Cuando no somos educados en el discernimiento y en el espíritu crítico, requerimientos esenciales para un ciudadano en una sociedad auténticamente democrática, solemos ver las mentiras que resuenan con nuestras frustraciones y deseos como verdades. Este hecho es el que aprovecha todo tipo de populismos, tanto políticos como de opiniones en la red, para hacer de sus seguidores conversos a su verdad.
Democratizar una sociedad no es simplemente respetar la opinión de la mayoría, ya que esta opinión puede ser rehén de los engaños del populismo, sino democratizar su educación de forma y manera que sus ciudadanos no puedan ser engañados en base a sus frustraciones y anhelos: la democracia no empieza en los votos, empieza en la educación.
La democracia ha de ser un valor educativo esencial, que prepare a las personas no solo para saber dar su opinión sin imponerla y para saber escuchar a los demás sin prejuicios, sino también para celebrar que cada ser humano es una fuente de conocimiento y de alegría para todos los demás.