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La Doble Visera, testigo de excepción

Publicado el 06 mayo 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

Maracaná, el estadio Centenario o el Azteca en América; o Wembley, el Santiago Bernabéu, Old Trafford o San Siro en Europa son nombres de históricos estadios que a cualquier aficionado al balompié le vienen a la cabeza si son preguntados acerca de campos de fútbol emblemáticos y de leyenda.

Pero de entre todos los coliseos futbolísticos habidos y por haber en la historia del deporte rey, exclusivamente hay uno que se pueda dignar de haber sido testigo de excepción de un hito ya insuperable en este deporte llamado fútbol, que al lector le será revelado a lo largo de estas letras.

Estamos hablando de la Doble Visera, estadio que fuera entre 1928 y 2006 la casa del rey de América: el Club Atlético Independiente de Avellaneda, el equipo más laureado del panorama continental, que ha llegado a alzar la Copa Libertadores en hasta siete ocasiones. Ningún otro le supera.

Ya sólo este dato, el de haber sido durante ocho décadas el estadio donde el heptacampeón de América contendía como anfitrión, nos arroja mucha luz acerca de cuánta historia futbolística dichas gradas llegaron a presenciar.

Historia de la Doble Visera

El Club Atlético Independiente, aunque con sede actualmente en la ciudad de Avellaneda, fue fundado en 1904 en Buenos Aires, capital del país y de la provincia homónima; e inició su actividad en 1905. Durante sus dos primeros años de vida jugó como local en distintos recintos deportivos de barrios de la capital bonaerense, hasta que en 1907 se alquilan unos terrenos en la vecina ciudad de Avellaneda, pasando a jugar en la denominada cancha de Ocantos.

A partir de ahí, la historia de Independiente quedaba ligada a la de la ciudad de Avellaneda para siempre. Por ello, se dice del club popularmente que " Independiente nació porteño y se hizo grande en Avellaneda".

En 1925, en el seno de la dirigencia del Rojo, como se conoce coloquialmente al equipo, surge la necesidad de asentarse en una sede con visos de estabilidad y dejar así ese hábito nómada de cambiar continuamente de recinto, habida cuenta de que hasta la citada fecha Independiente había ostentado hasta seis sedes diferentes contendiendo como local. Se anhelaba, pues, un estadio en el que sentirse como en casa, siendo aprobada esta decisión el 6 de noviembre de 1925 en asamblea extraordinaria en que se acuerda la compra de los terrenos donde a la postre se erigiría el futuro coliseo del Rojo.

Se opta por una parcela aledaña a la que ya desde 1904 ocupaba el eterno rival de los rojos: Racing Club, otro grande de la Argentina. Ambas canchas distan escasos trescientos metros.

Por la precariedad económica de que el club adolecía illo tempore, hubo que optar por unos terrenos no del todo aptos para la construcción: el conocido como pantano de Ohaco, una zona de lagunas insalubres. Y allí, sobre esa laguna, pretendían los dirigentes de Independiente levantar el primer estadio de cemento de toda Hispanoamérica. Muchos tildaban aquel proyecto de auténtica locura, ¡una mole de cemento sobre una zona pantanosa!

En 1926 se deseca la laguna y es rellenada con toneladas de tierra, para dar acto seguido inicio a la construcción del estadio que, contra todo pronóstico, logró inaugurarse sólo dos años después, concretamente el 4 de marzo de 1928 merced a la disputa de un partido amistoso que les enfrentó al Club Atlético Peñarol.

Una de las muchas singularidades con que cuenta este estadio que lo hace tan especial para la historia del fútbol es que no tuvo nunca denominación oficial. Se le dio el nombre popular de "Doble Visera" a partir del aspecto que le confirieron unas reformas de gran calado acometidas en la estructura del recinto en 1960, dotándolo de una segunda visera en la tribuna lateral oeste, que se sumaba a la original ya existente desde su construcción e inauguración en 1928. Consecuencia de esta remodelación ascendió notablemente el aforo del santuario rojo, que podía llegar a albergar a aproximadamente cincuenta y cinco mil almas.

Es por este aspecto que la hinchada bautizó espontáneamente al recinto como "la Doble Visera", y así sería conocido hasta que se procedió a su demolición allá por el año 2007, tras ser testigo de innumerables acontecimientos futbolísticos y éxitos de Independiente.

El último partido en la Doble Visera midió a Independiente frente a Gimnasia de Jujuy, terminando con el resultado de 1-2 para el elenco visitante. En enero de 2007 se dio inicio a la demolición del viejo estadio para levantar sobre ese mismo terreno la nueva casa del Club Atlético Independiente: el hoy conocido como estadio Libertadores de América, nombre con que se bautizó al nuevo coliseo y que fue escogido previa encuesta popular a la hinchada.

Pero hasta este último encuentro contra Gimnasia de Jujuy, la Doble Visera se ganó a pulso la consideración de estadio de leyenda imprescindible para todo amante de la historia del fútbol, pues llegó a albergar muchos episodios que son historia pura del balompié.

