Revista Opinión

La diplomacia de la solidaridad de Taiwán

Publicado el 26 marzo 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Desde el fin de la guerra civil con la República Popular de China en 1949, la República de China, más conocida como Taiwán, ha venido reclamando su reconocimiento diplomático internacional. Aunque tuvo sus oportunidades de lograrlo en el contexto de la Guerra Fría y, más tarde, con una estrategia diplomática basada en la cooperación internacional, su objetivo se encuentra cada vez más lejos por el aumento de la influencia mundial de su enemigo continental.

El conflicto por el reconocimiento internacional entre China —oficialmente, República Popular China (RPCh)— y Taiwán —oficialmente, República de China— está produciendo efectos a escala mundial y beneficiando curiosamente a pequeños actores a lo largo del mundo o, como se acostumbra a decir en política, juntando extraños compañeros de cama. Como país funcionalmente independiente, pero sin reconocimiento diplomático internacional, el Gobierno de Taipéi ha venido impulsando inversiones y donaciones en todo el mundo, generalmente a cambio de reconocimiento diplomático oficial. En la búsqueda del reconocimiento como país por parte de muchas naciones, Taiwán ha realizado donaciones y proyectos de cooperación insólitos, a veces incluso muy lejos de su ámbito de influencia en Asia-Pacífico, sobre todo en países pequeños, desde pagar el WiFi de Bratislava o construir un estadio de béisbol en Nicaragua hasta donar helicópteros a República Dominicana. China, a su vez, también ha realizado donaciones similares con el objetivo opuesto —y con mayor eficacia—.

Para realizar las inversiones, el Gobierno de Taipéi se sirve del Fondo Internacional de Cooperación y Desarrollo (ICDF por sus siglas en inglés). Este fondo, que ya ha superado su 20.º aniversario, realizó sus primeros proyectos en 1996, centrados en agricultura, medicina y pequeños proyectos de artesanía; en concreto, se inició con un proyecto agrícola en Vietnam. En 2016, en cambio, se priorizaron los proyectos de salud pública y medicina. El ICDF destina un total de 1.700 millones de dólares —0,3% del PIB— a la cooperación, lo que para los presupuestos públicos representó 83.950 millones de dólares en 2016 —es decir, un 2%, un porcentaje muy elevado comparado con otros países pese a tratarse de un territorio insular—. Además, Taiwán asiste en numerosas catástrofes naturales, como los terremotos de Nepal, Japón o México. La República de China tiene actualmente 23 millones y medio de habitantes, una renta per cápita de 24.331 dólares y un PIB de 573.066 millones de dólares.

En mayo de 2016 el distanciamiento político de Taiwán con la RPCh se volvió a incrementar con la victoria del Partido Progresista Democrático, favorable a la independencia. Tsai Ing-wen es la primera mujer presidenta y dirige el partido dentro de la Coalición Panverde. La línea política del nuevo partido parece estar transformando los proyectos de cooperación hacia líneas vinculadas al cuidado del medio ambiente y la salud pública, alejado de los proyectos más simbólicos de la Coalición Panazul —donde se encuadra el tradicional partido dinástico: el Partido Nacionalista Chino o Kuomingtan—.

La comunidad internacional frente a Taiwán

La Guerra Fría y la división en dos bloques tuvieron un peso fundamental en la distribución de apoyos para el reconocimiento de Taiwán. Fue precisamente en este momento y con las acciones diplomáticas de los Estados Unidos durante su período más intervencionista cuando la isla logró el mayor número de reconocimientos como país. La ayuda de Estados Unidos, sin embargo, no fue suficiente para alcanzar el reconocimiento oficial, al contrario: en 1971 recibió un varapalo mediante la Resolución 2758, que reconocía a la RPCh como único interlocutor en la ONU.

La diplomacia de la solidaridad de Taiwán
Resultado de la votación de la Resolución 2758.

