El esquí alpino fue introducido dentro del programa de los Juegos Olímpicos de invierno en 1924, en Chamonix, Francia. Actualmente, los eventos de esquí alpino comprenden el slalom, slalom gigante, slalom supergigante y descenso.
Cuando llega Mayo, después del denominado periodo de recuperación, los esquiadores empiezan sus entrenamientos. Como en cualquier periodo de preparación general de todo calendario deportivo, el volumen de los entrenamientos tiende a ser elevado, mientras que la intensidad es más baja. Posteriormente, cuando el deportista entra en el periodo de preparación específica, el volumen de entrenamiento disminuye a medida que se incrementa la intensidad. Generalmente, de junio a julio, los esquiadores preparan sus entrenamientos en glaciares. Esto supone que toda la carga de ejercicios se va a tener que realizar en condiciones de: altura y frío. Bajo estas condiciones, los requerimientos energéticos y de hidratación, ya de por sí importantes, se van a ver incrementados.
El frío y la altitud incrementan el uso de glucosa y glucógeno por parte del cuerpo. Se estima que en una sola sesión de entrenamiento en glaciar se puede agotar perfectamente el 50% de la reserva del glucógeno del deportista. La resíntesis de los depósitos de glucógeno después de un entrenamiento es esencial para poder seguir correctamente con el resto de entrenos programados; entre 7-10g de carbohidratos por kilogramo de peso corporal y día van a ser necesarios en la dieta de este tipo de deporte. Frutas desecadas, barritas, geles deportivos, sándwiches y bebidas deportivas resultan cómodas de llevar; por lo que pueden ser muy útiles a la hora de reponer carbohidratos durante el entreno. Posteriormente, a la tarde, ya en tierra seca, la resíntesis de los depósitos de glucógeno se va a realizar, principalmente, a partir de alimentos de tipo feculento o farináceo (patata, pasta o arroz por ejemplo).
Es sabido también que la realización de ejercicio físico en altura puede producir cambios importantes en el volumen de líquidos y llevar a la deshidratación. Por otro lado, el frío actúa como elemento atenuador de la sed, razón por la cual el deportista va a tener que esforzarse para lograr una correcta hidratación. Incorporar algunas bebidas calientes, en momentos concretos, ayuda a su vez a prevenir los temblores musculares y la pérdida de glucógeno muscular que éstos conllevan. De forma general, el agua y las bebidas deportivas templadas van a ser las fuentes de hidratación principales; éstas últimas, además, muy empleadas en este tipo de deporte por aportar líquido y carbohidratos a su vez. De 250 a 500ml de ingesta de líquido por hora se considera una pauta segura para prevenir la deshidratación.
El día de la competición las comidas previas al evento deben contener alimentos ricos en hidratos de carbono y ser de fácil digestión. A su vez, éstas deben aportar también suficiente cantidad de líquido. Con el fin de poder abastecerse a lo largo de la competición, el deportista debe llevar alimentos i bebidas adecuadas consigo. Ingerir comidas pesadas entre carreras durante una competición puede interferir con la concentración y con la disponibilidad energética en la segunda carrera. Los alimentos consumidos entre carreras deben ser ligeros, ricos en carbohidratos y deben servirse templados o calientes.
Además de llevar una correcta alimentación, el esquiador de élite puede beneficiarse del uso de suplementos vitamínicos, ya que se sabe que existe una asociación directa entre la exposición a la altura y el incremento del estrés oxidativo. Si bien es cierto que el organismo puede adaptarse a estas condiciones, la dificultad para obtener según que alimentos, especialmente durante los viajes al extranjero, justificaría la utilización de suplementos. La toma de los mismos debe realizarse de manera que las dosis ingeridas no superen las ingestas recomendadas para la población.