La vida va de tomar decisiones... y el año comenzó con una de las decisiones más difíciles para mí.
O como dice Tony Robbins:
Mi vieja identidad estaba luchando con la nueva. Mis creencias del pasado, mentalidad de escasez, miedo al qué dirán, miedo a equivocarme, miedo a perder... se enfrentaron a mi nueva Yo que es mucho más joven que la antigua pues lleva menos tiempo conmigo. Esa Yo más sabia, más consciente, más amorosa, más abundante, más confiada...
Pero el miedo nunca se va del todo. Es así. Pretender no sentirlo sería pretender dejar de ser humana. Y no creo que nadie quiera dejar de serlo, ¿verdad?
El caso es que al comenzar el año se me ha planteado una situación importante: llevar mi negocio al siguiente nivel de la mano de un mentor referente en temas de emprendimiento digital.
Pero la inversión me parecía elevada. Al menos para mi vieja identidad. Mi miedo empezó a susurrarme que era una locura, que con ese dinero podía vivir un año entero sin preocuparme de trabajar y dedicarme tranquilamente a mis hijas...
Sin embargo, ¿me veo un año sin trabajar? En realidad no, porque más que trabajo lo mío es pasión, misión y realización personal. Cuando conectas con algo tan profundo, es difícil dejarlo de lado y no dedicar algún tiempo a ello. Y precisamente el contratar a un mentor llevaría mi realización personal y profesional al siguiente nivel.
Y entonces me di cuenta de lo que me estaba frenando: mis creencias limitantes más arraigadas, surgidas de esa época en la que se generan con fuerza la mayoría de todas nuestras creencias: nuestra más tierna infancia.
Cómo se forman nuestras creencias más arraigadas
Hoy mientras me estaba duchando, visualicé de repente una escena de mi infancia, andando por las calles de Bakú de la mano de mi madre, dirigiéndonos a una caja de ahorros. Yo, preguntándole qué es una caja de ahorros y para qué vamos ahí. Y mi madre respondiendo que se guarda el dinero en una caja (un edificio con ventanillas y mujeres sentadas al otro lado de las mismas) para "un día negro". Expresión rusa que quiere decir: guardar dinero para momentos difíciles o duros, momentos de vacas flacas como se dice en español. Es decir, por si acaso.
Así asocié enseguida el ahorro a situaciones duras de la vida y aunque a día de hoy sé que los ahorros no sólo sirven para eso, inconscientemente ésta es mi creencia más arraigada en cuanto al ahorro.
También recuerdo que me dijo que si ahorrábamos bastante lograríamos comprar un coche. Un coche en la antigua URSS era un auténtico lujo y lo asociábamos a personas muy ricas. Por lo que conseguir comprar un coche, por básico que fuera, era símbolo de prestigio y riqueza.
Y entonces, en mi ducha de hoy, pensé lo siguiente: si fuera a invertir esa cantidad concreta en comprarme un coche, ¿acaso me sentiría incómoda? En realidad no, porque gastar en un coche es algo perfectamente aceptado socialmente. De hecho mis seres queridos, familia y amigos lo entenderían y hasta me felicitarían por ello.
Sin embargo me resultaba difícil compartir que quisiera invertir esa cantidad en mi negocio. Primero porque a menudo no se entiende claramente cómo funciona eso de trabajar por Internet. Segundo porque quizás pensarían que era una locura gastar tanto en algo intangible...
Cuando buscamos que los demás acepten nuestra decisión
El caso es que comprendí que era precisamente la no aceptación social del tema lo que me mantenía tan incómoda. Como si inconscientemente estuviera buscando la aprobación de los demás.
Y es que socialmente está bien aceptado y hasta visto como progreso que puedas comprar un coche nuevo cuando las cosas te van bien. O comprar una casa. O incluso irte a un super viaje. Pero hacer algo distinto como invertir en un mentor es algo muy raro, y más cuando tienes un negocio en el que trabajas desde casa y a través de Internet. Porque tu entorno simplemente no parece entenderlo.
Por suerte cuento con el apoyo incondicional de mi marido y socio en mi proyecto digital, y él sí tenía bastante claro que necesitábamos dar este paso precisamente ahora.
Gracias a nuestras conversaciones con él logré identificar mis creencias, miedos y pasar a la acción tomando la decisión de crecer en nuestro negocio y nuestro estilo de vida. Porque ahora más que nunca necesitamos aprovechar el poco tiempo disponible que tenemos para trabajar sin sacrificar la calidad de vida con nuestras dos hijas.
Lo que me ayudó a encontrar paz en mi decisión
Ahora ya estoy en paz con mi decisión. De hecho, lo que más paz me dio fue la noche antes de realizar el pago que seguía dándole vueltas y vueltas al tema, y de repente me acordé de uno de mis clientes y de cómo le sugerí tomar una decisión que le resultaba difícil desde el amor y no desde el miedo. Y de repente me di cuenta de que yo misma estaba tomando esa decisión mía desde el miedo y no desde el amor.
¿Qué harías si tomaras esta decisión desde el amor y la confianza?, me pregunté. No lo dudaría ni un instante, me respondí a mí misma. Y así fue cómo me dormí plácidamente, después de acostar a una de mis hijas tras su toma de pecho nocturna. Conectando con la energía del amor.
He querido compartirlo porque creo que es algo que nos sucede a todos cuando estamos a punto de tomar una decisión crucial: le damos muchas vueltas a las cosas, no conseguimos dormir, el miedo nos acecha a cada instante, nos reconecta con nuestras creencias arraigadas, con miedos antiguos y no nos deja descansar.