El resultado de la votación fue de 76 votos a favor de reconocer solo a la RPCh, 35 en contra y 17 abstenciones. A favor, principalmente los países de la órbita soviética y Gobiernos afines, pero también la mayoría de los países europeos —a excepción de España y Grecia, que se abstuvieron, y la por entonces dividida Alemania, sin representación—. La lógica de bloques, fundamental para entender la diplomacia de la Guerra Fría, no era la única razón del apoyo o no de los Estados. España, por ejemplo, se abstuvo como vía intermedia a sus problemas territoriales independentistas y su servidumbre a los Estados Unidos y el anticomunismo.

Dejando aparte los equilibrios diplomáticos de los Estados, desde este momento hasta la actualidad, la situación diplomática de la República de China quedó neutralizada con una decisión de más del 56% de los miembros representados en la Asamblea General de la ONU. Posteriormente Taiwán ha hecho nuevos intentos, pero su admisión es rechazada continuamente; en 2007 Ban Ki-moon volvió a negar la posibilidad de ser miembro de la ONU basándose en la resolución. Actualmente, solo 20 países reconocen oficialmente a Taiwán, la mayoría muy pequeños y concentrados en América Latina y Oceanía —ninguno de Asia, solo el Vaticano en Europa y tres en África—.

A pesar de esta situación, la actual dinámica mundial de los flujos comerciales no ha aislado a Taiwán tanto como parece. Aunque no hayan obtenido el deseado reconocimiento, son muchos los países del mundo que tienen relaciones económicas extraoficiales muy estrechas con Taiwán, incluidos la propia RPCh, Estados Unidos o la Unión Europea. Una nueva muestra de que el dinero se impone a las cuestiones soberanistas.

Los Estados beneficiados por la lucha

En el último anuario del ICDF figuran cinco grandes ambiciones que articulan las iniciativas de Taiwán: implementar los objetivos de desarrollo, trabajar por una gobernanza climática mundial, cumplir con sus obligaciones en cooperación, internacionalizarse y la búsqueda del reconocimiento de la comunidad internacional.

Taiwán tiene como objetivo principal los países pequeños; de ahí sus numerosos proyectos de cooperación en el Caribe y América Central. Pero no todos los receptores de ayudas reconocen a Taiwán. La República de China tiene un lógico interés por su entorno más cercano en el sudeste asiático y el Pacífico, entre los que se encuentran potenciales aliados por su oposición a la RPCh como la India. No obstante, Taiwán ya había perdido todos sus aliados en el continente asiático —no así en las pequeñas islas del Pacífico—.

Otra de las regiones de mayor interés actualmente está en África, un continente que está siendo copado por las inversiones y flujos de la RPCh y donde hay un número elevado de países desarticulados y necesitados de ayuda. Taiwán ha mantenido proyectos de cooperación con sus aliados Burkina Faso y Suazilandia, su exsocio Malaui y, más recientemente, Túnez y Nigeria.

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Países que han recibido ayuda de Taiwán durante 2016.

Al diferenciar el tipo de países que han recibido proyectos de cooperación de Taiwán, se identifican todos los que han reconocido su soberanía —salvo el Vaticano, que no necesita ayudas—. El resto se reparte fundamentalmente entre países que han reconocido a la República de China en el pasado —muchos de ellos hace muchísimos años y que ni siquiera lo hicieron en la resolución de 1971— y novedades tan dispersas y dispares como Baréin, Túnez, Moldavia, Azerbaiyán, Turkmenistán y Papúa Nueva Guinea, en los que las ayudas se concentran en la modernización de las estructuras agrarias y la ayuda financiera.

Los países que la reconocieron diplomáticamente hace mucho tiempo lo hicieron, en su mayoría, en los años posteriores a la IIGM, pero progresivamente fueron estrechando lazos con la China continental antes de la resolución de 1971. En este grupo de países, Taiwán hace un esfuerzo por mejorar sus relaciones con el sur y el sudeste asiático. Destacan proyectos de emprendimiento en industria agrícola en Indonesia y Tailandia, industriales en la India, de energía renovable en Myanmar o de ayuda humanitaria en Nepal. También lleva a cabo proyectos de salud en Nigeria, educativos en Turquía y financieros en Mongolia.

