Seguramente, todos hemos sentido en alguna ocasión envidia de alguien. El ver que otra persona ha alcanzado cierta fama, tiene una buena casa, un gran coche o una hermosa pareja puede producirnos una reacción un tanto desagradable. Si se trata de algo puntual y la cosa queda ahí, podemos decir que es algo dentro de la normalidad del ser humano. Sin embargo, si este resentimiento comienza a apoderarse de nosotros y a causarnos verdadero sufrimiento, ya nos encontraríamos ante una situación más preocupante: hablaríamos entonces de la denominada “envidia patológica”
Cuando envidiamos profundamente alguna cualidad de otra persona, llegamos a experimentar frustración ante nuestra imposibilidad de poseer dicho atributo, lo cual nos causa dolor. El hecho de ver que otros tienen lo que nosotros no, termina por provocarnos sentimientos de rabia, ira y desconsuelo. O al menos pensamos que la cosa funciona así.
A raíz de aquí podríamos preguntarnos: ¿cuando envidiamos algo de alguien, realmente queremos poseerlo? Es relevante mencionar que en muchos casos no es la falta de “ese algo” lo que nos hace pasarlo mal, sino el propio hecho de que otros estén destacando por algún motivo. Seguramente con estas cualidades también nos sentiríamos insatisfechos, o incluso en el fondo no queramos poseerlas.
Por tanto, aparte del patente narcisismo que acompaña a las personas excesivamente envidiosas (valoran el tener y el aparentar como algo fundamental), existe una urgente necesidad por desposeer al otro de todo aquello que lo hace ser “considerado” por los demás. Sería más un deseo de anular las virtudes del otro que el ansia de poseer dichas virtudes, una forma inmadura de expresar “si yo no lo tengo, tú tampoco”
Existen muchos trastornos psicológicos que están muy relacionados con la envidia exagerada. Es el caso de la depresión, la baja autoestima, la ansiedad o la obsesividad; los cuales contribuyen a fijarse más en el otro que en uno mismo.
De cualquier modo, es importante mencionar que muchas veces, como muy bien suele decirse, las apariencias engañan. De esta forma, cuando parece que alguien está rodeado de éxito, de virtudes o de fama, es muy frecuente que en realidad esa persona también esté sufriendo, y que todo de lo que parece alardear no sea más que un escudo para defenderse de sus verdaderas carencias.
Por esto, si tiendes a envidiar a otros, sería bueno que comenzases a plantearte hasta qué punto es importante poseer o parecer, cuestionándote si dichos aspectos conllevan irremediablemente a la felicidad o no.
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