Un 1000 cinematográfico.
Si el contador de Blogger no falla, con esta entrada son exactamente MIL (1.000) las veces que en la paredes de la Posada se ha colgado algún escrito. No es una cifra excesiva para casi nueve años de existencia del blog (lo inicié el 31 de marzo de 2009). Pero tampoco me parece que sean despreciables, en estos tiempos tan movedizos y hasta volátiles, la duración y continuidad que esa cifra suponen. Ha sido —está siendo— una larga travesía, a la que llegué por sugerencia de algunos amigos, después de que se cerrara el foro ya mítico de poesia.com, y tras la mixtificación o fracaso de otros proyectos de redes sociales, anteriores a la gran invasión que supusieron Twitter y, sobre todo, Facebook. Campos enredados que, junto con algunos otros, como Instragram, se han ido convirtiendo en las grandes autopistas del tráfico y tráfago cibernáuticos, cada vez más rápidas, más fáciles, más populosas, más inmediatas, más compulsivas, más histéricas, más impersonales...
Es cierto que, como ha venido ocurriendo en la historia de las comunicación desde tiempos remotos, ningún nuevo medio, técnica o procedimiento acaba por completo con los anteriores. Pero no lo es menos que, a menudo, lo novedoso altera el panorama, o contribuye a modificar la fauna preexistente o va empujando a las viejas criaturas hacia una deriva que, en cierto modo, termina por desnaturalizarlas. O, como en el caso de los blogs, deja transformados sus habitáculos en viejos recintos por los que cualquier paseo tiene algo de caminata solitaria hacia el pasado, envuelta de modo inevitable en esa sustancia pegajosa (¿mucilaginosa?) que es la nostalgia.
El caso es que de los diferentes formatos que hasta ahora he conocido en el uso social de Internet el del Blog me parece, con mucho, el más atractivo. Sin dejar de ser rápido, exige o invita a un ritmo más pausado, reflexivo. Al no contar con métodos cuasiautomáticos, impulsivos e impersonales de respuesta (esos «me gusta» o retuits que son el santo y seña, además de la engañifa banalizadora, de Facebook o Twitter), el uso y frecuentación del Blog implica —al menos en principio— una mayor conciencia de la actividad, un trato más cuidadoso y personalizado, otro tipo de «clima emocional» en su manejo. Todo esto, claro, de forma muy general. Al final, la cualidad y calidad de la experiencia dependen del uso que se haga de los medios, ya que, con independencia de sus características y su mayor o menor tendencia a favorecer un determinada pulsión, en todos cabe un margen de distanciamiento, de pausa reflexiva, de consciencia... que permitan al usuario intervenir y controlar su uso.
Dicho sea todo esto a modo de celebración de esta ENTRADA MIL y como manifiesto, sencillo pero contundente, a favor de la variante comunicativa que implica el Blog. Que procuraré mantener, siquiera sea pegado a la actividad en Facebook, mientras dure, y, en menor grado, de Twitter, pero con un sentido claro de autonomía. E, incluso, como horizonte de intenciones, así como de usos estéticos y éticos, que guíe mis tratos con las demás redes sociales. Mientras sea posible, resistiremos. Feliz 2018.