Revista Opinión

La ética de la imagen

Publicado el 14 abril 2020 por Manuelsegura @manuelsegura

La ética de la imagen

La crisis del coronavirus ha vuelto a poner sobre la mesa el tratamiento gráfico/informativo que se ha de dar a determinado tipo de catástrofes. Y no es cuestión de generalizar, en tanto en cuanto esto dependerá del lugar del globo terráqueo donde estas se produzcan. En nuestro país, la aparición de fotografías e imágenes de vídeo en medios de comunicación, con la presencia de filas de ataúdes, ha suscitado una viva y encendida polémica en los últimos días.

En 2001, el tratamiento que en este sentido tuvieron los atentados del 11-S en Nueva York ya puso sobre el tapete lo peliagudo de la cuestión. Dos décadas después del ataque a las Torres Gemelas, aún no se ha aclarado qué fue lo que frenó a los medios estadounidenses para que, a lo largo de esos intensos días, los lectores y telespectadores no vieran un solo cadáver de aquella tragedia tan descomunal. Las opiniones al respecto se dividieron, como lo hacen ahora. Hubo quien compró la tesis de que fueron las propias corporaciones informativas las que se conjuraron para guardar en el cajón las espeluznantes imágenes que, sin duda, tenían en su poder. Y también hubo quien se abonó a la teoría de una censura encubierta, pero muy efectiva, impuesta por el Gobierno del presidente George W. Bush

En España, por aquel entonces, el que fuera director de uno de los medios de prensa más influyentes del país calificó el episodio como “un ejemplo de moralidad y de sentido ético, y prueba de cómo debe prevalecer el respeto humano frente al derecho a la información”. La cuestión estriba en el doble lenguaje y la actitud ambivalente que las cadenas de televisión estadounidenses utilizaron, en claro contraste con tragedias que acontecen en el Tercer Mundo o, centrándonos en Europa, por ejemplo, la cobertura que dieron a la cruenta guerra en la antigua Yugoslavia. Alguien aseguró que los Estados Unidos comenzaron a perder la de Vietnam el día en que aparecieron en la prensa decenas de féretros, apilados en la bodega de un avión, con soldados muertos. Quizá por ello, en 2001, lo que debía prevalecer, a instancias de su Gobierno y sus potentes medios de comunicación, era la imagen que proyectaran los Estados Unidos ante el resto del mundo frente a un atentado terrorista al corazón desde el que entender su modo de vida.

En España hay medios y profesionales que exigen con toda su crudeza que se muestren los muertos de esta pandemia. Y, en gesto tremendamente simbólico, los ataúdes en los que los fallecidos esperan la incineración en los gélidas morgues improvisadas, instaladas para paliar que los crematorios no den abasto. Un partido político, Vox, ha ido más allá manipulando una impactante imagen de la desierta Gran Vía madrileña, realizada por el fotógrafo Ignacio Pereira, para fotomontar una serie de ataúdes alineados y cubiertos con la bandera nacional. Pereira exigió su inmediata retirada de las redes sociales, si bien con escaso éxito. Vox no solo mantuvo el montaje en sus cuentas sino que alegó que se trataba de una imagen realizada por una persona anónima a partir de una fotografía realizada por el fotógrafo artístico Ignacio Pereira, quien nos ha trasladado que se desvincula de esta interpretación de su fotografía original”

Estos tiempos de un cierto ‘objetivismo informativo’ nos llevan a cuestionar hasta qué punto los datos sensitivos han de superponerse al contenido racional y ajustado a la verdad de una información que preserve en todo momento la dignidad humana. Y, desde un plano antropológico, hay quien se plantea si los códigos deontológicos, inútiles sin un componente ético, son en el fondo cajones de sastre para coartar la libertad de expresión. Sin embargo, no deja de ser un acto del ejercicio de la más estricta libertad del profesional escoger y seleccionar determinadas imágenes en detrimento de otras que puedan dañar la sensibilidad de víctimas y familiares. Porque, más que a nada, a lo que hay que temer es a la orfandad ética. Aunque nunca acabemos de ponernos de acuerdo.

[‘La Verdad’ de Murcia. 14-4-2020]


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