La poesía contemporánea viene sufriendo mutaciones constantes que dificultan enormemente la sistematización de la misma en cuanto a temas, estéticas y modas. Sin embargo, sí podemos detectar varios rasgos comunes en la producción general de diversos autores, hasta el punto de considerarlos tópicos de la poesía contemporánea, como lo fueron en su momento los tópicos del “Ubi sunt”, “Carpe diem” y otros similares que sirven, por ejemplo, para entender mejor la historia de la literatura.
Numerosos autores han abordado este tema y este deseo de explicación del sistema poético actual. Desde el punto de vista estético, el profesor Luis Beltrán Almería nos ofrece una interesante lectura de la “poesía moderna” en un reciente artículo titulado “Encrucijadas de la poesía”; lo hace desde el punto de vista de la disgregación del mundo antiguo, posibilidad que plantea numerosas posibilidades de lectura. Desde otro punto de vista, uno de los autores que más claridad han aportado en este sentido es DomingoSánchez-Mesa, que en su antología Cambio de siglo (2007), propone once puntos esenciales para comprender los caminos por donde circula la poesía contemporánea, o al menos, gran parte de ella. Podemos pensar que la claridad que nos ofrece puede deberse al medio donde encontramos este catálogo, es decir, en una antología, donde ha habido, por tanto, una necesaria selección de textos. Más en concreto, en el texto “Sin foto de familia. Ensayo de radiografía de la poesía del cambio de siglo”, el autor pretende señalar “cualidades o características más interesantes de las voces poéticas aquí señaladas”, así pues, encontramos una serie de rasgos que nos pueden dar pistas valiosas sobre el tema que nos ocupa y, en general, una mayor comprensión de la poesía de nuestros días. En cualquier caso, a pesar de contar con la limitación de que estas características parecen ser atribuibles, en principio, sólo a los autores que figuran en la antología, creemos que son extrapolables a gran parte de la producción poética de nuestro país. Intentaremos trazar a continuación algunos puntos capitales para la comprensión de la poesía contemporánea en torno al tema del amor, o más bien, del desamor.
Si en otras épocas de nuestra historia literaria, la poesía tenía su razón de ser en el amor, la denuncia, la búsqueda de belleza, la huida o la libertad, es decir, los ideales que alimentaban su esencia e identidad, hoy, los ideales han cambiado sustancialmente, tanto como nuestros modos de vida y nuestras sociedades. Esta es una de las múltiples razones del desencuentro entre el gran público –la mayoría lectora o no, pero educada en una clara concepción canónica de la poesía con una serie de temas determinados y desarrollados de un modo concreto- y la gran parte de la poesía que hoy se produce y que, por esta misma razón, no puede llegar con eficiencia al lector por la simple razón de que no la entiende o no la considera poesía, aunque esto es otro tema también de notable interés.
Uno de los mayores tópicos en relación con la comprensión de la poesía en general, es que esta habla de amor, de hecho, durante siglos, la poesía ha sido el lenguaje del amor y uno de los grandes temas líricos, no en vano, todavía hoy, diversas campañas publicitarias anuncian en televisión que tras un pago, el interesado recibirá en su teléfono móvil un poema de amor, que podrá utilizar para cortejar a quien desee. Es decir, que en el imaginario colectivo, la poesía se asocia indisolublemente a la temática amorosa, bien sea en la definición de amor cortés o en el simple encadenado de palabras bellas para regalar los oídos del receptor.Sin embargo, el escenario poético que podemos encontrar hoy día es bien diferente, hasta el punto de poder afirmar que es muy complicado encontrar poemas de amor en la producción poética actual, y aun el caso de encontrarlos, esta producción será minoritaria con respecto a otros temas, caso notable del desamor. Mucho más difícil es encontrar un poemario dedicado a este tema, aunque sí podemos señalar algunos ejemplos, como por ejemplo el libro de Fernando Beltrán, El amor nunca muere (2006), donde se persigue la clásica idea, una vez más, de que el amor, por mucho que pase el tiempo, permanecerá de alguna manera (la relación con el magnífico soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte” es clara), aunque bien pudiera ser el perseguir esta idea un deseo de permanecer en este mundo del modo que fuere.
También podemos destacar el Completamente viernes de García Montero (1998), o el delicioso libro de Antonio Rigo, Poemas del bosque y de la lluvia (2009: 67):
EL OLIVAR
No hay electricidad
ni cuarto de baño
bebo agua de lluvia y
escribo lunas de cosecha
en todos los cristales,
soy un bruto,
salgo corriendo montaña abajo
abrazando árboles
me alimento de raíces y
pienso constantemente
en el amor.
