En un acto presidido por una bandera republicana, Antonio Romero presentó su libro de memorias en el Ateneo de Madrid acompañado de muchos amigos, camaradas de partido, adeptos y republicanos varios. Allí estuve para acompañarlo y estrecharle la mano una vez más. Antonio nunca defrauda. Sus intervenciones son las más divertidas que he escuchado en un político a lo largos de mis ya treinta años largos de carrera periodística. Si a eso le añadimos que es una de las personas más dignas e íntegras que conozco (dentro y fuera de la política) y es de una humildad y afabilidad prácticamente desaparecidas hoy día del planeta Tierra, no tengo más remedio que añadir, entonces, que es una de las mejores personas que conozco.
A la presentación de "Memorias de Antonio Romero, un jornalero en los secretos del Estado", como estaba anunciado, acudieron el coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara; el secretario general del PCE, José Luis Centella (el diputado más rápido del Congreso le llamábamos de broma cuando llegó a la Cámara de la mano, precisamente, de Romero), Iñaki Anasagasti, senador del PNV y republicano confeso, y la autora de la biografía, Esperanza Peláez, periodista malagueña que le ha sabido dar al libro un toque cercano y cálido muy adecuado a la personalidad de Romero.
Llegué tarde, lo mismo que Esperanza y Anasagasti, porque se había anunciado el inicio del acto a dos horas diferentes, las 19.30 en algunos sitios y las 20.00 en otros. Un desastre muy propio de la izquierda. Naturalmente, todo fueron loas (merecidas) a Antonio y al libro que no voy a repetir aquí.
Hubo frases ingeniosas y denuncias contundentes pero como olvidé llevar el boli no las apunté y casi todas las he olvidado. Problemas del alemán que siempre va conmigo.
La mayoría de los asistentes reclamaron la III República, no en vano Romero es el coordinador de la Red de Municipios por la III República, criticaron el asesinato de Bin Laden perpetrado por un premio Nobel de la Paz, como es Barack Obama, y clamaron por un cambio de la ley electoral para que todos los votos valgan igual.
Romero dijo que hay en el mundo sesenta paraísos fiscales, pero que la monarquía española hace el número 61. ¿Por qué? Porque no da cuenta de los nueve millones de euros que cada año los Presupuestos Generales del Estado le adjudican a la Casa Real.
"La monarquía es ilegal", insistió Romero, porque "nadie puede venir al mundo con una corona bajo el brazo. Va en contra del artículo 14 de la Constitución"
(Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social).
Otra de las intervenciones divertidas fue la de Iñaki Anasagasti. Relató los problemas que tuvo para publicar su libro "Una monarquía protegida por la censura", que, naturalmente, se refiere a la española. El senador vasco dijo que se lo pidió una editorial catalana (dijo el nombre pero no lo voy a repetir aquí) pero que cuando estuvo terminado le dieron largas y al final desistieron de editarlo pese a haber sido de ellos la inicitiva. Anasagasti dice que hubo "presiones reales". Finalmente ha salido en Foca-Akal.
Anasagasti contó una anécdota con el rey durante una comida que mantuvo con los portavoces de los grupos parlamentarios en el Congreso en tiempos de la guerra de Irak. El motivo de la cita no fue la guerra, sino la renovación de un cuadro de los reyes en el Congreso, pero Felipe Alcaraz (IU) se presentó con una chapa que rwzaba "No a la guerra".
-¿Qué pone ahí? -le preguntó el rey, según la versión de Anasagasti.
-No-a-la-gue-rra -contestó Alcaraz, subrayándole cada sílaba.
-Pues yo estoy a favor de la guerra porque soy militar -replicó el rey.
-Entonces vaya usted a la guerra o envíe a su hijo, pero no embarque a todo un país -contestó Alcaraz, apoyado por el portavoz del PNV.
Al final de la comida, "alguien de la Casa Real", confesó Anasagasti, le reprochó a Alcaraz haber sido descortés con el monarca.
Anasagasti también dejó esta frase, que me parece de lo más lúcida, y que ya he publicado en otro lugar:
Hemos casado a un príncipeHemos beatificado a un papaHemos lanzado una cruzadaAsesinamos a nuestros enemigos...Bienvenidos a la Edad Media.
Al final del acto, Romero se puso las botas firmando ejemplares de su autobiografía. Tantos que para mí los quisiera cuando acudo a la feria del Libro.