Primer acto.
Se abre el telón. Noche madrileña. Grupo de amigos a la puerta de un garito que se llama "Granjero busca campero". Charlan animadamente, tras comerse unos bocadillos después de disfrutar un concierto.
–¿Qué hacemos?
–Pues yo tengo sueño.
–¿A casa?
–¿A CASA? Pero si son las 12. ¿Cuántos años tenemos? ¿16?
–Peor Moli, tenemos casi 50.
–Eso seréis vosotros.
–A casa. ¿Te vienes? ¿Compartimos taxi?
–Claro, no me voy a quedar aquí a hacer amiguitos en los bares.
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Segundo acto.
Interior taxi. Pareja de amigos y nuestra heroína. Actor secundario: taxista.
–Joder, qué lamentable. Las 12 y a casa –se lamenta la heroína.
–Bueno, es que nosotros mañana tenemos que blablablablá.
–Ya, ya. Bueno, pues visto lo que he visto, cuando llegue a casa me tomo una copa.
–¿Tienes bata de beber?
–¿Bata de beber? ¿Qué dices? ¿Qué es eso?
–Hombre, una bata de beber. De toda la vida –comenta el taxista.
–Pero oiga, ¿CÓMO QUE UNA BATA DE BEBER?
–Claro, una bata de beber, la copa y gatos –insiste.
–Pero vamos a ver, ¿TENGO PINTA DE TENER BATA DE BEBER?
–No, pero es que no funciona así. Primero tienes pinta normal, luego te pones la bata y te mimetizas con ella.
–Jajajajajaja. ¿Has visto Moli? –los amigos de la heroína se descojonan.
–Vamos a ver. Vamos a dejar las cosas claras. Yo no tengo bata de beber. Tengo unos vaqueros mugrientos que se me caen y una sudadera gris de NY con los que me fantaseo medianamente sexy en el improbable caso de que alguien llame a la puerta y yo abra con una copa en la mano.
–No, no. Nada de vaqueros y sudadera. Bata de beber con manchas.
–Jajajajaja –el coro se descojona.
–Pero oiga, ¿en qué momento además de tener bata de beber la tengo con manchas?
–Es por los gatos.
–¿Qué gatos?
–Jajajajajajaja. Menos mal que no te has quedado haciendo amigos, nos hubiéramos perdido esto.
–Hombre, bata de beber y gatos. De toda la vida.
–Oiga, a este paso voy a terminar diciéndole que pare en cualquier bar solo para tomarme un sol y sombra dando un golpe en la barra y quitarme esa imagen de mi misma como Mrs. Ropper con permanente, redecilla y gatos.
–Y la bata de beber.
–Bueno Sue Ellen, nosotros nos bajamos aquí. Mándanos una foto al wasap con tu bata de beber.
–Iros un poquito a la mierda...
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Tercer acto. La heroína se queda sola con el taxista.
–Oiga, nosotros no éramos así. Es que estamos mayores.
–Ya, yo también.
–¿Tiene usted bata de beber? JA.
–Pues casi pero es que ya me he retirado de beber. Ha sido cumplir los 30.
–¿LOS CUÁNTOS?
–30.
–Jajajajaja, vale...
–¿Y esas risas?
–Nada, nada. Es aquí. Mil gracias. Me voy con mis gatos imaginarios y mi sudadera de Nueva York.
–Y la ba..
–Ni una palabra más sobre la puñetera bata de beber.
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Interior dormitorio. Nuestra heroína lee en la cama, se le cierran los ojos, el libro se le resbala de las manos. Consigue recobrar la conciencia lo suficiente para dejar el libro en la mesilla, apagar la luz y girarse mientras piensa: A Dios pongo por testigo que jamás tendré una bata de beber.
Fundido a negro sobrio.