¡Qué bien me lo pasé en Terrassa! Aprovechando que el pasado 9 y 10 de mayo se celebraba la XIII Fira Modernista, decidimos visitar por primera vez esta bonita ciudad de Catalunya. Son incontables las veces que hemos pasado en coche por sus alrededores, pero nunca hasta ahora nos habíamos decidido a visitarla. Y debo decir que quedé encantada con el patrimonio histórico que tiene, principalmente medieval y modernista. Además, el día fue doblemente genial porque no sólo pude disfrutar del arte que tiene la ciudad, sino que las calles estaban llenas de gente vestida como el siglo XIX y XX. ¡Había vestidos espectaculares! En alguna ocasión pensé que estaba en otra época y deseé fervientemente que la moda actual fuera como la de antes. Os animo a que alguna vez visitéis Terrassa en un día tan señalado como éste. Sí, hay más gente, pero la ciudad está más bonita. Y otro aliciente: los monumentos principales tienen la entrada gratuita. ¿Me acompañáis en este recorrido cultural? Nosotros empezamos visitando el Castell cartoixa de Vallparadís, construido en el siglo XII. Se accede a través del parque de Vallparadís, un rincón verde de la ciudad que invita a pasear o a sentarse tranquilamente en la hierba en un día caluroso. Quizá lo que más sorprende es que se trata de un castillo-cartuja. Su historia empieza en el año 1110, cuando Berenguer de Sanlà construyó aquí su residencia señorial. El castillo estuvo en manos de su familia hasta 1344, año en que Blanca de Centelles, señora de Vallparadís, cedió el castillo a los monjes cartujanos de Escaladei. Eso supuso la reforma del castillo: el antiguo patio de armas se transformó en un claustro de dos pisos y se crearon, además, una sala capitular y una capilla. Fue cartuja hasta el año 1413, momento en que los monjes se trasladaron a la nueva Cartoixa de Montalegre, en Tiana (es la única cartuja catalana que aún conserva una comunidad de monjes; por eso no es visitable), y pasó a ser propiedad de la familia Sentmenat hasta el siglo XIX. Actualmente es propiedad del Ayuntamiento de Terrassa.
El castillo es de planta rectangular, con grandes torres cuadradas y está rodeado por un foso.
El claustro de dos pisos. El inferior, de arcos apuntados y con un bonito pozo, es un lugar que invita a la meditación. El superior también se construyó con arcos apuntados y capiteles geométricos sin decoración.
El castillo alberga el museo municipal de arte y está estructurado en diversas secciones que van desde la prehistoria y el mundo antiguo hasta la época contemporánea. Como podéis ver, se exhiben piezas encontradas en diversos yacimientos de la ciudad, además de objetos religiosos y de la vida cotidiana de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX.
Tras visitar el castillo de Vallparadís, nos dirigimos a uno de los monumentos más apreciados y conocidos de la ciudad: la Seu d'Ègara (el nombre romano de Terrassa). Este conjunto monumental se ubica en un emplazamiento estratégico ya habitado en tiempos de los íberos. Se trata de tres iglesias, Sant Pere, Sant Miquel y Santa Maria, con estilos que van desde el paleocristiano hasta el gótico. La historia de estas tres iglesias se remonta al siglo V, cuando el obispo de Barcelona, Nundinari, creó el obispado de Ègara. Empieza así la primera construcción paleocristiana, organizada como un conjunto de templos y dependencias. Una interpretación anterior asemejaba este conjunto al modelo bizantino de dos iglesias y un baptisterio, pero actualmente esta hipótesis se ha descartado (lo veréis en la explicación que os doy en las fotografías de la iglesia de Sant Miquel, que la sitúan como una iglesia de difuntos y no como un baptisterio, tal y como se creyó durante muchos años). Este primer proceso constructivo se interrumpió a raíz de las invasiones árabes y no se recuperó hasta el siglo IX-X, cuando los cristianos conquistaron de nuevo el territorio. La última etapa es plenamente románica, de los siglos XI y XII. Como veis, visitar este recinto sagrado es sumergirse de lleno en la historia del arte. Se trata de un conjunto monumental que, a pesar de algunas intervenciones recientes que afean un poco su concepción general singular y medieval, vale mucho la pena visitar en Catalunya. Un testimonio único de los primeros siglos del cristianismo en la Hispania romana; un documento excepcional de cuando fue sede episcopal durante el reinado de los visigodos; una muestra extraordinaria de la Catalunya románica.
La iglesia de Santa Maria. Es la primera que se aprecia cuando entras en el recinto por la zona de recepción. Contiene, principalmente, elementos románicos, como la nave, el transepto, el campanario, la fachada (con decoración típica del románico lombardo) y las pinturas murales. El resultado es, a la vez, íntimo y monumental.
La iglesia de Sant Pere es la más grande de todas, ubicada al norte del recinto. De una sola nave cubierta con bóveda de cañón, con un ábside y un transepto prerománico. Lo que más llama la atención es el retablo de piedra perteneciente a la primitiva iglesia paleocristiana (siglos VI a VIII) decorado con pintura mural del siglo XI.
