José José... cuántas madrugadas habré recibido, entre las risas de los amigos y a rasgueo de guitarra, con las maravillosas canciones de este maestro. Aunque eso suena un poco extraño, bien pensado el asunto: al fin y al cabo, estamos hablando del que hizo de su himno canciones como El triste, o 40 y 20, los cortavenas más efectivos del repertorio de los boleros más amargos, como quien se sienta a la barra y pide un vaso bien largo lleno de nostalgia para secarlo de un sorbo. Supongo que, al final, eso es lo que tienen las canciones: que se saben adaptar al contexto, si es que no lo crean del todo. Además, pocas voces han entonado con tan buena voz un bolero alguna vez, y mucho menos uno armado con letras como estas, de las que saben elegir bien dónde clavar el puñal. Ahora, que si me pidieran elegir una sola de sus canciones (cosa muy, pero muy difícil) supongo que al final me quedaría con esta que he traído a sonar esta noche, mientras termino de templar los ánimos para salir a encarar a la noche y pedirle un abrazo y un par de besos: Lo que un día fue no será es un clásico en toda su ley, una receta insuperable para desgarrar el corazón y empujar al alma a la siguiente botella. Una ronda más, señores, que aquí ya van sobrando las palabras.