(Antonio Rigo)
La sociedad ha cambiado de forma vertiginosa en un breve espacio de tiempo, y se ha instalado en un profundo relativismo, derivado muy probablemente de los cambios sociales explicados, aunque sea parcialmente, por el posmodernismo. Estos cambios también han afectado a nuestra concepción del amor –habría que cuantificar el peso de la comedia romántica realizada en Hollywood en este hecho-, que se ha convertido en un valor absoluto imbricado dentro de la sociedad del bienestar –no hace falta sino observar la publicidad, que asocia este valor al éxito sexual-, un valor que sitúa al que lo posee dentro de una sociedad marcada por los valores de éxito y posesión.
Sánchez-Mesa no se refiere específicamente al desamor como característica de la poesía de fin de siglo, pero uno de los rasgos que aporta sí nos puede servir como acercamiento a esta temática y es que, en referencia a la poesía del siglo XXI, comenta el antólogo que “sobrevuela esta nueva etapa una suerte de nihilismo o de sereno escepticismo, producido gracias a una mayor conciencia del hundimiento de los grandes relatos explicativos de la historia, que matizan el alcance
de la verdad del poema, ahora más claramente limitado a lo individual de esa apuesta y a la dificultad de conclusiones de alcance más elevado”, fragmento que podríamos resumir aludiendo al alcance del posmodernismo también en la esfera de la poesía, tema sobre el que habría que ahondar. Como ejemplo de este pensamiento, de Amalia Bautista (Sánchez-Mesa, 2007: 131):
EL ÁNGEL PERPLEJO
Nunca hubo dios, ni vírgenes, ni santos,
ni icono que proteja, ni oración que consuele;
nunca ha habido milagros o prodigios,
ni salvación del alma o vida eterna;
ni mágicas palabra, ni bálsamo efectivo
Contra el dolor que no remite nunca;
ni luz al otro lado de las sombras,
ni salida del túnel, ni esperanza.
Sólo nos acompaña en esta travesía
un ángel de la guarda perplejo que soporta
la misma vida perra que nosotros.
(Amalia Bautista)
La poesía, como reflejo del mundo en el que vive, no es ajena a esta situación de desamparo, y encontramos numerosos poemas que hablan de enfrentamientos con el amor o la persona amada, de rupturas sentimentales que esperan conectar con el público en un ejemplo más de la estética del patetismo sentimental –sería interesante realizar un análisis cuantitativo de la producción de música pop española sobre este asunto-, de personajes moviéndose en circunstancias de vacío y soledad y por tanto esperando que el amor sea la solución a sus problemas y un largo etcétera que nos llevaría a relacionar estos hechos con la obra de Lipovetsky, La era del vacío por ejemplo, como explicación sociológica de estos fenómenos. Autores como el filósofo francés o como Lyotard, describen nuestro tiempo como una época de profundo individualismo y narcisismo, y todavía van más allá, describiendo incluso un elemento que aparece con frecuencia en la poesía que nos ocupa, y es que incluso llega a haber un cierto regodeo en las situaciones descritas. Esto es, el sujeto poético, listo para emprender la aventura de la relación amorosa, de salir de sí mismo para encontrar al otro, ha fracasado, pero ha fracasado sin épica, sin pena ni gloria, tampoco con tristeza, y en consecuencia vuelve a sí mismo, normalmente al refugio de los bares. Como ejemplo de este tópico, expresado de la manera que acabamos de comentar, podemos citar el poema de Pablo GarcíaCasado, autor a quien, por cierto, Vicente Luis Mora señala como poeta posmoderno en su blog vicenteluismora.bitacoras.com.
No podemos entrar a analizar la obra de este autor en relación con el posmodernismo pero podemos, por lo menos, suponer que la razón de su inclusión en esta lista se pueda deber a la aparición de la publicidad; el producto de limpieza acaso no pueda limpiar la pena de la voz poética, pero juega el mismo papel de identificación con la voz poética que la naturaleza en la lírica renacentista o romántica:
DIXÁN (Veinticinco poetas españoles jóvenes, 2003: 22)
Por qué se secará tan lenta la ropa por qué persisten
las manchas de grasa de fruta y de tus labios
si dixán borra las manchas de una vez por todas
por qué la aspereza de las prendas la sequedad de su tacto
si pienso en tus manos en tu modo de mirarme de decirme
que por culpa del amor habrá que lavar las sabanas de nuevo
preguntas tristes tristes como todos los anuncios de detergente
y es que no encuentro mejor suavizante que tus manos
en esos bares supermercados desnudos de noche.
(Pablo García Casado)
En definitiva, se ha producido un cambio social y de perspectiva con respecto al amor como gran relato para el ser humano, que se ha transformado por un nuevo relato más productivo desde el punto de vista patético e incluso catártico, el desamor y sus visiones, marcadas estas por términos como soledad, desesperanza e individualidad.