Revista Cultura y Ocio

La experiencia es un grado

Por Eltiramilla

Los inicios son duros para cualquiera. Y es que, como ya comentamos en nuestro reportaje El mundo del escritor, cuesta mucho trabajo desarrollar una obra entera a partir de una idea más o menos complicada, y aún más intentar después publicarla. A pesar de todo, como en cualquier profesión o afición, depurar la técnica requiere más tiempo y experiencia, y publicar no es sinónimo de hacer las cosas a la perfección, como han demostrado mis dos últimas lecturas, El cuaderno de Aroha, del veterano Francesc Miralles, y Hollow Pike, del novato James Dawson.

Por un lado, Miralles ya sabe que menos es más y que ir al grano se agradece. Las 147 páginas de El cuaderno de Aroha constituyen una historia agradable, fresca y rápida, con un argumento bastante veraniego que resulta perfecto para la época, mientras que las 364 de Hollow Pike son excesivas. Cierto es que la obra de Dawson es más compleja y necesita más espacio para desarrollarse, pero invertir las primeras 150 páginas (las mismas que la obra completa de Francesc, ¡qué ironía!) en presentar escenas tan trilladas como la llegada de una chica a un instituto nuevo o las típicas dudas entre ser del grupo de los populares o de los frikis marginados, denota cierta falta de experiencia del autor. Un fallo como ese resta interés al conjunto, a pesar de que la novela mejora en las últimas 100 páginas gracias a su parte de thriller juvenil, con investigaciones y algo de acción.

Lo más curioso es darse cuenta de cómo los escritores que empiezan parecen tener un interés enfermizo en que sus personajes sean todos guapos. Lis London, la protagonista de Hollow Pike, sus amigas, sus compañeros de clase… hasta el chico del que se enamora Lis, que es un empollón, no sólo es guapo, sino que también tiene unos buenos músculos porque juega al rugby “para no sentirse marginado en clase”. ¿En serio? En cambio, Francesc Miralles se atreve a poner en boca del narrador que Muriel, la protagonista femenina, no es muy agraciada y le sobran algunos kilitos.

Por otra parte, rompo una lanza a favor de James Dawson a la hora de haber metido una relación entre dos chicas homosexuales mencionando algunas experiencias y dudas de ambas, aunque fuese de una forma algo superficial. La protagonista de la novela habría hecho ganar muchos puntos al conjunto si hubiera sido ella la lesbiana. En ese aspecto sí parece que los nuevos autores suelen arriesgar más o no tienen tantos tapujos.

Así pues, sí, parece ser que la experiencia es un grado. Pero que nadie exima de culpabilidad a los novatos basándose en que tienen todo un camino por recorrer. Porque, ¿quién ha dicho que no puedan estos nutrirse de la experiencia de otros por medio de un buen bagaje de lecturas que sirvan de aprendizaje?


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