Revista Opinión

La fábula de la pieza escuadra

Publicado el 04 mayo 2015 por @igarro @igarro

Por muy complicado y grande que sea un puzzle solo hay tres tipos de piezas: las que se pueden unir por los cuatro costados a otras piezas, las que forman el lateral del puzzle por una de sus caras y entonces solo encajarán con tres piezas y las que son un ángulo recto siendo un borde del puzzle por dos lados y únicamente se pueden unir por los otros dos costados. Son las piezas que forman una de las cuatro esquinas: las piezas escuadra.

Pieza escuadra

Pieza escuadra

Del primer tipo de piezas, con cuatro hendiduras o salientes, alternándose o no, encontraremos cientos o miles, dispuestas a unirse por los cuatro costados y que puede engancharse a otras piezas como ella y también a las piezas que son laterales del puzzle. Su capacidad de adaptación es prácticamente total, se pueden unir a todas las piezas excepto a las cuatro que son escuadra y, además, se sienten pertenecientes a un grupo mayoritario, son como la mayoría de las piezas aunque se distingan en los pequeños detalles, con más o menos hendiduras o más o menos salientes pero no por ello dejan de pertenecer a la mayoría.

El segundo grupo de piezas es el de las piezas que forman el lateral del puzzle y tienen hendiduras o salientes por los tres costados. Son muchas menos en cantidad respecto a las piezas con hendidura por los cuatros lados pero encajan con ellas a la perfección.

Este grupo de piezas con tres aberturas es consciente de que es distinta a la mayoría: las piezas con cuatro hendiduras. Sin embargo, cuando se abre la caja del puzzle y se amontonan las piezas sobre la mesa, se ha topado con piezas iguales, idénticas, y sabe que con dos de ellas va a encajar, una por arriba y otra por abajo. Disfrutará de la eternidad enganchada a dos piezas que la completen y que sean como ella y a su izquierda o su derecha se unirán con una pieza del primer grupo, de las de cuatro hendiduras. Es su toma a tierra, siéntete especial, pero siempre estarás conectado por mí a la realidad mayoritaria.

El tercer grupo de piezas de todo puzzle es el de las piezas escuadra. Aunque el puzzle sea de un millón de piezas solo habrá cuatro piezas en escuadra, únicas y solitarias y, lo que es peor, condenadas a la mayor separación posible respecto de las otras tres piezas que se parecen a ellas.

El puzzle, querida pieza escuadra, se iniciará por ti. Y tú verás formarse el mundo alrededor de ti, partiendo de ti y conectándose entre sí cientos de piezas iguales y distintas entre sí. Desde tu maldita y solitaria esquina verás crecer el puzzle con sus igualdades y distinciones, pero siempre verás a otras piezas unirse a piezas iguales a sí mismas; nunca habrá ni una sola que no se una a una pieza del mismo grupo. Solo acarrearás tú con esa soledad. y tú supones que allá a lo lejos, recorriendo la mayor de las distancias posibles en paralelo, horizontal y perpendicular, habrá alguien igual a ti, sintiéndose sola y distinta, como tú.

Es una especie de maldición vital: dada tu especial forma de esquina supones que debe haber otras tres piezas como tú, pero jamás las has visto y jamás las verás. Pasarás el resto de tus días pegado a un corcho, a centímetros de un cristal y soñando con que el pegamento deje de hacer su efecto para que un día se desprenda la cola que te une a la superficie, te caigas por efecto de la gravedad y por fin, entonces sí, roces y te superpongas sobre esa pieza en escuadra igual a ti. -El tiempo te pondrá ahí -te dices para ti, mi querida pieza escuadra, pero los sueños, sueños son, como dijo Segismundo:

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


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