La percepción de la obra artística siempre es una cuestión muy personal y vinculada a elementos no siempre —ni en su totalidad— racionalizables. Esto, que es asi, visto en perspectiva general, alcanza su máxima expresión en el caso del cine de comedia: no hya elemento más "de tripa" que el del humor. Y a mí, por más mayoritaria que pueda ser la opinión favorable de las corrientes críticas más sesudas y cinéfilas, la screwball comedy no me llega, qué quieren que les diga. ¿Que lo siento mucho? Pues bien, lo siento mucho. De veras.
Ese encanto inasible, en el que algunos ven graciliad y ligereza, me resulta, más bien, futilidad e inconsistencia, un "vacío de guión" totalmente insufrible. A partir de ahí, la agilidad narrativa, la química entre los protagonistas o la agudeza e ingenio de los diálogos me parecen meros aditamentos que, añadidos a un armazón sin la debida solidez, no consiguen dotar al conjunto de la suficiente calidad. No habría de sorprenderles, pues, en la medida en que constituye una de sus piezas más señeras y representativas, que un flm como "La fiera de mi niña" no me haga excesivo tilín. Lo siento mucho. De veras.
En cualquier caso, no se pueden dejar de apreciar, ni siquiera por sus más acérrimos detractores, y a menos que se carezca de la más minima sensibilidad cinematográfica, de ciertos aspectos positivos, que incluso cabría calificar de brillantes: el manejo del tempo narrativo, algo en lo que siempre se mostró particularmente ducho un maestro como Howard Hawks, manejador de todos los géneros, y en todos con igual desenvoltura; algunos gags verbales y/o visuales especialmente afortunados, y que consiguen arrancar un abierta sonrisa por su chispa e inventiva (en este sentido, cabe destacar las secuencias del inicio y del final, dos buenos botones de muestra); y, por supuesto, y muy por encima de todo, el enorme talento que demuestran dos monstruos de la talla de Cary Grant y Katherine Hepburn, cuyos despliegues gestuales y declamatorios son de un nivel inmenso, una auténtica gozada. Pero creo que, por muy disfrutables que resulten todos estos elementos, no consiguen "salvar" la película. De verdad que así lo creo. Y lo siento mucho. De veras.
El problema (si es que cabe calificarlo como tal) de una película como La fiera de mi niña es, básicamente, de guión, de trama. No es la pretensión de este humilde escribiente que un guión de comedia haya de estar dotado de unas especiales densidad o profundidad; no, no es eso, se trata, simplemente, de encontrarse con una historia que, amén de entretenida, ofrezca la ligazón suficiente entre sus episodios y aconteceres como para que pueda calificarse de tal, de una historia, y yo, qué quieren que les diga, me pierdo en ese batiburrillo de tías multimillonarias y sobrinas locuelas, clavículas intercostales de dinosaurios enterradas por perros en jardines, leopardos (mansos) regalados por hermanos residentes en Brasil vs. leopardos (fieros) huidos del zoológico; y suma y sigue, que aún me dejo, con toda seguridad, algún detalle olvidado. No sé, puede que se trate de un simple problema neuronal del que suscribe, quién sabe. En todo caso, tanto si es así, como si no, lo siento mucho. De veras.
Tengo la completa seguridad, por propia experiencia (ya me ha pasado en alguna que otra ocasión), de que habrá quien piense, a la vista de las opiniones expresadas en los párrafos precedentes, que lo mío es pura pose, una combinación de esnobismo patético y afán presuntuoso de provocación infundada. Les puedo asegurar que nada más lejos de mi intención, carente por completo de cualquier ánimo en esa línea. De todos modos, si aun con tales consideraciones, alguien pudiera sentirse ofendido por el desafecto objetivo que se desprende de mi opinión, vayan desde aquí, y ahora, mis más sinceras disculpas. Lo siento mucho. De veras.