En el ámbito oceánico, donde ha recibido el reconocimiento de hasta seis pequeñas islas y archipiélagos, busca aumentar su influencia mediante el apoyo a Papúa en proyectos de salud y agricultura. Junto a estos destacan otros proyectos regionales en el ámbito de Asia-Pacífico, con ONG —CARE Nepal, World Vision, Acción contra el Hambre— y organizaciones dedicadas al desarrollo, como el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo o el Banco Centroamericano para la Integración Económica, entre otros.

¿Cuándo finalizará esta carrera?

A pesar de los esfuerzos realizados por el Gobierno de Taipéi durante tantos años de cooperación, el estatus político de la República de China como Estado independiente se va reduciendo cada vez más. El poder e influencia económica de su enemigo continental es cada vez mayor y ningún país de entidad y peso internacional reconoce ya a Taiwán —los más grandes son Paraguay y la República Dominicana—. Se puede decir que los esfuerzos económicos y diplomáticos de la China continental están dando resultados.

La diplomacia de la solidaridad de Taiwán
Cada vez menos países reconocen a Taiwán y más a la RPCh.

El último país en retirar su reconocimiento diplomático ha sido Panamá en 2017 —donde un año antes Taiwán pagó hasta tres proyectos sociales y de voluntariado— para establecer relaciones con la República Popular China. Previamente lo hicieron Santo Tomé y Príncipe, Gambia, Malaui, Costa Rica, Chad, Senegal, Granada y Dominica. En todos los casos se preveían mejores oportunidades económicas a través de las grandes inversiones en infraestructuras promovidas por el Gobierno de Pekín, e incluso en el caso de Gambia se adelantaron a la oferta diplomática de la China continental.

Es precisamente en América Central y el Caribe donde Taiwán tiene mayor influencia y, por tanto, donde se centran los esfuerzos económicos de la China continental. Algunas de las ofertas de la RPCh han sido directamente donaciones de dinero —Dominica aceptó una ayuda de cien millones de dólares para infraestructuras—, pero destaca por lo simbólico la construcción de hasta ocho estadios en la región, que se unen a los muchos construidos en África. Otro caso paradigmático fue la oferta de Taiwán para remodelar el estadio de críquet de la pequeña isla de Granada dañado por el huracán Iván: después de llevar más de 28 millones de dólares invertidos en la isla desde 1989, no fue suficiente cuando la RPCh puso sobre la mesa 40 millones. China continental también se ha metido en el bolsillo a Costa Rica pagando los cien millones de dólares del Estadio Nacional de San José, una copia del estadio olímpico de Pekín. Igualmente, pequeñas islas como Antigua y Barbuda, Barbados, Granada, Santa Lucía o Dominica se benefician de una lucha diplomática de forma totalmente inesperada.

No cabe duda de que la unidad territorial importa, y mucho, a la RPCh, hasta el punto de hacer cambiar de opinión a Donald Trump respecto a una China unida en febrero de 2017 durante el encuentro bilateral con el presidente Xi Jinping. Sin duda, se trata de un conflicto con numerosas ramificaciones y variopintos actores que enmascaran los verdaderos propósitos. A pesar de ello, no debe negarse la solidaridad desinteresada de ambos países en algunos proyectos y acciones humanitarias. Tampoco se pretende cuestionar un elevado gasto en cooperación internacional ni las nuevas formas de ayuda vinculadas a proyectos sobre sostenibilidad, soberanía alimentaria o medio ambiente tras el nuevo Gobierno de la Coalición Panverde.

A lo largo de estos años desde la famosa resolución de la ONU de 1971, podemos ver un resultado contradictorio de estas políticas en sus éxitos y fracasos. Desde el punto de vista diplomático, no han significado una mejora, al contrario: han abierto a China el camino para poder contraponer sus inversiones mermando los apoyos oficiales y adelgazando las cuentas públicas. El resultado es satisfactorio en cuanto han realizado una labor solidaria muy relevante, han mejorado la imagen de Taiwán y también han incrementado los flujos comerciales con prácticamente todo el mundo con el que mantienen relaciones extradiplomáticas. Cuando la solidaridad se hace a cambio de algo, es menos solidaridad y más una inversión, y de momento invierte mejor el que más recursos económicos tiene.


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