Acontecimientos históricos

Momentos mágicos de la Albiceleste

Como primer magno acontecimiento que empezó a forjar la leyenda del antiguo estadio de Independiente hemos de señalar, indudablemente, el Campeonato Sudamericano de 1929, en que Argentina salió por cuarta vez en su historia campeona de América tras derrotar en la final a la selección de Uruguay. El Campeonato Sudaméricano no es otro torneo sino la que posteriormente sería conocida como Copa América.

Llegó la Doble Visera a albergar diez partidos internacionales de la selección argentina, no saliendo derrotada en ninguno de los envites, por lo que se puede decir igualmente que fue un campo talismán para el combinado albiceleste.

Idilio con la Libertadores

Pero si por algo se conoce a Independiente y es célebre su antiguo estadio es por las gestas memorables en Copa Libertadores. Se solía decir que se vivía una atmósfera mágica en la Doble Visera con ocasión de la disputa de cada duelo continental. Los rivales sentían el peso de la historia y entre las cuatro gradas de este titán de cemento, Independiente cimentó su reinado continental. Y es que nada más y nada menos que siete Libertadores contemplan la historia del Club Atlético Independiente y de su ya mítico y desaparecido antiguo estadio.

Así, albergó partidos de las finales de 1964, 1965, 1972, 1973, 1974, 1975 y 1984. En todas ellas Independiente salió victorioso y en cuatro ocasiones se entregó la copa en este estadio. Las tres restantes Independiente levantó la Libertadores en Santiago de Chile. En dos de esas ocasiones debido a sendos partidos de desempate ante Peñarol y Sao Paulo (años 1965 y 1974, respectivamente) y la ocasión restante por contender a domicilio en casa de Colo-Colo (1973). Nunca Independiente fue derrotado en la Doble Visera en una final de la competición intercontinental (que se celebra a ida y vuelta, recordemos).

La Doble Visera, testigo de excepción
Campeones de América y del mundo en 1984 (fuente: lanacion.com.ar)

Sin duda, detentar estos números en una competición de solera tal como la Libertadores son cifras propias de un estadio de leyenda y que merced a esa historia que se vivió dentro de sus límites se granjeó el respeto y el temor de los rivales cada vez que acudían a enfrentar al Rojo en la máxima competición de clubes de América.

El colofón de las Intercontinentales

Por supuesto también aguardó la Doble Visera a auténticos equipazos llegados del Viejo Continente para medir sus fuerzas contra Independiente a fin de disputar el cetro mundial. Llegó el antiguo estadio de los Rojos a ser testigo de excepción de cuatro partidos de Intercontinental en ediciones que se jugaron a ida y vuelta.

En los años 64 y 65 visitó Avellaneda un potentísimo Inter de Milán que era entrenado por una gloria de los banquillos: el mítico Helenio Herrera. Y que contaba con jugadores de la talla de Fachetti, el recientemente desaparecido Joaquín Peiró y su flamante estrella: el español Luis Suárez. El elenco lombardo conquistó ambos entorchados.

En el año 72 llegó a la Doble Visera el equipo que dominaba con mano de hierro el panorama futbolístico europeo de principios de los setenta: el espectacular y talentoso Ajax de Ámsterdam, que puso en liza sobre el verde avellanedense el fútbol total que posteriormente llevaría a efecto la Naranja Mecánica en las citas mundialistas de 1974 y 1978.

Y, por último, la vez postrera que vio la Doble Visera arribar a sus dominios a un equipo del Viejo Continente tuvo lugar en 1974. En la edición anterior de la Copa de Europa había sido conquistada por el Bayern de Múnich. Arrebató al Atlético de Madrid un título que el equipo español casi rozaba ya con las yemas de los dedos. Desgraciada final aquella para los colchoneros, sin duda, que terminarían perdiendo el cetro europeo en el encuentro de desempate que se celebró dos días después. La historia le debe varias Copas de Europa al conjunto atlético.

Pero el equipo bávaro renunció a la disputa de la Intercontinental. Así que el conjunto rojiblanco se presentaba en Argentina para el partido de ida dispuesto a resarcirse del palo en la Copa de Europa y proclamarse campeones del mundo. Como así hicieron tras darle la vuelta al marcador en el segundo partido, disputado en el estadio Vicente Calderón de Madrid.

Como dato para la historia, en el banquillo del equipo madrileño en la Doble Visera se sentaba un novat. Un debutante aquel año en los banquillos, que a la sazón había sido sólo meses antes quien había estado a punto de dar la Copa de Europa al Atlético merced a un golazo de falta a cinco minutos del final de la prórroga. Este entrenador del Atlético de Madrid, que hasta sólo la temporada anterior había sido futbolista de la plantilla, respondía al nombre de Luis Aragonés.

Es curioso apuntar que el equipo colchonero tuvo mucho que ver con el adiós definitivo de la Doble Visera, siquiera de forma indirecta e involuntaria. Y es que fueron los veinticuatro millones de euros pagados por los madrileños a Independiente por el traspaso de Sergio "el Kun" Agüero, allá por el año 2006, el hecho crucial que dotó de efectivo suficiente al club e hizo decidirse a la directiva del conjunto de Avellaneda a derribar su ya por entonces vetusto estadio y emprender la obra del nuevo.

