Revista América Latina
Escribe: Guillermo Peña H.¿Qué tan prostituida está la palabra “corrupción” en los medios?, ¿qué tan politizada se encuentra?, ¿por qué su uso se condiciona y aplica tan solamente en el desprestigio de los demás, especialmente de la competencia y de los que se resisten a alinearse a este modo absurdo? ¿Qué estimula a un individuo sin moral a hablar de moral diariamente a través de las redes sociales, la radio o la TV? ¿Qué pasa en las mentes y los “estómagos” de estos personajes para que adopten esa postura mesiánica, esa megalomanía y complejo de héroe mediático, atacando a unos para resaltar a otros, si todos sabemos que la guerra sucia siempre es contraproducente, sobre todo cuando la agresión es constante y despierta sospecha por el exceso y la repetitividad con la que circula? ¿Será acaso la falta de inteligencia, que, está más decirlo, es notoria en cada edición, en cada post, en cada programa?Es tan fácil hoy en día encender la radio, la TV o navegar en Internet y encontrar una realidad tan chocante como la que describo: discursos antisociales, anarquistas y degradantes que culpan a la clase política de todos los males existentes en la provincia, la región y el país; escuchar ver o leer a tantos nuevos caudillos decir que no cesarán hasta acabar con la corrupción; a tantos iletrados que sueñan con transformar a su provincia, a su región y a su país en un lugar desarrollado, pacífico, con limpieza moral y —sí, adivinaron—sin corrupción. Lo más paradójico de esto, es que la mayoría de críticos y usuarios del término “corrupción” son los que pretenden formar parte de esa clase política que apesta, o son los que defienden a un grupo o sector político-social, opuesto al oficialista, que anhela tomar el poder y compartidlo con sus “incorruptibles”. Y, generalmente, los que más pregonan honestidad son los que más carecen de ella, los que deben repetir a cada instante que son honestos para creérselo ellos mismos y lograr convencer a los demás.Tal vez no sea así y todo se trate de un problema de identidad o un conflicto existencial, un trauma que les hace concentrarse en una persona o en un grupo de personas con quien puedan descargar sus odios y resentimientos y sientan que puede haber alguien peor o con más defectos que ellos mismos. O quizá me equivoque y sólo sea impotencia, impotencia por tratar y no poder ser como a quienes agreden y ofenden públicamente. Tengo otra teoría. ¿Será que la moral ha cambiado de acepción y ahora significa cualquier disparate improvisado y divulgado por una de las tantas bestias que públicamente pregonan pureza y aseguran reivindicar a la prensa local? ¿O será simplemente que el pensamiento de estos individuos cacofónicos es el que asegura que “el único brazo incorrupto que queda es el del manco”, y debido a esto se consideran novedosas extremidades biónicas que funcionan de acuerdo a ciertos criterios, condiciones u observaciones establecidos por ellos mismos?No lo sé. Sólo sé que este tema me confunde mucho más.