién era el enemigo, descubrirá pronto que en política los amigos son más peligrosos que los enemigos. El desafío ahora para ella es mantener su capital de simpatía tan intacto como pueda hasta 2015.
En los meses que han pasado desde las elecciones parciales, Aung san Suu Kyi ha dado muestras de prudencia y de realismo, así como de su disposición a colaborar con el Presidente Thein Sein para sacar adelante las reformas. En septiembre de 2012 viajó a Washington, abogó por el levantamiento de las sanciones y no dudó en reconocer los méritos del Presidente Thein Sein y del Ministro de la Presidencia Aung Min. Asimismo ha procurado desarrollar buenas relaciones con el Presidente de la Cámara Baja, Shwe Mann y se ha mostrado dispuesta a trabajar con él.
En el lado de las cagadas, la principal, que ha sido apuntada por todos, ha sido la manera en que se la ha cogido con papel de fumar en la cuestión de los rohingyas. Aquí la Aung San Suu Kyi birmana y que responde a un electorado birmano, ha podido con la Aung San Suu Kyi defensora de los Derechos Humanos. La primera muestra de que Aung San Suu Kyi está dejando de ser un símbolo para convertirse en una política. Para bien y para mal.