Un estadio único

Todo lo expuesto, si bien es digno de admiración y hace de la Doble Visera uno de los grandes estadios de la historia del balompié, no justifica sin embargo que se le catalogue de un estadio único respecto de todos los demás, como así se había dejado apuntado al inicio del artículo.

Son muchos otros los estadios que han sido sede de grandes gestas y testigos de acontecimientos futbolísticos al más alto nivel. Por tanto, ¿qué es lo que convierte a este estadio en extraordinario? ¿Qué envidiable registro guarda entre sus secretos?

La Doble Visera es el único campo de fútbol que puede presumir de haber visto jugar en él a los catalogados como los cuatro mejores futbolistas de todos los tiempos: Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. Ahí es nada. El único. No hay otro en el mundo que pueda ufanarse de haber disfrutado de la calidad de estos cuatro titanes del balompié.

La Saeta Rubia en Avellaneda

Fue Di Stéfano el primero de ellos en contender en la Doble Visera (aún en tiempos en que el estadio contaba solamente, sin embargo, con una sola visera), alcanzando un total de tres encuentros del campeonato doméstico argentino en la cancha de Independiente, el primero de ellos militando en las filas de Huracán y las dos restantes para River Plate, encuentros en los que llegó a materializar tres tantos.

Su última aparición en el santuario de Independiente fue en 1949, justo antes de emigrar a Colombia para enrolarse en las filas del Millonarios, que pescó en el río revuelto en que se había convertido el fútbol argentino tras la sonada huelga de futbolistas que había tenido lugar el año anterior, cuyos efectos aún coleaban.

O Rei invitado a la Doble Visera

Pelé sólo tuvo el honor de contender en el estadio avellanedense en una ocasión. Con motivo de un amistoso en que Independiente vapuleó al Santos por un incontestable 5-1. Corría el mes de marzo de 1964.

Ya más avanzado ese mismo año se frustró la que habría sido segunda aparición del mítico futbolista brasileño en la Doble Visera y primera en competición oficial, con motivo de las semifinales de Libertadores entre ambos conjuntos, las cuales se perdió o Rei fruto de una inoportuna lesión.

Veintitrés minutos de Cruyff

Llegaba el Ajax en el 72 a la Doble Visera con la vitola de rey de Europa. Al frente del equipo neerlandés, su indiscutible y talentoso buque insignia: Johann Cruyff.

Los rojos sabían que se enfrentaban a un jugador de época y el entrenador de Independiente ideó un férreo marcaje al hombre contra "el Flaco". A los veintitrés minutos de partido abandonó lesionado el terreno de juego tras una durísima y agresiva entrada del expeditivo Dante Mírcoli.

No obstante, esos escasos minutos sobre el verde ya le habían bastado al genial Johann para adelantar a los suyos en el minuto cinco y obsequiar al respetable de Avellaneda con varios de sus excepcionales regates y arrancadas, inclementes para las defensas rivales.

Fue la única ocasión en que el astro holandés jugó en suelo argentino, dado que seis años después declinó viajar al país para la disputa del Mundial de 1978 como repulsa hacia la ominosa dictadura de Videla.

"El Diego"

El dios del fútbol argentino experimentó en hasta cinco ocasiones la sensación de saltar de corto al pasto de la Doble Visera. Él fue quien cerró el círculo virtuoso de los cuatro grandes cuando en mayo de 1977. Rindió visita al coliseo rojo vistiendo la elástica de Argentinos Juniors.

Posteriormente, también contendería en el estadio avellenadense enfundado en las zamarras de Boca Juniors y Newell's Old Boys.

El Káiser

Podría haber agrandado aun más si cabe la leyenda de la Doble Visera añadir al elenco de jugadores de época la figura del mejor futbolista alemán de todos los tiempos. El káiser Franz Beckenbauer, considerado por muchos como el quinto grande.

En dos ocasiones se frustró su visita. Pues habían coincidido Bayern de Múnich e Independiente como campeones continentales y, a priori, les tocaba medir sus fuerzas en la Intercontinental.

No pudo ser en el año 74 por los motivos expuestos anteriormente, dando lugar a la disputa del torneo por parte del subcampeón de Europa, el Atlético de Madrid. Y tampoco pudo el káiser rendir visita a Avellaneda al año siguiente, 1975. La Intercontinental ni se llegó a disputar por no solventar ambos clubes desavenencias en cuanto a la fijación de una fecha plausible para ambos.

La Doble Visera, testigo de excepción
No quiso el destino que la Doble Visera disfrutara in situ de la clase del káiser germano (fuente: as.com)

Es éste un pequeño tributo a la formidable historia de un estadio que fue testigo único y de excepción del virtuosismo de los cuatro mejores jugadores de todos los tiempos. El único que puede jactarse de ello.

A buen seguro, cuando la Doble Visera comenzó a ser demolido en enero de 2007 aún reverberaban en su interior los ecos de las gambetas de Di Stéfano, de las arrancadas de Pelé, de los goles de Cruyff y de los regates virtuosos de Maradona.

La Doble Visera, testigo de excepción


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