Otro sábado cobarde y cruel, en el que caigo aturdido como una pera después de una tempestad. Hoy no redundaré en vanas palabras: ya tenía empeñada el alma, y ayer me he dejado los riñones, así que andamos en esas. Pero para coronar las fiestas, no podía faltar un buen rocksito, y este de Billy Joel siempre ha estado en mi lista de favoritos, así que lo dejo rodando, mientras espero (con los brazos abiertos) a que llegue el fin del mundo. O el de la noche, y a ver si esto termina algún día, porque Barranco es como el Paris de Hemingway: no se acaba nunca. Para variar, una tarde sin sol anuncia noches con ladillas. Bien, bien... ¿de qué íbamos?