Entre 10 y 15 de cada 100 mujeres padece la denominada depresión posparto. En ella, la reciente madre comienza a manifestar muchos de los síntomas propios de un episodio depresivo, aparentemente sin un motivo justificado. La única razón, haber tenido un hijo. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Muchos investigadores apuntan a cambios hormonales en la mujer, tanto en el período de embarazo como en los días posteriores a dar a luz, como los principales causantes del trastorno. Sin embargo, no parecen encontrarse pruebas concluyentes de este fenómeno, algo que parece confirmarse con el hecho de que muchos de los “nuevos papás” también llegan a padecer este problema.
Parece ser que el tema está más relacionado con la percepción de falta de apoyo, tanto del padre como de la madre, lo cual confiere al tema una explicación más evolutiva.
Los estudiosos apuntan a que es posible que la mujer experimente una enorme demanda de atención por parte de los demás en ese momento tan importante, de modo que si no siente que este apoyo es real y tangible, podría acabar desarrollando sentimientos de indefensión y desesperanza. Así, los síntomas depresivos aparecerían como un modo de “asegurarse” de que se ocupen de ella y de su hijo. Esto, por otra parte, también podría darse en el caso del padre, como un modo de buscar ayuda.
Añadido a lo anterior, es probable también que sea el propio progenitor el que se vea a sí mismo como ineficaz para acometer la tarea tan difícil y biológicamente necesaria de sacar adelante a un recién nacido, algo que se acrecentaría con la visión de un entorno poco colaborador.
Por lo tanto, quizá sea conveniente que dejemos de buscar explicaciones físicas para casi todo lo que nos sucede, pues olvidamos muchas veces que nuestro cuerpo es sabio y sabe lo que hacer en cada momento.
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