Los jóvenes con insuficiencia renal dejan a un lado las relaciones sexuales por los efectos que tiene en su salud: descenso del deseo, alteraciones de la menstruación, disfunción eréctil e, incluso, infertilidad De las X que cada uno va despejando a lo largo de su vida sexual, la más difícil es la que aparece en plena adolescencia. Y si ésta ya se presenta complicada per se, más aún si se añade una dolencia crónica, como la insuficiencia renal. En estos casos la sexualidad parece quedar relegada a un segundo plano. Temor, ansiedad y falta de libido son algunos de los problemas a los que se enfrentan los jóvenes afectados.Carmen es un claro ejemplo. Hoy, a sus 26 años, es sexualmente activa, pero durante un tiempo no fue así. «Hace ocho años me diagnosticaron la enfermedad. Estuve un año en diálisis y después llegó el trasplante. Cuando enfermé, la relación con mi pareja se rompió. Tenía 18 años y no aceptaba mi situación, y yo tampoco le podía pedir que siguiera conmigo en esas circunstancias». La joven añade que «con la diálisis no tienes ganas de sexo, porque estás más a otras cosas y terminas manteniendo relaciones sólo por tu pareja, no porque quieras realmente». Y de este problema se habló precisamente esta semana en el IV Encuentro de Jóvenes con Enfermedad Renal, organizado por la Fundación Renal Alcer y Alcer Córdoba. En la jornada distintas especialistas señalaron que las alteraciones hormonales influyen en esta disfunción sexual. En el caso de las mujeres, se produce una disminución de los niveles de testosterona, progesterona y estrona. Las consecuencias principales son las alteraciones de la menstruación, una menor lubricación vaginal, infertilidad por ausencia de ovulación y la disminución de la libido y del orgasmo. En ellos, además, desciende la calidad del semen y existe posibilidad de infertilidad y de disfunción eréctil. Por no hablar de los medicamentos (antidepresivos, ansiolíticos, antihistamínicos y antihipertensivos, sobre todo las tiazidas y los beta bloqueantes), que también pueden influir. Complejos Pero, factores orgánicos aparte, en las primeras etapas lo que más les atormenta es tener que llevar puesto un catéter, la fístula, las cicatrices o la hinchazón abdominal. Carmen lo corrobora. «La fístula, la cicatriz del trasplante o el catéter hace que la gente te mire y resulta incómodo, porque te corta mucho y te avergüenzas de lo que puedan pensar de ti». La psicóloga Araceli Granados añade que «incluso salir de marcha se complica, porque no pueden apenas beber al tener que ir cada dos días a diálisis». Aunque no hay que desesperar, porque hay solución. Granados matiza que «se debe afianzar la autoestima, comunicarse con la pareja y tener en cuenta que el abanico de posibilidades del sexo es muy amplio. Es necesario redescubrir el cuerpo a través de masajes y juegos sexuales y sensuales». Un ejemplo que siguió Carmen, y hoy asegura que tiene una vida sexual plena. «Hay cosas que me molestan más tras el trasplante, pero hay que normalizar la situación. Es cierto que tengo que tener cuidado con las infecciones y no puedo tomar anticonceptivos orales, pero disfruto como cualquier joven». Fuente: La Razón.es Ana Hidalgo |