Es sabido que el mejor tratamiento para la persona que está en diálisis es el trasplante renal. Muchos pacientes deben esperar meses o años hasta conseguir un donante adecuado. Una buena alternativa, que incluso hace que se salte el duro tratamiento de la diálisis en algunos casos, es el trasplante renal de donante vivo. En estos casos, en los trasplantes sin pasar por la diálisis, el desgaste de la persona es menos acusado y el cuerpo no tiene tiempo de resentirse ni deteriorarse.
Algunas personas me escriben preguntándome los riesgos, las dudas, los miedos... Yo les puedo asesorar con mi propia experiencia, pues de hecho mi segundo trasplante fue de donante vivo (padre). Pero lo que siempre les digo es que si están valorando la posibilidad de donar un riñón a la persona querida (pareja, hijo, esposa, marido...) es muy importante que se informen bien. Deben conocer, tanto los enormes beneficios que va a suponer para la salud de la persona que recibe el riñón, como los posibles riesgos a los que se exponen (como en cualquier intervención siempre existen riesgos).
Una de las preocupaciones que más me comentan las personas que me escriben, es que si la pérdida de uno de sus riñones influirá en la salud tras la operación. Hay que saber que una persona sana puede tener una vida completamente normal con un solo riñón. El órgano que queda cumple la función de los dos. Incluso tras el trasplante, los donantes, tienen un seguimiento por parte de los nefrólogos durante muchos años y luego una vez al año una analítica completa (por lo menos en el caso de mi padre).
Los médicos explicarán con todo detalle todos los inconvenientes físicos y las pruebas a las que serán sometidos antes de que sean aceptados como donantes. También explican al futuro donante que en un trasplante de vivo las probabilidades de éxitos son elevadas, pero que siempre existe un riesgo de que el trasplante fracase.
Por eso, es muy importante que todos, receptor, donante y familiares comprendan con claridad todo el proceso, desde las pruebas, pasando por la intervención y el post-operatorio, y que tengan en cuentan todos los riesgos. La familia tiene que hablar, explicar como se sienten, soltar todas las emociones que llevan dentro y estar preparados.
La persona que dona un riñón a un familiar o persona allegada siente que la está ayudando a vivir, que mejora su calidad de vida enormemente y que le devuelve la alegría.
Por la parte que me tocó vivir, sé que es una decisión difícil y que los miedos y la angustia hacen acto de presencia durante todo el proceso. Pero el deseo de mi padre de que yo estuviera bien era superior a todas sus dudas.
Yo tenía una enormes ganas de trasplantarme, pero a la vez estaba aterrorizada porque mi padre quedaría con un riñón menos. Mi cabeza no paraba de pensar y pensar. Es una mezcla de sentimientos y emociones que sólo las personas que pasan por ello lo saben. Pero también sé que es una gran prueba de amor y que mi padre mantuvo firmes los sentimientos positivos sobre su decisión.
¡Gracias, papa!