Parecía imposible, pero allí estaba. En un libro tan pulcro, tan cuidado, la errata había ido a caer en el infierno, un microrrelato de Millás que se desdobla en dos escenarios, como si le diera pena hundirse solo. Es la tercera vez que debía sonar el teléfono, pero lo que suena es el telétono, quizás el teletono, si la errata es además error; en todo caso un objeto espurio sobre el que harías bien, lector, en ejercer una diligente vigilancia antes de que te acabe devorando.