Revista Cultura y Ocio

La cucaracha. Ian McEwan

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La cucaracha. Ian McEwan
     "Aquella mañana, al despertar de un intranquilo sueño, Jim Sams, inteligente pero de ningún modo profundo, se vio convertido en una criatura gigantesca. Durante un rato largo permaneció de espaldas (no era su postura favorita) y miró con consternación sus lejanos pies y sus escasas extremidades".
     Me declaro incondicional de McEwan. Y lo hago sin pudor alguno porque, seamos conscientes, cada lector tiene sus amores. Y da igual si un día flaquean o no cumplen lo esperado, se les perdona. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La cucaracha.
     Una mañana cualquiera Jim Sams se despierta convertido en una persona. Él era una cucaracha de palacio hasta hace apenas unas horas y, de repente, ahora es un ser humano. Pero ni siquiera es un ser humano cualquiera, es el PM: nada menos que el primer ministro del Reino Unido. Este será sin duda su descubrimiento más relevante, al menos hasta sentarse con el consejo y ver que, salvo uno, todos los asistentes son también antiguas cucarachas. Asé pues, y con el país en manos de tan insignes bichos, lo primero que deciden es apuntarse al Reversionismo (flujo inverso del dinero).
      En los últimos tiempos Ian McEwan parece empeñado en demostrarnos que una realidad alternativa, por rara que sea, es mejor que la realidad en la que nos encontramos. O tal vez no sea eso, quizás simplemente utiliza estas realidades alternativas para hacer una crítica de las realidades actuales que no le gustan. O algo así, la verdad es que los lectores de aquel brillante McEwan de antaño no terminamos de tener claro lo que busca en los últimos tiempos, aunque seguimos disfrutando del escritor de oficio al que perdonamos que haga aguas en... todo lo demás.
     La cucaracha es, evidentemente, un sátira política del Brexit comparado aquí con una teoría descabellada llamada Reversionismo en la que el trabajador paga a la empresa y el tendero al consumidor. Me ha quedado claro, querido McEwan, que no eres muy fan del Brexit. Y también lo que piensas sobre teorías descabelladas que se hacen populares y de quienes las apoyan.  Pero esto no trata de tu opinión sino de la mía.
     Con un comienzo que es un clarísimo homenaje a La Transformación de Kafka, McEwan hace honor a su profesión y registra paso a paso cada una de las sensaciones de la cucaracha-hombre antes de dar el golpe de gracia con una vaga descripción y la confirmación de que estamos ante el primer ministro. Un primer ministro que tiene una memoria residual en la que recuerda cómo moverse o afeitarse y también comprende conceptos políticos complejos que tienen que ser explicados al lector; básicamente, el Reversionismo. Hasta aquí me quito el sombrero. El Brexit es una de las grandes crisis de nuestro tiempo y McEwan parece decidido a coger el toro por los cuernos y escribir una sátira que además haga entender.... absolutamente nada. La novela, pese a ser corta, pierde fuerza a medida que McEwan se enreda en una historia que parece perder el sentido. Si los políticos son cucarachas, ¿qué son los que no son cucarachas? ¿y qué pinta la termodinámica aquí? Y, sobre todo, ¿por qué iban a tener ese interés específico? el lector no deja de hacerse preguntas descubriendo que, con suerte, una de todas ellas será respondida y llega entonces a un final totalmente desconcertante que contradice abiertamente la primera página ya que dudamos de si todo esto era un plan orquestado y no una sorpresa inicial.
      McEwan parece a gusto en estos universos alternativos que son a su vez un producto de hechos pasados que se separaron de nuestro hilo real. Lo mismo da que Turing siga vivo o que aparezca una teoría económica disparatada, McEwan parece conducirnos a través de esa realidad alternativa y a veces casi absurda a un punto actual que tiene demasiado en común con el momento en que vivimos. Es casi como si quisiera conseguir que el lector mire su entorno y se pregunte qué tiene nuestro mundo para no ser tan absurdo como el planteado por el propio McEwan. Pero, más allá de esta reflexión hecha con mejor intención que bases, está claro que  la lectura de esta novela en forma única no da para tantas conclusiones. Uno termina La cucaracha con la sensación de estar ante una idea cogida por los pelos con la que luego no se ha sabido muy bien qué hacer. Una lástima. Si os soy sincera, me gustaría una de esas realidades a gusto del autor en la que aquel que escribió Expiación se pusiera delante del McEwan de hoy para, sin perder esa caballerosidad y elegancia inglesa, le dijera dos o tres cosas.

     La cucaracha ha resultado un libro con un comienzo prometedor y un poso decepcionante.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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