No, no es que traiga suficientes copas encima como para pensar que ya es sábado... de hecho, no cargo ninguna. Pasa que mañana estaré todo el día fuera, y no podré caer por aquí a cumplir con nuestro ritual de los sábados (con el cual, es verdad, no he cumplido en las últimas dos semanas... pero bueno, lo pasado, pasado está, y no hay nada que hacerle). Así que, en vistas a ello, he decidido anticiparme un poco. Y como mañana no habrá resaca para mí -me tengo que despertar muy temprano-, y me deprimo sólo de pensar en cómo tendría que ser si fuera a tenerla, pues he pensado que lo mejor que podía hacerse es traer a sonar aquí al grande, al único e inigualable Frank Sinatra, "La Voz", a entonar toda la poesía de ese himno que es New York, New York. ¿Por qué es esa la solución? Bueno, hay algunos que lo saben bien, y con eso me basta y me sobra. Además, digamos las cosas como tienen que ser dichas: ¿acaso es necesaria una excusa para invocar a Frank Sinatra? En eso, creo yo, estaremos todos de acuerdo. Así que, sin mayores preámbulos, dejo a rodar esta pieza soberbia, magistral. Nunca terminaré de creerme que de verdad haya existido una voz semejante.