Sofía ha vivido desde siempre en un orfanato de Roma. Ha cumplido ya trece años y nadie se ha interesado por ella, así que tiene asumido que probablemente se quedará allí hasta el fin de sus días, pero entonces un profesor alemán insiste en adoptarla y la lleva a vivir a su casita de campo, lejos de todo. Tan, tan lejos de todo que Sofía empieza a plantearse si no la estará intentando ocultar de algún peligro. Finalmente, el profesor Schlafen se ve obligado a confesar que el presentimiento de Sofía tiene una razón de ser: ella es la descendiente de Thuban, el último dragón, que ha vivido durante generaciones agazapado en el pecho de sus antepasados a la espera de que las fuerzas del mal volviesen a rebelarse. Con la ayuda del profesor y Lidia, una funambulista que alberga el espíritu de otro dragón, Sofía deberá aceptar el reto de volver a derrotar a Nidhoggr, una criatura maléfica que intenta recuperar su antigua fuerza para someter al mundo a su voluntad.
Una de las cosas fundamentales que le pido a una historia de fantasía heroica es que los personajes tengan un mínimo de profundidad psicológica para que me importe lo que les pase. Si falla eso, apaga y vámonos. Uno no entra simplemente caminando en Mordor si no le interesa la suerte de Frodo. En este caso, creo que la caracterización deja bastante que desear: todos los personajes, incluida la protagonista, son unidimensionales y solo parecen tener los rasgos relevantes para el argumento: Sofía es insegura, Lidia es temeraria y arrogante, el profesor es sabio y bondadoso. No sabemos mucho más de ellos, no me sorprenden, no me los creo. Como consecuencia, una historia que debería emocionarme y mantenerme en tensión me deja un poco fría. Por otra parte, me resultó muy problemática la manera en la que se trata uno de los temas principales: la inseguridad de Sofía. Que a un protagonista le falte confianza en sí mismo es normal: al fin y al cabo, nos encanta ver cómo una persona corriente y moliente se transforma hasta ser capaz de asumir la tarea de salvar el mundo. Pero Sofía no realiza esta evolución por sí misma: parte de una inseguridad quizás exagerada, y si alguna vez adquiere algo de confianza es por la influencia de fuerzas ajenas a ella, ya que prácticamente nunca la vemos reflexionar sobre sus propias capacidades. Diría incluso que solo parece reaccionar ante el abuso de los personajes con más aplomo que la culpabilizan. “Tú obligas a los demás a decir cosas que no piensan, solo para que te confirmen que vales poco. Te gusta equivocarte porque así puedes seguir creyendo que eres una inútil”, le dice el dragón Thuban, que para representar el Bien y vivir en el pecho de Sofía no parece sentir mucha empatía hacia ella, la verdad. Entiendo que la autora probablemente pretendía usar este argumento para hacerla reaccionar, pero la falta de introspección de Sofía y la torpeza de la caracterización hacen que el mensaje final sea, como mínimo, dudoso (para ser completamente sincera, yo me indigné bastante, avisados quedáis). Por lo demás, la historia está narrada con un estilo muy directo, basado en frases cortas y sencillas. Me resultó un poco soso y tuve la impresión de que la autora se detenía en detalles irrelevantes que ralentizaban el ritmo hasta hacer la lectura un poco pesada, en especial al principio del libro. Quizás la parte más positiva es la mitología fantástica: original, coherente y con un puntito ecologista que siempre casa muy bien con la fantasía. También quiero destacar que la edición de Molino me ha parecido una maravilla: la elección de usar tapas duras, las hojas de guarda ilustradas y unos interiores muy cuidados envuelven el texto con mucha elegancia y me transmiten una fe en el contenido que yo agradezco como lectora (y es que las letras capitulares son mi debilidad, lo confieso).
No puedo recomendar este libro porque estoy segura de que hay mejores opciones en las librerías, pero creo que se trata de una lectura digna (no sé si diría entretenida, pero sí correcta) para cuando nos apetezca desplegar nuestras alas de dragón sin comernos mucho la cabeza.