He vuelto a dejar la entrega de los sábados para el domingo, pero por motivos muy bien pensados. Vamos, señores lectores, que San Valentín está a la vuelta de la esquina, y corresponde celebrarlo con todos los honores, ¿no? Pero no se confundan: hoy no pasearán por aquí los gatos azules de Roberto Carlos, ni haré repetir a Serrat eso de "no hago otra cosa que pensar en tí", ni esa sabinada tremenda de "Cuando aprieta el frío". No, señores: esta tarde raquítica voy a traer a sonar a los que estuvieron a punto de sonar ayer por la noche, cuando me dije "Oye, este olor a neón le va muy bien a un sábado por la noche, pero es que también está como para los sanvalentines". Hablo, damas y caballeros, nada más ni nada menos que de Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón, masters del amorío y las luces urbanas, de los que tenemos tanto, pero tanto que aprender. Con ustedes, noble público enamorado, el tema que hace falta para caldear un poco estas fiestas: la magistral, tierna y cómica Caperucita feroz, que tarareamos todos en algún rincón de nuestro subconciente. Poesía pura, ya lo ven.