Mi estrategia actual para tomar decisiones difíciles
Ahora me gustaría compartir contigo cómo en concreto me enfrento a situaciones o decisiones difíciles por si mi propia estrategia vivencial te ayuda a ti también a la hora de enfrentarte a una decisión difícil.
- Lo primero es escuchar tu cuerpo. Muchas veces el cuerpo ya ha tomado una decisión pero es nuestra mente la que se niega a escucharlo. Por eso es importante ver si al pensar o hablar de eso que estamos decidiendo sentimos paz en el cuerpo, está relajado o hay tensión en alguna parte. Si notas tensión, no significa que esta decisión no sea la correcta, pero sí que es una señal de que algo a nivel interno no está de acuerdo. Quizás no sea momento de decidir. Si en cambio el cuerpo está tranquilo y resuenas con esa decisión, es que estás alineado desde el principio.
- Sin embargo, aunque el cuerpo diga sí, el Miedo, el Ego y la Mente a menudo hacen saltar alarmas de viejas creencias o experiencias del pasado. De repente sientes que tu mente empieza a divagar o a buscar en tu disco duro situaciones o ideas de que no estás en el camino correcto. Y si lo hace, créeme, las encontrará. Ahora serán esas ideas las que empiecen a tomar poder de tu mente y decidirán que no es el momento adecuado encontrando mil y una excusas posibles de que no te salgas de tu zona de confort.
- Escucha esas ideas, claro que sí, dales un tiempo para que razonen y encuentren su espacio. Pero no les des poder. Ahora es momento de desmontarlas una por una. Te puede ayudar escribir todas y cada una de ellas. Y luego mirarlas de frente y pedir a tu parte sabia que dialogue con ellas.
- ¿Es verdad lo que tratan de decirte? ¿Puedes asegurar al 100% de que es así o será así como te anuncian que será o pasará? Verás que en la mayoría de los casos lo suyo es que no sea una verdad absoluta. Si no, no estarías dudando. En este paso estás quitándoles algo de poder a esas viejas creencias y es importante partir desde ahí.
- ¿Qué ocurrirá si fuese verdad lo que el miedo te dice? ¿Qué podrías hacer si sucede lo peor que te imaginas? ¿Qué recursos tienes o con la ayuda de quién podrías contar? Sé creativo en esta parte del asunto, busca ideas en Internet si hace falta. Escribe en Google: qué hacer si... y anota ese miedo tan terrible que se te aparece.
- ¿Qué ocurrirá en cambio si no tomas de decisión? ¿Qué te perderás en este camino? ¿Cuánto te costará esa decisión si no la tomas ahora?
- Ahora ve a lo positivo. Pregúntate qué pasa si lo que tu Miedo te susurra es falso. Qué pasará si es verdad que esta decisión te acerca a tus sueños. Conecta con ellos: visualízate viviendo esa nueva vida o parte de ella, imagina cómo cambias tú, tu relación con los demás, cómo mejoran ciertos aspectos de tu vida con esta difícil decisión. Permítete saborearlo por unos instantes. Y escucha de nuevo a tu intuición o a tu propio cuerpo: ¿sientes paz, relajación, confianza? Si es así, esta es la decisión buena. Si aún notas que el cuerpo se tensa o la respiración se agita, quizás no sea este tu camino.
- Por último, sea como sea tu sensación, deja reposar esta decisión un par de días. O a veces necesitarás más tiempo. Puede que tengas que acudir a alguien a quien consultar tu decisión (coach, mentor, amigo, pareja, etc.). Alguien que sepa escucharte con objetividad o te conozca lo suficiente para darte su feedback lo más realista posible. O quizás simplemente tengas que dejar pasar unos días para volver a conectar con esa decisión y preguntarte de nuevo si es lo que deseas hacer realmente, si estás en paz con esa decisión. Vuelve a los puntos anteriores si lo necesitas y reconecta con lo positivo al final. Escucha a tu cuerpo y decide desde ahí. Si sientes paz, ¡a por ello! Si el miedo aún sigue presente, tal vez no sea el momento de tomar esta decisión.
Cuándo no es el momento de tomar la decisión
La idea final es que esta decisión que estés tomando, aunque te asuste en un principio, no debe perturbar toda tu vida. Si sientes que el insomnio sigue, que tu cuerpo se tensa, que tu respiración se agita cada vez que piensas en esa decisión, no es momento de tomarla. Porque estarás enfrentándote a más problemas, dudas y miedos y estarás cambiando una situación incómoda por otra que te hará sufrir. A menudo simplemente aún no estamos preparados para un salto, un cambio, aunque conscientemente sepamos que es lo correcto. Pero si nuestro cuerpo nos dice que aún no, escuchémoslo y no hagamos locuras.
O como dice en su libro "Saltar al vacío" mi querido Sergi Torres (gracias, Rossana Becerra, por recordármelo en tu última conferencia SelfCoaching): si la hoja aún no está seca, no la arranques causando más dolor, dale tiempo a que se seque y se caerá por su propio peso.
Como ves, soy mucho del sentido común. Al menos es lo que me funciona y espero que a ti también te aporte valor. Ahora me encantaría escucharte a ti y aprender también de tu experiencia.
¿Alguna vez o quizás recientemente te has enfrentado a una decisión difícil? ¿Como lo has solventado? ¿Qué te ha ayudado? Me encantaría oírte y poder dialogar contigo en los comentarios de este post.