Revista Cultura y Ocio

La caída de Saigón (1)

Publicado el 05 enero 2014 por Tiburciosamsa

La caída de Saigón (1)

El mejor libro sobre los últimos meses de la República de Vietnam del Sur es “La caída de Saigón” de Olivier Todd. En el prefacio Todd reconoce que de alguna manera escribió el libro para purgar su culpa. 
Todd cubrió la guerra de Vietnam desde 1965 para “Le Nouvel Observateur”. Todd describe así lo que él y otros periodistas creían en aquellos años: 

“…Sin discernir que era una creación de Hanoi, tomaba al Frente de Liberación Nacional en el sur (…) por una tercera fuerza.

Nuestra percepción del régimen de Hanoi rozaba lo angelical, y la del gobierno de Saigón la demonología. Sin embargo, sin admitirlo, sabíamos que el primero era totalitario y el segundo autoritario. No tomábamos al Tío Ho [Ho Chi Minh] por el Espíritu Santo, pero sí que tomábamos a Nguyen Van Thieu, último presidente del sur, casi por Lucifer…”

A Todd se le quitó la venda de los ojos en 1973 cuando pudo visitar una zona controlada por el Gobierno Revolucionario Provisional, la reencarnación del FLN. Lo esencial es que se trató de una visita imprevista y los guerrilleros comunistas no habían preparado la aldea-escaparate y los eslóganes en los que eran tan duchos. Entonces Todd se dio cuenta de que el GRP no era más que la marioneta de Hanoi y que todos los discursos sobre la reconciliación estaban vacíos. El objetivo último era la absorción del norte por el sur y la instauración de un régimen comunista como el que existía en el norte. 

El final de la República de Vietnam del Sur comenzó el 6 de enero de 1975, cuando el ejército norvietnamita conquistó Phuoc Long, una capital provincial 115 kilómetros al norte de Saigón. Se trataba de la violación más grave de los Acuerdos de Paz de París de 1973 por parte de Vietnam del Norte. Aunque entonces no se advirtiera, la caída de Phuoc Long fue el momento decisivo en el que podía haberse salvado Vietnam del Sur. Vietnam del Norte había planificado la conquista de Vietnam del Sur en dos campañas militares, la primera a realizar durante la estación seca de 1975, la debilitaría; la segunda, a realizar en 1976, le daría la puntilla. Lo importante de Phuoc Long es que serviría para comprobar cuán lejos estaba EEUU dispuesto a llegar para hacer que se respetaran los Acuerdos de Paris. Si EEUU mandaba los B-52 y les daba una manita de hostias, malo. Habría que repensar toda la estrategia. Pero si EEUU no reaccionaba ante una violación tan grosera de los Acuerdos de Paris, eso equivaldría a haber recibido un cheque en blanco para pasárselos por el forro. Ocurrió lo segundo. EEUU no reaccionó.

EEUU había salido escaldado de Vietnam. Los Acuerdos de Paris le habían permitido disfrazar su derrota con algo que parecía un empate honroso. El establishment de Washington lo último que quería era volver al avispero vietnamita. Además, entre 1973 y 1975 se habían producido el Watergate y la dimisión de Nixon. El Watergate había mostrado que el Presidente había acumulado demasiado poder entre las manos y el Congreso estaba ansioso por cortarle las alas a la Presidencia. Nixon era un cabrón, pero un cabrón con dos huevos que entendía lo que era la razón de estado. Si Nixon hubiese estado en el poder en enero de 1975, habría enviado los B-52. Pero no estaba. En su lugar estaba Gerald Ford, ese presidente del que decían que no podía caminar y mascar chicle al mismo tiempo porque no tenía suficientes neuronas en el cerebro como para poder realizar dos acciones tan complicadas simultáneamente. El director de la CIA William Colby determinó que lo de Phuoc Long no había sido una operación militar de envergadura, es decir, que no hacía falta enviar los B-52. Justo lo que todos en Washington, menos quizás Kissinger, estaban deseando escuchar.

