Revista Opinión

La espantá

Publicado el 30 noviembre 2015 por Jcromero

Ante unas elecciones todos los candidatos se proclaman demócratas pero, cabría preguntarse si lo son, si sus partidos funcionan como organizaciones democráticas, si tienen disposición para dialogar, debatir y escuchar. Sin confundir democracia con asambleísmo, la democracia debiera ser un espacio para el contraste de opiniones y el acuerdo o la discrepancia razonada y expuesta ante la ciudadanía. Los debates entre candidatos debieran ser una exigencia democrática.

La espantá del presidente del Gobierno al negarse a debatir con los candidatos, que según todos los sondeos tendrán mejores resultados, aduciendo que solo debatirá con el líder de la oposición es la treta del escapista, recuerda determinado pasaje escrito por Marguerite Yourcenar, en Memorias de Adriano, aunque a Rajoy le falta la inteligencia y humildad del protagonista de la novela: " Somos funcionarios, no césares. Razón tenía aquella querellante a quien me negué cierto día a escuchar hasta el fin cuando me gritó que si no tenía tiempo para escucharla tampoco lo tenía para reinar ".

Los electores tenemos el derecho a contrastar opciones y, con más motivos cuando todos los sondeos otorgan mucha relevancia a los indecisos y cuando se afirma que después de las elecciones será necesario el diálogo entre distintos aspirantes y formaciones políticas. Escribe Ramón Cotarelo que la democracia es un régimen de opinión y que la opinión nace del intercambio de ideas, de la reflexión y del respeto hacia los demás. Sin embargo, no lo entiende así el candidato que rehúsa confrontar opiniones y programas.

Con demasiada frecuencia afirmamos que los políticos no escuchan aunque, por qué negarlo, tampoco nos hacemos oír de una manera firme y decidida. Aquí, como en tantos otros espacios, nos referimos a la clase política con cierto desdén y de manera airada. Afirmamos que van a lo suyo, que defienden sus intereses e ignoran los nuestros. Pudiendo ser cierto, el problema se agrava cuando nosotros, los ciudadanos, actuamos como si nos importara un comino el que traten de manipularnos o cuando, como borregos, aceptamos que nos engañen. ¡Total que más da!

La democracia debe asentarse en la controversia y el debate. La ciudadanía y determinados partidos políticos deberían aceptar que la caverna -la mediática y la ideológica- siempre proyecta sombras sabiendo que éstas más que realidades son intereses de los grupos de presión y de poder a los que obedecen. Podemos flagelarnos juzgando a quienes nos gobiernan y a quienes elegimos para que nos representen. Podemos gritar que son todos unos corruptos y estafadores para aplacar a nuestra conciencia pero, después de las lamentaciones y los aspavientos ¿qué? ¿Dejamos que continúe gobernando quien nos desprecia hasta tal punto que no considera necesaria su presencia en los debates electorales? ¿Damos por bueno dejar fuera de los debates programados a una formación como IU? ¿Aceptamos que sean las encuestas o los medios de comunicación quienes determinen los candidatos que deben participar en los debates?

Si nuestra democracia funciona de esta manera y nosotros no exigimos responsabilidades ni intervenimos, estamos dando la espantá como Rajoy.

Es lunes, escucho a Gilad Atzmon:

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