Tengo grabada la imagen de la orquesta del titanic tocando durante el hundimiento. Es nuestra filosifía de vida. No dejaré de tocar hasta que el agua me empape las barbas, y aun así, no me asustaré hasta que mi boina flote en el atlántico. La moral y los principios son poca cosa comparado con eso.
Es el canto que nuestra generación legará al mundo. Resultado, supongo, de vivir en un sistema en el que la estabilidad es el crecimiento en un mundo de recursos finitos. Sabemos, todos nosotros, que nuestro sistema está en decadencia, lo cual no tiene ninguna lógica porque cada vez vivimos más años y con más comodidades materiales.
La revolución industrial está genial. Buscad una gráfica de la población humana de los fenicios hasta nuestros días. Vivimos en la cresta de la ola. Estamos en plena gráfica exponencial. En la cresta de una ola imparable. Pero no, no estoy pensando en ecologismo, sostenibilidad, o en subvenciones para ligar trompas de falopio. Pienso en el potencial que tiene nuestra especie. Cuando la tierra esté llena empezará el boom del ladrillo de gomaespuma para construir sobre el atlántico. Y cuando este esté lleno colonizaremos marte. De ahí a las estrellas. Me pregunto como quedará la tierra cuando la dejemos, pero yo no me trago el temor de los varones de la ciencia ficción del siglo pasado. Su certeza era que Caminábamos hacia el abismo. Misil intercontinental, el gran hongo y el invierno nuclear.
Hace algunos años, unas diminutas bacterias de color cian extinguieron a quien no pudo adaptarse a sus condiciones. Exalaban oxigeno. Ese venenoso gas. Yo pienso que no somos muy distintos. Como individuos somos seres racionales, pero como especie no tenemos ningún mecanismo de autocontención. Iremos adaptando el mundo a nuestras condiciones, pésele a quien le pese. Y no, no es culpa del capitalismo, es la naturaleza humana.
¿Por qué todo lo divertido es filosoficamente insostenible? Seguiremos tocando hasta que se nos empapen las barbas, pero no se levanten de las butacas hasta que no vean la boina flotar. Nunca se sabe.
Orson López