Durante todo el libro uno percibe que los norvietnamitas sabían mucho más sobre la manera de pensar y de proceder de los norteamericanos que éstos de aquéllos. Ya puestos, los norvietnamitas conocían mejor a los norteamericanos que sus aliados survietnamitas. El Presidente survietnamita Thieu creyó hasta el final que los norteamericanos intervendrían. ¿La base de esta creencia? Algunas cartas que Nixon le había enviado entre 1972 y 1973.

En una, por ejemplo, Nixon le dijo: “…Puede estar completamente seguro de que seguiremos proporcionando a su gobierno el apoyo más completo, incluida una ayuda económica prolongada y toda la ayuda militar conforme a los arreglos del alto el fuego (…) Puedo asegurarle que consideraremos toda falta por su parte a la palabra dada de la manera más grave y tendrá las consecuencias más serias…”

Thieu no comprendió que el sucesor de Nixon podía no sentirse vinculado por las promesas de su predecesor. Tampoco comprendió que después del Watergate el Congreso se había vuelto más vigilante en cuestiones de política exterior, sobre todo si implicaban compromisos militares. Finalmente, no se dio cuenta de que la maquinaria legislativa norteamericana es extraordinariamente pesada y lenta y que es tanto más lenta cuanto más importante y urgente es la acción que sobre la que debe decidir. 


Vietnam del Norte jugaba con otra ventaja. EEUU es una sociedad abierta y entre la información que le pasaban las Embajadas de otros países comunistas residentes de Washington y las noticias de la prensa, Hanoi tenía una idea más ajustada de lo que pensaban y lo que podían hacer los norteamericanos, que éstos la tenían de las intenciones norvietnamitas. Un pequeño ejemplo: durante algo más de dos meses los norvietnamitas fueron capaces de ocultar que su Comandante en Jefe, el General Van Thien Dung, no estaba en Hanoi, sino que se encontraba en Vietnam del Sur mandando las tropas norvietnamitas en campaña. Un general norteamericano medianejo habría tenido problemas para irse a comprar tabaco sin que se enterase la prensa y lo publicase.


Sun Tzu decía que el enemigo no debe saber dónde voy a atacar, porque eso le obligará a poner defensas en todas partes y, por consiguiente, a no ser fuerte en ningún sitio. Los norvietnamitas consiguieron convencer a los survietnamitas que su objetivo más probable sería Pleiku, que había sido el cuartel general de los norteamericanos en las tierras altas, aunque también podría ser Kontum un poco más al norte, o incluso Ban Me Thuot al sur. El objetivo real era Ban Me Thuot, una capital provincial con 150.000 habitantes ubicada en el centro de las tierras altas. Los norvietnamitas la atacaron con una superioridad numérica aplastante. En unas pocas horas del 10 de marzo la conquistaron.


La pérdida de Ban Me Thuot mostró a Thieu que las cosas ya no eran como en 1972 en que fue posible derrotar un intento de invasión norvietnamita. Ahora los norvietnamitas tenían armamento más moderno y habían mejorado sus tácticas y su coordinación entre ejércitos. Los survietnamitas, en cambio, ya no contaban con el paraguas de la aviación norteamericana. Pero peor que eso era que a los survietnamitas les faltaba confianza en sí mismos. Se habían acostumbrado a depender de los norteamericanos y ahora que les faltaban, dudaban de si estarían a la altura del desafío norvietnamita. 


Thieu concibió entonces una estrategia que no era descabellada: abandonar las regiones militares 1ª y 2ª al norte, para concentrarse en el sur del país, en el denominado “Vietnam útil” que albergaba la mayor parte de las riquezas y de la población. Se mantendrían algunas cabezas de puente en la costa, Da Nang, Hué y Chu Lai, con la idea de que en el futuro pudieran servir de plataformas desde las que reconquistar el país. Frente a un Vietnam del Norte con más divisiones que el Sur, esta estrategia defensiva parecía correcta.  


El General Phu fue el encargado de organizar el repliegue de la II región militar. Sobre el papel su plan no era malo: el repliegue hacia Tuy Hoa se produciría por etapas a lo largo de cuatro días. La ruta de escape sería la antigua carretera colonial 7B, una carretera estrecha y mal mantenida. La ejecución del plan resultó un desastre.


