El día de ayer se celebraba el día Mundial de la Ayuda Humanitaria, y por eso hemos querido profundizar en la experiencia vivida por alguien que ha estado en muy diferentes terrenos proporcionando esta ayuda que responde a necesidades básicas y de emergencia.
Recogemos así el testimonio de Pascual Caballero. Él es pediatra en Médicos sin Fronteras, y desde 2007 ha trabajado atendiendo situaciones de emergencia en países como Kenia, Haití, Somalia, Etiopía, Níger, Madagascar, India, Sudán del Sur, Sierra Leona, Swazilandia, Uganda, siempre en el contexto de una situación de emergencia. Actualmente trabaja en Guinea Bissau y da servicio a la plataforma on line de telemedicina de MSF.
¿Qué diferencia hay entre la cooperación internacional y la ayuda humanitaria?
La cooperación es la colaboración gubernamental a medio-largo plazo en diversos ámbitos de desarrollo: agricultura, educación, economía, transporte, sanidad…
Por otro lado, la ayuda humanitaria tiene un enfoque especialmente sanitario, y a corto plazo, incluyendo emergencias. En MSF hay un enorme aparato logístico necesario para ofrecer y garantizar una estructura donde puedan trabajar los equipos médicos, en 4 tipos de escenarios:
- Catástrofes naturales, como terremotos, sequías, inundaciones o tsunamis.
- Conflictos armados, causados por el hombre.
- Colectivos desatendidos: es el caso de los flujos migratorios en Europa (Grecia, Los Balcanes…) con refugiados no sólo procedentes de Siria, Irak y Yemen sino también desde países subsaharianos. Ahora están llegando muchas pateras a las costas andaluzas porque se ha dificultado el flujo por los Balcanes o la vía libio-italiana. Las personas buscan salida a la muerte, y la solución no es poner vallas. Lo ideal sería parar los conflictos en origen, y abrir vías seguras. La gente huye desesperada de la guerra, la violencia y la miseria, y va a seguir viniendo pese a las barreras, las concertinas o los vetos en el Mediterráneo.
- Enfermedades olvidadas: malaria, Chagas, enfermedad del sueño, leishmaniasis, tuberculosis, SIDA… Son enfermedades ya erradicadas o controladas en los países desarrollados, pero que afectan terriblemente a países con pocos recursos.
¿Cuál es tu papel y tu misión cuando vas a trabajar al terreno?
En realidad, el 90% del personal que trabaja en la organización son nacionales del país donde estamos trabajando. Los internacionales que acudimos ofrecemos nuestro conocimiento técnico en apoyo a los compañeros nacionales, pero también realizamos labores de gestión, supervisión y formación.
¿Cómo ha sido tu experiencia durante este tiempo?
Cada misión en terreno o en oficina te aporta algo diferente, pero destacaría que cuanto más exigente es un contexto y las necesidades son mayores, al tú dar todo lo que tienes, el proyecto te devuelve aún más.
Por ejemplo, en 2012 Níger tuvo una enorme epidemia combinada de malaria y malnutrición aguda. Era el único pediatra de un hospital con 400 niños, con sólo 6 médicos nacionales para hacer 100 ingresos diarios. Enfermería daba 80 ó 90 altas, y morían de ocho a diez niños diariamente.
Cada mañana al llegar veíamos dos o tres cuerpecitos envueltos durante el turno de noche en esas sábanas coloridas africanas. Presenciar tanto sufrimiento y muerte de recién nacidos y de niños es complicado para los sanitarios y para la comunidad. Fue un reto enorme para todos.
Durante meses, trabajamos sin apenas descanso. Sin embargo, fue de los proyectos que más aprecio y recuerdo pues ante tanta carga de trabajo, dolor y muerte respondimos como equipo con solidaridad, ilusión y esfuerzo, y me hizo crecer mucho a nivel profesional, personal y emocional.
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