La iglesia de Sant Miquel se sitúa en el centro del conjunto. En mi opinión, es la más espectacular de las tres. Aún conserva la planta original del siglo VI y es de cruz griega. Los últimos estudios han constatado que se trataba de una iglesia de difuntos, pues hay sepulturas rodeando su perímetro y se cree que se veneraban las reliquias de algún mártir. Destaca la cripta prerománica y las ocho columnas que sostienen la cúpula, que datan de época tardoromana y visigótica. El ábside, además, está decorado con pinturas murales del siglo X, donde aparece Cristo rodeado de ángeles y con los doce apóstoles.
Como os decía al principio, la ciudad de Terrassa tiene otros atractivos a parte de su patrimonio medieval. Una buena muestra de ello lo veréis a continuación. A nosotros, que también nos encanta la época del modernismo (de hecho, a mí, la época medieval y el siglo XIX y principios del siglo XX son los dos períodos históricos que más me gustan), disfrutamos un montón viendo los bonitos vestidos que la gente se había confeccionado para la ocasión. ¡Y lo bueno es que los podían lucir en lugares incomparables! Como veréis, uno de esos lugares se llama Masia Freixa, un edificio modernista construido en el año 1896 como fábrica de hilaturas. Perdió esta función cuando el rico industrial Josep Freixa la transformó en su residencia familiar. La reforma se llevó a cabo entre el año 1907 y 1914 gracias al arquitecto Lluís Muncunill i Parellada, que se inspiró en Gaudí para crear un tejado sinuoso y una espectacular estructura de arcos pintados de blanco. Es un edificio que destaca mucho exteriormente y que sorprende por su originalidad. Su interior, aunque está muy reformado, aún conserva algún mobiliario de la época, como el del comedor y el del despacho, obra del pintor catalán Joaquim Vancells. Este pasado industrial y modernista también se puede apreciar a la perfección en el edificio conocido como Vapor Aymerich, Amat i Jover, la sede del actual Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya. Se inauguró como fábrica de tejidos en el año 1908 y también fue diseñado por Lluís Muncunill i Parellada. ¡Es un edificio espectacular! La maquinaria que utilizaban en la época para la fabricación de tejidos aún se encuentra instalada y es uno de sus atractivos principales, así como la gran chimenea por la que salía el vapor (de aquí la denominación de la fábrica, porque utilizaban el vapor de agua como fuerza para mover las máquinas) y la cubierta ondulante construida con volta catalana.
Un grupo de mujeres reivindica su condición frente al Ayuntamiento. ¡Queremos votar! ¡Somos esclavas en casa y en el trabajo! ¡Las mujeres queremos estudiar! ¡Defendamos nuestros derechos!
La increíble cubierta construida con volta catalana, una técnica de construcción que consistía en cubrir el espacio mediante una bóveda de ladrillos colocados por la parte plana. Aquí hay 161 voltes sostenidas por 300 columnas de hierro fundido.
En la Masia Freixa se llevó a cabo una recreación histórica. Pequeñas escenas de la vida cotidiana, como el aseo, la escritura, el momento de tomar el té o el posar para un artista se representaron en sus habitaciones. De esta manera, podíamos imaginar de una manera más clara cómo vivían en aquella época.
Si hay una residencia noble modernista que destaque en la ciudad de Terrassa esa es la Casa Alegre de Sagrera, ubicada en el carrer de la Font Vella número 29. Además, está calificada como bien cultural de interés local, así que es también de visita obligada. Su primer propietario fue Joaquim de Sagrera, un fabricante de tejidos del siglo XVIII, famoso por su destacada intervención en la Guerra del Francés. Precisamente, y por desgracia, las guerras napoleónicas dañaron mucho la casa (la saquearon e incendiaron) y fue preciso reformarla. Eso ocurrió a inicios del siglo XX, cuando los sucesores de Joaquim, Francesc Alegre i Roig y Mercè de Sagrera, decidieron encargar la reforma al arquitecto modernista Melcior Viñals. El resultado de estas remodelaciones es lo que puede verse hoy en día: un modelo ecléctico de vivienda burguesa industrial de la época. Este nuevo edificio consistió en una planta en forma de U con dos alas laterales formando un patio central, con planta baja y dos pisos. A pesar de que el exterior puede parecer austero, con su fachada simétrica y sus balcones de hierro forjado, el interior es totalmente suntuoso. Esta casa poseía todas las comodidades posibles: calefacción, electricidad, baños completos, grandes ventanales, un patio... En las habitaciones destacaban los trabajos de madera y forja, los relieves escultóricos, las pinturas murales, los vitrales... En definitiva, una casa a la altura de sus propietarios: con prestigio y fortuna. Observad: ¿no os parece fascinante? ¡Gracias a todos por acompañarme en este viaje! ¡Hasta el próximo!
Ubicación geográfica
Visita 09/05/2015
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