La víspera de la evacuación la BBC y la Voz de América la anunciaron a quienes quisieran enterarse. Entre éstos estuvo el Vicepresidente Khiem, al cual su jefe no le había puesto al corriente de lo que se preparaba. Cuando la evacuación comenzó, se advirtió que el General Phu no se había preocupado por comprobar el estado de la carretera. Llena de baches y con puentes impracticables, la carretera se acabaría convirtiendo en una ratonera. Para empeorar las cosas, al repliegue militar se unió la desbandada de los civiles, embotellando la ruta y haciendo que las unidades perdieran su cohesión. Lentamente la desmoralización y el desánimo se fueron adueñando de los soldados survietnamitas y la evacuación se convirtió en huida. 


Hostigados por los
norvietnamitas, los últimos miembros de la columna llegaron a Tuy Hoa el 25 de marzo, seis días después de lo previsto. De 250.000 civiles que emprendieron la marcha, sólo llegaron a Tuy Hoa 60.000. En la retirada el Ejército survietnamita perdió una brigada blindada y siete regimientos. También perdió la moral y ésa ya no la recuperó.

Al General Truong, bastante más competente que Phu, le correspondió evacuar la I región militar, la más norteña y constituir los tres enclaves fortificados de Hué, Da Nang y Chu Lai. Aquí también las cosas se torcieron desde el principio. Para empezar, Truong descubrió que las fuerzas norvietnamitas a las que debía enfrentarse como poco le doblaban en número. Aunque casi peor que los norvietnamitas era la incompetencia del Presidente Thieu, empeñado en creerse un Napoleón y en microgestionarlo todo. Thieu por lo pronto no sabía si había que crear dos o tres enclaves en el norte. La realidad le vino a sacar de dudas: no había tropas suficientes para defender Hué.  Luego también dejó caer la idea del enclave de Chu Lai. El único que habría en el norte sería Da Nang:


…Veréis, Da Nang será nuestro Stalingrado. Incluso mejor porque es más fácil de defender y de abastecer.
Thieu se lía con las comparaciones, olvidando posiblemente que los alemanes asediados en el enclave de Stalingrado fueron vencidos.”


Mientras en el norte se jugaba el destino de la República de Vietnam del Sur, Thieu dedicaba lo mejor de su tiempo a realizar declaraciones altisonantes (“movilizar todas las fuerzas vivas de la nación”; “dar órdenes al ejército de resistir en el sitio hasta la muerte en lo sucesivo”) y a preparar un cambio de gobierno. Thieu esperaba que las últimas derrotas galvanizasen a la población, le atrajesen a los tibios y reforzasen la voluntad de resistir. 


Transcribo el siguiente párrafo que creo que transmite muy bien el caos en el que se desarrollaban las operaciones militares survietnamitas:


Thieu está convencido de que Truong le dijo que no se podía hacer otra cosa más que conservar Hué, porque la carretera costera n°1 entre Hué y Da Nang está cortada. El Presidente habría dado la orden de evacuar Hué porque a Truong le fallaba la confianza. El general al mando de la 1ª división a su vez habría abandonado Hué, sin avisar a Truong a Vien o a Thieu. Unos y otros se pasan la responsabilidad por las órdenes, las contraórdenes y las reacciones en cadena provocadas.”


En este caos, incluso mantener un único enclave en Da Nang se revelará imposible. Cuando el general Truong llega a Da Nang se encuentra con que faltan los alimentos, la población civil es presa del pánico, los soldados están desmoralizados y sólo piensan en subsistir. Para colmo el 27 de marzo empieza el bombardeo de los norvietnamitas. Viendo que no puede establecer un cordón defensivo en torno a la ciudad, Truong opta por tratar de sacar de la ciudad todas las unidades que aún sean operativas para que puedan participar en la defensa de Saigon. Al final logrará sacar a 16.000 soldados de la ciudad. El 30 de marzo cae Da Nang en manos de Vietnam del Norte. A Vietnam del Sur le queda justo un mes de vida.


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