Revista Opinión
Tordesillas es una población castellana de 9.000 habitantes que con motivo de la ¿fiesta? del Toro de la Vega acoge hasta 50.000 desalmados que al parecer alcanzan el éxtasis torturando a lanzadas hasta la muerte a una pobre bestia, en un espectáculo cuya sola existencia obliga a interrogarse sobre la condición humana.
Siguiendo la bárbara costumbre reimplantada hace unos años, ayer se alanceó en un campo cercano a Tordesillas un toro de 600 kilos. El espectáculo reunió a 300 tipos a caballo y a decenas de miles de asistentes, la mayoría jóvenes, que a pie y provistos de largas lanzas persiguen y acosan al toro en terreno abierto, dándole lanzadas hasta que el animal muere.
Tordesillas tiene alcalde socialista, y el Gobierno autónomo de Castilla y León es del PP. Para el caso da igual, ya que unos y otros no solo permiten esta bestialidad sino que la defienden como "espectáculo tradicional" que además goza de la condición de "Fiesta de Interés Turístico Nacional" (sic). Incluso en un país en el que la brutalidad con los animales forma parte al parecer del modo de vivir la fiesta popular -desde las corridas de toros "profesionales" celebradas en plazas cerradas, a los "correbous" sueltos por las calles a disposición de las turbas alcoholizadas-, el Toro de la Vega marca un hito de brutalidad que francamente resulta difícil de superar, y que nos hace avergonzarnos no ya de ser ciudadanos españoles sino incluso de compartir especie con las alimañas torturadoras del morlaco.
Para psiquiatras y antropólogos queda la interpretación de este ritual depravado que hasta hace pocos años culminaba con la castración del animal agonizante, una alusión sexual nada disimulada al poderío macho de los participantes en la fiesta, que al parecer se incrementa al menos simbólicamente privando de sus atributos a un animal totémico como es el toro. Todo muy etnográfico y desde luego muy bestia, como puede verse. Hay que decir que ahora se limitan a cortarle el rabo al toro una vez muerto, rabo que el lanceador que logra matarle cuelga de la larga vara (otro símbolo fálico donde los haya) con la que le ha dado muerte. Según El País de hoy, el joven que este año logró la hazaña declaró "sentirse como Cristiano Ronaldo", que al parecer debe ser lo más de lo más a que se puede aspirar en esta vida. "Eres como Dios", explicó el mozo, redundando en sus sensaciones. El orgasmo, ya ven.
Esta es en definitiva la España Negra y salvaje de siempre, la que encuentra placer estético en la tortura y la muerte ajenas. Como ya no está bien visto alancear judíos, moros, protestantes, rojos o mujeres, hay que conformarse con clavarle lanzadas a un toro durante media hora y luego cortarle algo que demuestre que somos más fuertes y más machos que él. A mí la verdad, me cuesta reconocerles la condición humana a los defensores de semejante espectáculo, aunque desde luego lo que no pienso es llamarles animales ya que eso sería un insulto inmerecido por los animales, seres vivos que jamás nos harían daño de modo tan gratuito.
En la fotografía que ilustra el post puede verse el momento en que el llamado Toro de la Vega fue alanceado ayer hasta la muerte por uno de sus perseguidores.