Revista Cultura y Ocio

La escuela de Annales (V)

Publicado el 04 mayo 2016 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

La tercera etapa se desarrolla a partir de los años 60-70 y tiene relación con lo que se llama “El retorno crítico de la Escuela de los Annales”, es decir, un intento de modernización para seguir ostentando una posición preeminente desde un punto de vista de los desarrollos históricos a nivel general, ya no en las ciencias sociales sino en la comunidad de los historiadores.

Es un proceso que de algún modo se verifica por la aparición de un libro muy significativo, en un intento de reorganizar los planteamientos de la historia de los Annales: “Faire l’ histoire”, en el año 1974. Supone la aparición pública de las novas formulaciones de Annales en ese momento. Son tres volúmenes dedicados a plantear nuevos problemas, nuevos enfoques y nuevos temas. En esa obra, toda una serie de autores ligados a Annales y otros incorporados recientemente, elaboran una serie de propuestas que intentan ser nuevas y diferentes, rompiendo con lo tradicional: Volumen I: Nuevos problemas. Apartados dedicados a la historia conceptualizante, historia de los pueblos sin historia y sin escritura, historia marxista en construcción dentro de Annales,… Presencia muy clara de la antropología, de la aculturación… Volumen II: Nuevos enfoques. Artículos dedicados a la arqueología, religión, demografía, artes, ciencia, política,… Volumen III: Nuevos temas: historia del clima, inconsciente de la historia, mito, mentalidades, lingüística e historia, consideración histórica del papel del libro, jóvenes y niños, cuerpo, cocina, opinión pública, cine, fiestas,…

Esa tercera etapa se caracteriza por el abandono de una visión básicamente materialista y la reivindicación de los procesos de valor histórico inmateriales. Es un reconocimiento de que la historia de Annales había recaído en visiones fuertemente materialistas (económico-sociales), y reivindicar lo que se llamó, de una manera desafortunada, Historia de las Mentalidades, y que hoy llamaríamos, de manera correcta, Historia Cultural. Lo mental pasa a ocupar un papel importante en la consideración de la historia. Eso no quiere decir que en años anteriores no hubiese estudios culturales, sino que tenían menor importancia. Ahora se relanza la necesidad de abordar el estudio de lo inmaterial que va a tener mucho que ver con el predominio que desarrollan los estudios culturales en época contemporánea. Eso pasa necesariamente por el abordaje de nuevas temáticas, que pasan a ser prioritarias y a interesar mucho más desde un punto de vista del análisis histórico. Los aspectos relacionados con el imaginario y la ideología, historia de la tecnología, de la vida privada, de la muerte, del cuerpo,… son toda una serie de formulaciones que entran en los años 70 en la consideración histórica con temas que adquieren enorme importancia. Intento de reformulación en lo que la visión más materialista se complemente con una visión de lo inmaterial.

Por otro lado se explicitan nuevas influencias determinantes desde un punto de vista historiográfico. La influencia de la antropología, un conocimiento que se formula en los años 40 a partir de la antigua etnología como una reflexión más centrada en aspectos humano-tecnológicos. La importancia de lo biológico o de la biología desde un punto de vista de la consideración de la historia, pues estamos en tiempos ecológicos y en la construcción de una visión ecológica de la historia. La aplicación del psicoanálisis a la historia y el reconocimiento de la aportación de las matemáticas y no estrictamente de la economía.

Los “annalistas” en ese momento elaboran la idea de que es necesario edificar una visión política de la historia, la vieja historia con una nueva consideración. Eso supone abrir la escuela de los Annales a la presencia de los estudiosos de la historia contemporánea, que hasta ese momento estaban prácticamente fuera de Annales. La historia que se elaboraba acababa lo más tarde en la I Guerra Mundial. Una reivindicación histórica nueva es la consideración histórica de lo actual, la posibilidad de que el historiador analice la contemporaneidad desde una perspectiva histórica. Una renuncia explícita a la consideración de la historia total. La historia tiene un objetivo sintético pero no es abordable desde un punto de vista contemporáneo, esa visión de carácter total histórica se convierte en un imposible. Necesita la historia de una nueva erudición, de una nueva crítica de las fuentes de información desde un punto de vista histórico.

Por otro lado, esa nueva orientación pasa por una renovación de los criterios de dirección. En los años siguientes nunca más habrá una dirección única, siempre se remitirán a direcciones de carácter colegiado, normalmente centrado en tres historiadores, formando una especie de triunvirato. Durante los años siguientes, Jacques Le Goff, pero también otros historiadores como Pierre Nora y Jacques Revel, y con ellos a posteriori Marc Ferro o Roger Chartier, son las personas que se van a responsabilizar en los años siguientes de la orientación de las formulaciones de Annales bajo el liderado moral de Le Goff quien, desde la nada, es reclamado por estos autores para que se ponga al frente del proceso dinamizador. Es un proceso de reconstrucción y voluntad de recuperación y de creación de una nueva identidad que sirva de referencia intelectual tal como tiene sido Annales en los períodos anteriores. Esa voluntad de rectificación, el intento de desarrollo de una crítica en profundidad pasa por otorgarle un papel central a los estudios de carácter cultural. Hay un intento de equilibrar, frente al excesivo materialismo de las posiciones económicas y sociales, a la historia de la cultura.

Frente a una de las alusiones explícitas que hace Annales en sus inicios, el rechazo sistemático de la historia política, ahora los annalistas critican ese sistema porque la despolitización de la historia tiene llevado a un proceso de pérdida de sentido y de valor político, y como consecuencia, toda la historiografía contemporánea se desarrolla al margen de las formulaciones de Annales. Vuelven a reivindicar las temáticas políticas, incluso en relación con nuevos análisis lingüísticos, y la influencia de nuevos conocimientos sociales a la hora de establecer los nuevos procedimientos de análisis como la psicología y la antropología.

La multiplicación de los objetos de estudio, prácticamente a partir de la constitución de esta nueva fase, los historiadores de Annales lo analizan todo y prácticamente no se escapa nada de los conocimientos de la historia. Todo esto pasa también por una nueva consideración de las fuentes desde un punto de vista histórico, que tiene que ver con la elaboración de una nueva comprensión del tratamiento de las informaciones. Hay una reclamación que Le Goff mantiene en toda la última fase de su producción historiográfica: la crítica a la erudición, que supere la fase puramente empirista de la valoración de las fuentes, y que pase por considerar más el valor social de los textos y la capacidad interpretativa que tienen, y que pase por validar muchísimo más los contenidos de las fuentes como construcciones de tipo cultural y no meras descripciones de carácter naturalista. Dentro de esta propuesta está igualmente el abandono definitivo de la concepción total de la historia de Annales. Consideran que es un objetivo inalcanzable y, por tanto, que ni siquiera se puede plantear, entender las cosas solamente desde su diversidad, no intentando encuadrar todo en un proceso de carácter global que juzgan inválido en ese momento. A partir de ahí se sitúa una nueva perspectiva que tiene mucho que ver con la historiografía general, puesto que surgen muchas nuevas ideas.

Simón de Eiré


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